La Isla

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lunes, 28 de diciembre de 2009

Un día de Buitres

La primavera del año pasado había estado en el pantano de Puerto Peña, pero no encontré forma de acercarme a los buitres, así que a mi vuelta a Madrid preparé minuciosamente un recorrido que tenía en mente para ir a las Hoces del río Duratón, en Segovia; elegí un día laborable del mes de marzo y me puse en marcha, aún de noche. Después de pasar Sepúlveda, me dirigí a Sebúlcor, donde encontré unas señales indicativas hacia la ermita de la Hoz; mi oportunidad fue no ver el cartel que indicaba el camino que, cruzando el río Duratón, me hubiera llevado hasta la iglesia de San Frutos. Como desconocía el terreno, tuve la suerte de poder explicar a un señor del lugar -un junco de pequeña estatura y no menos de ochenta años- que estaba podando árboles cerca de un cruce de caminos lo que buscaba, porque me indicó que los pájaros estaban siempre a este lado del río, adonde antaño solían llevar los del pueblo los animales muertos para que les sirviera de alimento; ahora –comentamos-, no existen muladares donde puedan ir a comer. Llegué, siguiendo sus orientaciones, por caminos de tierra que a veces se desvanecían, hasta una señal que delimitaba el paraje protegido y que me invitaba a seguir a pié de allí en adelante. Saqué del coche todos los aparejos y emprendí la marcha, mochila y trípode al hombro, cuando aún no eran las 10 de la mañana. Caminé algo más de un kilómetro hasta llegar a divisar, al otro lado del profundo corte, la iglesia de San Frutos y cuando me disponía a buscar un lugar donde situarme para hacer una primera visita de reconocimiento en lo alto de la profunda sima por la que serpenteaba el río, me topé de bruces, tras unos setos, con cinco o seis buitres a menos de cincuenta metros. Me coloqué con sumo tiento allí mismo y me dispuse a preparar la cámara, el trípode y mi posición, procurando que no notaran mi presencia, de lo que no llegaré a tener nunca la seguridad de haberlo conseguirlo, porque aunque logré unas primeras tomas precipitadas, la verdad es que tuve que cambiar varias veces de posición para mejorar el enfoque, porque los veía a través de unas finas ramas del arbusto que me servían de parapeto. Para cuando logré situarme en la posición deseada, decidieron ellos darse ya a la fuga, tal vez considerando un delirio mi desfachatez o acaso un signo de impericia mi tardanza. Seguramente pensarían ambas cosas.


 
Me acerqué a las rocas donde habían posado para mí con el fin de observar el panorama y después de otras pocas tomas a cierta distancia y algo más de una hora de observación, decidí regresar y esperar escondido en el mismo lugar adonde había llegado por primera vez. Mi intuición fue certera, porque allí acudieron confiados, a posar de nuevo. Siempre supe que me engañaban. Fue un disfrute enfocarles, porque aunque ahora sí estaba yo preparado para su llegada, no se me ocurrió pensar en ningún momento que me iban a permitir observarles tan de cerca; tan confiados se mostraban que sentí que me tomaban el pelo, sobre todo, cuando tras las primeras tomas realizadas con mayor precaución, pude prepararme con toda tranquilidad para medir la luz y elegir la posición de enfoque correcta. Sentí que me estaban ofreciendo graciosamente una oportunidad con la que me jugaba su respeto, así que decidí poner todo mi cuidado en conseguirlo. Estas fotos son una muestra de lo que digo.



Luego pasé mucho rato bajo sus alones, exhibiendo su magnífica y poderosa figura cuando pasaban por encima de mí, en ocasiones a muy baja altura. Ellos sabían que en esa posición –la mía-, el telescopio, fijado al trípode, no me servía para lograr la toma que yo buscaba. Tan sólo cuando opté por seguir a un de ellos en la lejanía hasta que se acercó lo suficiente, logré captar en vuelo los ojos y el pico. Fue una buena mañana y terminé satisfecho de mi primera –y hasta ahora única- jornada de buitres, lo que casi nunca ocurre, persuadido de que me hubieran enseñado poco si de ellos hubiera aprendido a volar, comparándolo con lo que realmente percibí en esas horas: es mejor que ellos sigan donde están sin que hagamos nada más para extender nuestra amenaza.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Acerca del autor

