La Isla

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jueves, 25 de noviembre de 2010

La mirada de un zorro y un sisón

En una de esas ocasionales escapadas que me doy en disfrutar por el campo extremeño, me había situado bajo un arbusto en el Canal de las Dehesas, en el entorno de la presa de Sierra Brava, tratando de captar una instantánea que inmovilizara, aprovechando un espléndido fondo de color verde brillante que ofrecía la mañana, la silueta de un aguilucho cenizo en vuelo que merodeaba por allí desde hacía un rato, cuando me vi sorprendido por la mirada fija de un zorro a pocos metros de mí. Me sentí un recién llegado a la escena, porque él me observaba atento y aunque algo receloso, comprendí que aguardaba impaciente mi reacción. Moderé de inmediato todos mis movimientos y tras unos segundos, me atreví a encuadrarlo, haciendo una primera foto rápida tras la que enseguida me preparé para hacer una segunda toma, aprovechando esta vez la oportunidad que parecía brindarme con aquella postura un tanto desdeñosa: cambié rápidamente algunos parámetros, volví a enfocar y obtuve una nueva imagen -ahora mucho mejor-, que es esta que presento.


Su mirada me pareció no tanto de sorpresa como de astucia, al contrario de lo que tal vez percibiera él en la mía, el caso es que así estuvimos uno largo instante que duró lo justo para observarnos, hasta que él optó por saltar de repente y salir huyendo, lo que disculpé al momento porque entendí que respondía así fielmente a los dictados de su naturaleza.




Como había corrido desapareciendo por entre la maleza cercana, me quedé al acecho, y tuve suerte nuevamente, porque tras unos veinte minutos volvió a aparecer durante unos instantes, ignorando esta vez mi presencia y desapareciendo rápidamente entres sus dominios.



Me percaté en otra ocasión de los movimientos que entre los arbustos hacía a mi paso un ave de mediano tamaño; me acerqué con sigilo y llegué a enfocar al animal, tan de cerca, que optó, en su estrategia defensiva, por no mover ni tan siquiera los ojos. El hecho de que no hubiera saltado mientras me aproximaba me decía que tal vez estuviera incubando en su nido. Se trataba de una hembra de sisón común y aunque yo deseaba que comprendiera que solamente quería obtener su imagen, para lo que economicé cuanto pude mis movimientos, en su quietud se percibía su miedo y, sobretodo, en su mirada.




Después de un rato, aprovechando seguramente que ya no le observaba con tanta atención, levantó el vuelo, decidido y sonoro, y me dejó allí solo, tal y como había llegado.