La Isla

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martes, 9 de abril de 2013

La Casa Fuerte de los Orellana


La casa fuerte de los Orellana es la construcción emblemática por excelencia de Orellana la Vieja, sede del señorío y residencia habitual de los titulares de su mayorazgo. Los primeros elementos de su construcción datan de finales del siglo XIII. Antes de que se estableciera Juan Alfonso de la Cámara, como primer titular del señorío en 1335, ya existía en el mismo emplazamiento, hacia 1280, una torre que acaso construyera su abuelo don Mateos Altamirano para ayudarse a proteger las posesiones que tenía en un cierto lugar del Alfoz de Trujillo llamado Orellana, durante la fase de repoblación del territorio tras la conquista de Trujillo en 1232.

Arco del Triunfo, en Trujillo, donde aparece el escudo de los Orellana, Bejarano y Añascos,
linajes que participaron en la conquista de la ciudad

La primera noticia documentada de su existencia procede del testamento que otorgó el primer señor de Orellana la Vieja en octubre de 1340, refiriéndose a ella como “la mi cassa fuerte de Orellana”, la misma expresión que usaría unos meses más tarde con motivo de la fundación del mayorazgo a favor de su hijo Pedro Alfonso de Orellana en 1341, sugiriendo de este modo que para entonces ya habría sufrido la primitiva fortificación su primera y más importante remodelación para convertirla en residencia, aunque sin merma alguna de su naturaleza defensiva, formando ya el primitivo conjunto arquitectónico cuatro torres, dos de ellas de planta redonda y otras dos, situadas en los extremos diagonales de un espacio ligeramente elevado sobre la villa, cuadrada, limitando el lienzo de su muralla un recinto cerrado y de planta aproximadamente cuadrada igualmente, abierto a poniente con su puerta de acceso situada junto a la torre principal, en la que aún permanecen adosados en uno de sus lados signos evidentes de haber constituido muro de sostén a las dependencias principales que se construyeron en la última remodelación importante que se llevó a cabo a mediados del siglo XVI.




Fortaleza de los Orellana. Fotografía de Fernando Garrorena, año 1929.



Fortaleza de los Orellana. Fotografía de Fernando Garrorena, año 1929.


Fortaleza de los Orellana. Patio Interior. 
Fotografía de Fernando Garrorena, año 1929


Fortaleza de los Orellana. Patio Interior. 
Fotografía de Fernando Garrorena, año 1929





Fortaleza de los Orellana. Torre principal. Orellana la Vieja




Fortaleza de los Orellana. Orellana la Vieja


Fortaleza de los Orellana. Vista desde la torre principal


Fortaleza de los Orellana. Vista desde la torre principal


Fortaleza de los Orellana. Vista desde la torre principal


fortaleza de los Orellana. Escalera de la torre principal




Fortaleza de los Orellana. Detalle de una bóveda


Vista panorámica de la Fortaleza de los Orellana.


Ventana y escudo de los Orellana en la torre principal

Sería muy difícil pretender conocer hoy cuántas trasformaciones intermedias se realizaron sobre su estructura original, especialmente hasta perder durante esos años su carácter defensivo, en beneficio de un mayor confort interior para sus moradores. Se construyó en estos años un hermoso patio plateresco en su interior, hoy desaparecido, con arcos de medio punto en el piso inferior y arquitrabado el superior, apoyados por columnas de capiteles jónicos, muy similar al que actualmente se halla en el palacio de los Pizarro-Orellana en Trujillo, en el que existe un magnífico balcón de cantería al estilo de los que abundaron en el Trujillo del siglo XVI, introduciendo los primeros elementos ornamentales y artísticos en el exterior de la construcción, siguiendo el gusto renacentista marcado por la época.