Me llamo Antonio Adámez. Nací en Orellana la Vieja un día de primavera de 1947 y allí permanecí hasta que con 11 años me fue dado cruzar el Guadiana por primera vez, camino de un tren que ya no importa adonde tuviera previsto llevarme, porque sentado al borde de sus raíles entendí que estaba llegando al término de mi niñez, que no es mal destino para un niño. Cerca de los veinte, como tantos otros, recalé en Madrid, del mismo modo que algunos lo hicieron en Barcelona, Bilbao o Palma de Mallorca, mientras que otros optaron por cargar sobre el hombro una de esas maletas que luego harían furor como icono de la emigración en la época. Casi todos los de mi generación nos habíamos mantenido alerta durante aquellos años, por cuanto la culminación de las obras del Pantano nos hacía sentir ya con nitidez las primeras señales avisadoras de que el Pocique de la Bernagaleja, por donde transcurría más ruidoso el cauce del río, quedaría en adelante oculto y silencioso, aunque sin percatarnos todavía de que éramos ya la primera en sufrir algunos de los cambios que empezaban a vislumbrarse de mayor calado, preludio del crecimiento económico que arrancaba, alejándonos así de un tiempo histórico de muchos siglos.

Fuimos, en efecto, una de las últimas en percibir los acordes finales de las viejas formas de vida que provenían del Antiguo Régimen, un tiempo en que la mayor parte de los cambios necesitaban de muchos años para hacer sentir su influencia y madurar. Mi generación está marcada así por ambos extremos: hemos tocado, olido y sentido aquellas remotas formas de vida, reflejo de siglos, y sin embargo, pertenecemos a carta cabal hoy a un mundo completamente nuevo y globalizado, en el que los cambios se producen a un ritmo vertiginoso. Somos por ello capaces de ver a un tiempo el variado y rico paisaje que abrazaba el cauce del antiguo río en la profundidad del embalse, el mismo que sirvió de escenario, inmutable, a numerosas generaciones antes que a la nuestra, o de sentir el mismo tañer de campanas que éstas escucharon durante siglos. El mismo paisaje y el mismo sonido se compartía entre abuelos y nietos como si se tratara del apellido propio. El paisaje cambiaba más entre estaciones de un mismo año que entre lustros, del mismo modo que el sonido de las campanas lo mudaba más el ánimo de quien lo escuchara que la generación que las repicara. Nos movemos rodeados de la más alta tecnología en nuestro quehacer diario, sin sentirnos por ello recién llegados a ningún sitio.

Así que esos primeros años de mi vida sin cruzar el Guadiana los fui descubriendo luego como un verdadero tesoro, porque me ayudaron a reflexionar, ya desde este lado del río, sobre cuánta era mi ignorancia y cuánta también mi inocencia, sin olvidar que una parte de esa infancia permanecería ya para siempre, como testigo indeleble, en la otra orilla, a la que de vez en vez me gusta cruzar, en silencio. De ese conocimiento –el ir descubriendo de mayor, a paso lento, cuánto ignoras- se fue perfilando con el tiempo un mayor aprecio por descubrirse uno mismo ignorante de casi todo, especialmente cuando el propio camino te va desvelando cuánto aún ni siquiera sospechas que desconoces. Ahora sé que esa impresión que guardo de mi infancia me es muy valiosa, no por su brillo –carencias, hay que decir-, que por mucho que uno escarbe en los recuerdos se revelan siempre triviales y de poco interés, sino por el espacio de vital naturaleza y libertad en que tuvo lugar. En verdad, es ese espacio el que permanece hoy en la otra orilla, al que de vez en cuando trato yo de acercarme, cruzando un delicado puente que lo revela como un reducto de naturaleza y de privilegio: de eso va este blog.

Casado. Un hijo. Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales. A mí, siempre me fascinaron los números, porque permiten multitud de operaciones omitiendo en cualquier caso valoración alguna sobre la cuantía que expresan: mucho o poco, más o menos, mal o bien, son apreciaciones que siempre les son ajenas; somos nosotros quienes decidimos cuánto es cuánto y en qué medida nos afecta. Profesionalmente, sigo en activo, en la actual Sociedad Estatal de Correos y Telégrafos, desde mi llegada a Madrid.