Palacio de los Pizarro-Orellana. Trujillo

El palacio trujillano fue primero fortaleza militar antes que lo comprara Juan Pizarro de Orellana en 1542 a Diego de Vargas a su regreso de América, dando comienzo entonces a las obras de rehabilitación que lo convirtieron en el magnífico palacio que hoy conocemos.



Palacio de los Pizarro-Orellana. Trujillo.
Vista del patio interior


Palacio de Pizarro-Orellana. Trujillo. Escudo de los Orellana


Detalle del patio del Palacio Pizarro-Orellana. Trujillo

La escasa documentación que acredita la obra civil de Francisco Becerra -arquitecto y constructor de la iglesia parroquial de Orellana la Vieja entre 1570 y 1573, año de su marcha a Perú-, no anima a considerarle autor del mencionado patio de los Pizarro-Orellana, sino más bien a su padre Alonso Becerra, que tal vez remodeló también la fortaleza de Orellana la Vieja a partir de 1554, fecha en la que se apodera definitivamente del señorío Gabriel de Mendoza el Viejo a la muerte de su sobrino Juan de Orellana el Bueno, noveno señor de Orellana la Vieja, siendo acaso el nuevo titular del mayorazgo quien encargara a Alonso Becerra su rehabilitación. 


Fortaleza de los Orellana. Orellana la Vieja



Fortaleza de los Orellana.
Detalle de ventana interior

Fortaleza de los Orellana.
Portada interior en la torre principal

Fortaleza de los Orellana.
Portada interior en la torre principal


Fortaleza de los Orellana.
Acceso interior en la torre principal

Personaje ambicioso, intrigante y calculador, Gabriel de Mendoza supo al mismo tiempo ser innovador, transformando la fortaleza para despojarla de su primitiva función defensiva, baluarte medieval que ya no habría de cumplir funciones militares como antaño fueron concebidas. Coinciden estas fechas también con la culminación de las obras de construcción del convento de San Benito en Orellana la Vieja, que conocemos en 1540 en plena edificación, cuyas obras evolucionaban muy despacio debido a la falta de presupuesto para terminarlas. Estimamos que en el periodo de 1540-1573 se llevan pues a cabo las tres construcciones fundamentales de Orellana la Vieja: el Palacio de los Orellana, el convento de San Benito y la Iglesia parroquial, siendo ésta última la única de la que tenemos constancia cierta de su autoría por el arquitecto Francisco Becerra, siendo sólo conjetura la intervención de su padre Alonso Becerra en las otras dos.






Fortaleza de los Orellana.
Esgrafiado en el interior de la sala con chimenea, hacia 1554


Fortaleza de los Orellana.
Esgrafiado en el interior de la sala con chimenea, hacia 1554



Fortaleza de los Orellana.
Esgrafiado en el interior de la sala con chimenea, hacia 1554




Convento de San Benito de Orellana la Vieja. Esgrafiados, hacia 1550



Convento de San Benito de Orellana la Vieja. Esgrafiados, hacia 1550

 Iglesia parroquial de Orellana la Vieja


Iglesia parroquial de Orellana la Vieja

Los únicos detalles documentados que he logrado hallar sobre la nueva edificación del Palacio de los Orellana datan de 1728, cuando se llevó a cabo una inspección que mandó hacer el juez de Trujillo don Joaquín Antonio de Tapia Valcarce, con motivo de un censo que pidió el marqués de Orellana Juan Geroteo de Orellana y Chacón al rey en busca de financiación, dada su penuria económica.