Aunque mi interés por la fotografía es antiguo, mi iniciación a la técnica fotográfica es reciente y mi formación, autodidacta. Así que no cabe esperar mucho más de esos mimbres. Nace de un viejo afán por capturar, en imagen, algunas de las múltiples expresiones estéticas que nos ofrece la naturaleza y que siempre he apreciado, creo que sin saberlo. Ahora sí lo sé, por lo que lograr la imagen de alguno de esos instantes fugaces en los que revela su belleza es, para mí, suficiente motivo para mantenerme al acecho y al aguardo, confiado en que siempre la paciencia da frutos y ofrece además buena ocasión para estar, sentir y disfrutar de un espacio aún no deteriorado en demasía. Hace ya más de cuarenta años que no me fui del todo de este lugar, y eso me ha permitido una mejor disposición para observar, conocer y apreciar lo que por suerte, aún mantenemos. A eso se destina este blog: a vocear -en bajo tono de voz, y de puntillas- un tanto de lo que hay, si eso consigue fomentar un poco la responsabilidad individual en beneficio de una mejor conservación y mayor esmero en el cuidado de nuestro entorno natural.


Presentación del blog Orellananature

HUMEDALES, SIERRA Y ESTEPA
Un espacio natural protegido alrededor de Orellana la Vieja

1. Los humedales
El Convenio Ramsar es una convención internacional nacida para promover la conservación, protección y defensa de los Humedales de Importancia Internacional, especialmente en lo que se refiere al hábitat de aves acuáticas, firmado en la ciudad iraní de Ramsar el 2 de febrero de 1971. Actualmente existen 159 países asociados, que expanden su misión a un total de 184 millones de hectáreas. Su objetivo fundamental es la conservación y el uso racional y sustentable de los humedales, con el fin de proteger la biodiversidad. En su lista de Humedales aparecen las zonas húmedas más importantes del mundo, que forman parte así del patrimonio común de la humanidad. España ratificó este Convenio en 1982, incluyendo entonces dos zonas húmedas de gran importancia: Doñana (111.646 has) y las Tablas de Daimiel (1.928 has). Desde entonces se han ido incorporando nuevas zonas, hasta alcanzar las 63 que tenemos en la actualidad, que proporcionan una superficie total de 282.228 has. En Extremadura, los dos únicos espacios protegidos que forman parte de esa lista de Humedales de Importancia Internacional, incluidos en el Convenio Ramsar son: El Embalse de Orellana, con 5.540 has. (26 de marzo de 1993) y el Complejo Lagunar de la Albuera, con 1.878 has. (16 de enero de 2003).
Formar parte de esa lista exclusiva no es fácil. Su inclusión la dictamina, tras su correspondiente valoración técnica, el Comité de Humedales que, siguiendo el estricto protocolo establecido en el Convenio, vela para que se cumplan todos los criterios de Importancia Internacional establecidos. Nuestros humedales y lagos se caracterizan por una gran abundancia de masas de agua de pequeño tamaño y al mismo tiempo, por un pequeño número de extensos y complejos sistemas acuáticos costeros. Todo ello hace que España sea el país con mayor diversidad de tipos ecológicos en humedales de la Unión Europea. Según los datos aportados por el "Plan Estratégico Español para la Conservación y Uso Racional de los Humedales”, la mayor parte de los espacios húmedos españoles corresponden a zonas acuáticas del interior (92%), aunque éstas no representan más que el 14% de la superficie total. Esto es así porque, al mismo tiempo, existe un pequeño número de humedales costeros muy extensos, que ocupan el 86% de la superficie total, entre los que pueden destacarse, por su gran extensión: las Marismas del Guadalquivir, la Bahía de Cádiz, el Delta del Ebro, el Mar Menor, la Albufera de Valencia y los Aiguamolls de l’Empordà. Entre los humedales de interior, los de agua dulce representan el 46 %, si bien su superficie sólo cubre el 2% del total.