Escudo de los Orellana, en el interior del Palacio


Escudo de los Orellana, en el interior del Palacio

Disponemos así de algunas referencias sobre ciertas estancias interiores, como el Archivo y el Cuarto de los Azulejos y de algunas otras piezas de la casa, como las bodegas y dos caballerizas en el patio central, adosadas a la muralla. Además de cocinas y dormitorios existían almacenes, despensas para granos y alimentos en general, herraderos, pajar, aljibe, horno para cocer el pan y otras dependencias, como las utilizadas por los administradores, criados y sirvientes. Por la mencionada visita de inspección conocemos algunos detalles del Archivo, situado en una pequeña sala ovalada y con ocho alacenas de madera empotradas en la pared, donde se guardaban todas las escrituras del mayorazgo, que debieron estar situadas en el actual torreón de planta circular que presento en la fotografía adjunta, aunque no exista ya el suelo de la segunda estancia y asimismo el Cuarto de los Azulejos, que el vecino de Orellana Sánchez Moñino también llamaba “el Oratorio”, porque tal vez sirviera al mismo tiempo de capilla y que debería estar situado en la torre cuadrada principal.


Fortaleza de los Orellana.
Interior de ventana en la torre principal

Puerta de acceso al torreón circular


Fortaleza de los Orellana
Restos del patio interior

Fortaleza de los Orellana.
Restos del patio interior



Fortaleza de los Orellana
Restos del patio interior


Restos del patio interior

Restos del patio interior


Fortaleza de los Orellana
Restos del patio interior

Su estado de entonces era de absoluta ruina, en las que a duras penas podría haber habitado su antiguo administrador Gabriel de Navarrete, porque sabemos que el nuevo que ejercía las funciones ese año, Juan de Salazar y Pinedo, no lo hacía.

Fortaleza de los Orellana
Interior del torreón circular, con alacenas que sirvieron de Archivo

La nota característica fundamental del informe que dictó el juez como conclusión en 1728 fue el avanzado deterioro de toda la edificación, cuyo estado de ruina impresionó a cuantos le acompañaron, como bien acertó a expresar el escribano: “Y de alli se passo a las casas principales deste maiorazgo que estan situadas en lo alto de un zerro que domina dicha villa las quales se fueron registrando aposento por aposento y se hallo en lo principal de la avitazion estar inavitables destechadas sin puertas y ventanas correspondientes desenladrilladas y mal parados sus cubiertos y suelos de todas ellas y en la fachada de la puerta principal una quiebra considerable…” El cura párroco de Orellana, diego Sánchez Arenas, que también iba de acompañante añade, dejando traslucir también su aflicción: “que aviendo dicho que las casas principales que tocan al maiorazgo de Orellana son las fuertes que estan en dicha villa sabe tambien y le consta por estarlo viendo continuamente que estas estan inavitables porque sus accesorias caballerizas bobedas y pieza principal dellas estan arruinadas las unas y proximas a padecerla las otras las quales nunca se arriendan por tenerlas sus poseedores destinadas para el recogimiento de sus frutos y vivienda de sus administradores y de los mismos señores quando a ellas vienen”.

Los marqueses de Orellana mantuvieron siempre algún administrador que cuidaban el Palacio junto a sus familias, hasta que en 1936 fueron desalojados para ser utilizadas como cárcel algunas de sus dependencias interiores durante la Guerra Civil española. Durante la contienda militar, el edificio recibió, en la plazuela adjunta, a pocos metros de su torre principal, el impacto de un proyectil que poco daño le causaría, porque la destrucción irreparable ya se había producido unos años antes por la brutal y miserable mutilación de la parte más noble del edificio: desapareció en ese tiempo de la fachada principal que se abría a poniente, una espléndida balconada enrejada al estilo de los balcones trujillanos, produciéndose al mismo tiempo la completa demolición del torreón de planta circular situado a la derecha de la puerta principal y de la otra torre cuadrada, en cuyo solar se construyó una vivienda particular.





Fortaleza de los Orellana. Balcón de la fachada principal
Fotografía de autor desconocido.

Hoy, este balcón está desaparecido, como toda su fachada del frente Oeste, así como el torreón circular y la torre de planta cuadrada semejantes a las dos torres existentes en la actualidad. Durante un viaje que Adelardo Covarsí hizo a Orellana la Vieja en 1929, acompañado por el insigne fotógrafo Fernando Garrorena, tuvieron aún la oportunidad de apreciar, aunque ya en avanzado estado de ruina, la espléndida nobleza de su construcción, gracias a la cual y a las excelentes fotografías que entonces se realizaron, conservamos hoy una memoria gráfica de sus más hermosas vistas. [Adelardo Covarsí Yusta, “Extremadura artística. Impresiones de un viajero por la Siberia Extremeña. Orellana la Vieja, Navalvillar y Casas de Don Pedro”, en Revista del Centro de Estudios Extremeños, IV, 1930, págs. 219-231]. Contactado en 1931 por quienes pretendían poner en el mercado el Retablo mayor de la iglesia parroquial de Casas de Don Pedro, como en tantos lugares de la geografía española,  y avisado al tiempo de los desmanes que se pretendían realizar del mismo modo en la Fortaleza de Orellana la Vieja [Adelardo Covarsí Yusta, “Extremadura artística. Seis años de despojo y destrucción del tesoro artístico nacional”, en Revista del Centro de Estudios Extremeños, I, 1937, págs. 75-86], quiso Covarsí denunciar, una vez más, alarmado, a los poderes públicos, para que trataran de evitarlo (ver artículo en el diario La Voz Extremeña, del 11 de Junio de 1931), pero nada pudo lograr y sus  sospechas se vieron confirmadas al poco por la malévola ejecución de la barbarie que desde hacía ya un tiempo se urdía contra la edificación.


Fortaleza de los Orellana.
Sala adosada a la torre principal, con esgrafiados.

Como aconteció en numerosos pueblos extremeños en el transcurso de aquellos confusos años, demasiadas autoridades locales fueron víctimas de la codicia que en ellos supieron despertar ciertas bandas de chamarileros que se movían por la zona en busca de rapiña que luego exportaban a otros países, especialmente Estados Unidos, al estilo de lo que luego explotaría, a partir de los años sesenta, Erik el Belga, el mayor ladrón de obras de arte en buena parte de España. Algo más tarde, en estado de ruina y abandono, desaparecieron, destruidos también, los restos de su patio plateresco que, en opinión del conde de Canilleros, era lo mejor que existía en toda la Siberia extremeña.

Extraña mucho que en la actualidad se conozca el Palacio de los Orellana más como Palacio los Bélgida que como la fortaleza en la que naciera en 1518 Sancho de Paredes ( hijo de Diego García de Paredes -el Sansón de Extremadura- y de María de Sotomayor, tercera hija de Rodrigo de Orellana, 6º señor de Orellana y Teresa de Meneses, más tarde fundadora del convento de San Benito).


Retrato de Diego García de Paredes

Extraña asimismo que todavía siga utilizándose, en algunos paneles informativos que existen en la población, el nombre de “Altamirano” para referirse a los titulares de la Casa-Fuerte de los Orellana. Los Orellana son los constructores y primeros moradores de la fortaleza, sede del señorío de Orellana la Vieja, sus únicos y originales titulares. Es cierto que las primeras concesiones de tierras las hizo el rey Alfonso XI en aquella zona –desde Zorita y hasta el Guadiana- a los Altamirano, pero los miembros Altamirano que se asentaron a orillas del Guadiana hacia 1280, adoptaron desde el primer momento, como apellido, el nombre del lugar, “Orellana”, y pasaron a llamarse “Orellana”, por lo menos desde la fundación del señorío, en 1341.
 


Alcázar de los Altamirano. Trujillo



Casa de la Alberca. Casa solariega de los señores de Orellana la Vieja. Trujillo


En consecuencia, los Orellana y los Altamirano son dos familias distintas, aunque pertenecientes a un mismo linaje. De hecho, siguieron conviviendo en Trujillo (En el Alcazarejo de los Altamirano, unos y en la Casa de la Alberca, la casa solar de Orellana la Vieja, otros) y compartiendo, por separado, cargos de regidores en el concejo de esa ciudad, desde el siglo XIV hasta el XVI. Por eso, es más adecuado que, de cualquier forma a la que debamos referirnos al Palacio de Orellana la Vieja, le llamemos siempre de los Orellana.


Fortaleza de los Orellana. Saetera, en la torre principal

Más aún sorprende la explicación que aparece en el panel informativo instalado en la Plaza, aludiendo al palacio de “los Bélgida (Altamirano)”, significando, de esta forma, con el paréntesis, que Bélgida y Altamirano son una misma cosa, o que tuvieran, siquiera, una cierta relación entre ellos, cosa que en absoluto es cierta. Los Bélgida aparecen vinculados a Orellana desde el momento que el marqués de Bélgida se hace con la titularidad del marquesado de Orellana la Vieja, que por aquellas fechas, avanzado ya el siglo XIX, lo fueron descendientes de don Juan Pizarro de Aragón, Picolomini, etc., marqués de San Juan, de Piedras Albas y de Orellana. El marqués de Bélgida es así sólo un título nobiliario sin vinculación alguna con el lugar de Orellana la Vieja y menos aún con su historia, pese a los vínculos de propiedad que éste mantuvo sobre ciertas tierras del término municipal, ligadas a su título de marqués. Es decir, que el apellido Bélgida no tiene significación histórica alguna con Trujillo como para ser vinculado a la fortaleza de los Orellana, señores de Orellana la Vieja. Ni siquiera está vinculado a Extremadura, sino a Valencia, a un lugar llamado Bélgida, junto a la población de Xátiva. El primer título del marqués de Bélgida lo concedió Fernando VI en el año 1753 a un significado miembro de la nobleza valenciano-castellana.

El mayor valor y significación del Palacio de los Orellana es su origen histórico y la estrecha vinculación que siempre mantuvo a la nobleza local de Trujillo, a su historia, o lo que es lo mismo, a la historia de Extremadura.



Fortaleza de los Orellana.
Lápida con inscripción en la torre principal


Es oportuno citar, por otra parte, que en la fachada de la torre principal se aprecia de forma muy destacada una lápida con la siguiente inscripción, que Cándido González Ledesma nos muestra en su página:

http://encina.pntic.mec.es/~cgonza37/ghorellana/index.htm

Benedic domine domum istam quam tvo sactisimo nomini edifi co ut benedicant te qvi venerint in illam (bendice señor esta casa que edifico en tu santísimo nombre para que te bendigan los que vienen a ella)


Desde mi parecer, esta inscripción merece colocarse a la entrada del edificio, en forma destacada y a modo de recibimiento de cuantos visitantes accedieran al Palacio. Y en el mismo lugar destacado, otra referencia de aprecio y reconocimiento para nuestro querido y ya desaparecido Pedro Bañuelos, donante del Palacio al Ayuntamiento de Orellana la Vieja.  Queda pendiente -y espero que no en olvido- su ilusión de crear una fundación cultural, que sin duda hubiera beneficiado a la población de Orellana. 


Vista panorámica de la Fortaleza de los Orellana

He visitado recientemente el Palacio de los Orellana y me sorprendió sobre manera la sana avidez de los viandantes del lugar que quisieron aprovechar, los instantes que permaneció la entrada entreabierta, para tratar de acceder a su interior y conocer lo que fuera que se encontrara dentro de sus muros. Eso me remite a un montón de cuestiones, que en esencia, se resumen en una sola idea: habilitar su libre acceso, haciendo atractiva y provechosa su visita. No es difícil llenar de contenido esas visitas para disfrute de todos aquellos que se sientan interesados en el conocimiento de la historia, el arte y la cultura. Otra cosa diferente es habilitar los medios necesarios para llevarlo a cabo de forma permanente y juiciosa. No estaría de más que el propio Ayuntamiento convocara un concurso de ideas al respecto, al que desde este mismo instante me brindo a participar.



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