Pese a que la mitad de los lagos y humedales españoles se encuentran bien conservados, la intervención del hombre, especialmente en los últimos cincuenta años, ha causado daños irreparables. Para empezar, hasta hace bien poco, la transformación de los humedales en tierra agrícola ha sido una práctica generalizada, situación que se ha visto agravada por el desarrollo industrial y muy especialmente por el desarrollo urbanístico y de nuevas infraestructuras. En los humedales de interior, el 46% están alterados o degradados, porcentaje que llega al 62% en el caso de los humedales de agua dulce y al 66% en el caso de los humedales costeros. Sólo los de montaña presentan un mejor estado de conservación. En cuanto a su extensión, el 60% de la superficie de humedales y lagos naturales ha desaparecido, especialmente durante los últimos 40 años, siendo los más afectados las llanuras de inundación, cuya superficie se ha reducido a una quinta parte, especialmente a causa de su conversión en tierras agrícolas y lo mismo ocurre con los humedales interiores de agua dulce, de los que sólo permanecen un tercio de su extensión original. Otro tanto puede decirse de los humedales costeros, que han visto reducida su superficie al 40% de su extensión. De todo lo anterior se deduce que los humedales y los ambientes acuáticos son ecosistemas muy amenazados en España. Las mayores alteraciones se han producido, en efecto, como consecuencia del progresivo desarrollo industrial y urbanístico, una mayor actividad turística y determinados usos agrícolas: el vertido de residuos sólidos afecta al 14.4% de los humedales y al 12.4%, el de residuos líquidos. Casi la cuarta parte de ellos están rodeados de cultivos, por lo que el 3 % están seriamente afectados por pesticidas. Desde las Administraciones Públicas se está haciendo en los últimos años un mayor esfuerzos por aminorar el efecto de estos conflictos, buscando el objetivo fundamental de fijar la estrategia de conservación y uso racional de los humedales, involucrando en su logro a todas las partes implicadas -lo que no es fácil, como lo demuestra el deplorable estado actual de las Tablas de Daimiel- impulsando un conjunto de directrices relativas a las políticas sectoriales que pueden afectar a la conservación y uso racional de los humedales. Independientemente del resultado final de esas medidas, de que exista voluntad política por parte de los poderes públicos implicados, de que se destinen más o menos recursos financieros y de que exista una buena cooperación entre las Administraciones responsables de su gestión, es imprescindible que la sociedad, en su conjunto, tome conciencia de los problemas medioambientales que le afectan de forma tan directa.


2. Sostenibilidad ambiental
En el documento Estrategia Española de Desarrollo Sostenible (noviembre, 2007) se expresa la opción política española sobre este particular. En su capítulo Sostenibilidad Ambiental, dedicado a la conservación y gestión de los recursos naturales y ocupación del territorio, se explican los objetivos y actuaciones previstas para los próximos años con respecto a cómo propiciar que el uso del territorio no implique un deterioro del patrimonio natural y cultural, considerando su capacidad de regeneración.
Un primer aspecto a destacar es que entre los recursos naturales sometidos en España a sobreexplotación se encuentran los recursos hídricos, la biodiversidad, el uso del suelo y la ocupación del territorio. En cuanto al primero, España presenta un balance ciertamente delicado. Por una parte, el régimen general de precipitaciones es escaso, por lo que existe un elevado número de masas de agua en riesgo, a lo que hay que añadir el deterioro que constantemente sufren los ríos por los vertidos de origen doméstico -principalmente los que proceden de las grandes concentraciones urbanas- industrial o agrícola, lo que supone un deterioro permanente de la calidad de los ríos. Por otra, la presión que existe sobre los recursos subterráneos, que proviene asimismo del uso inadecuado de fertilizantes agrícolas -que ha provocado ya contaminación por nitratos en muchos acuíferos-, del uso indiscriminado de pesticidas y del excesivo número de extracciones y de su intensidad de consumo, sin olvidar, pese al esfuerzo realizado en este sentido, el deficiente grado de saneamiento y depuración de aguas que aún existe en nuestro país, especialmente en poblaciones de menor tamaño.



En biodiversidad, España ocupa un lugar destacado en el contexto europeo, con un 10% de su territorio nacional protegido, unos cinco millones de hectáreas. Nuestro patrimonio biológico es considerable: el 54% de las especies conocidas en Europa se encuentran en España y cerca del 50% de las especies únicas europeas están presentes en nuestro país, además de albergar el mayor número de especies de aves, mamíferos y reptiles. A pesar de esta riqueza, el efecto que el cambio climático está ejerciendo sobre nuestra diversidad biológica es importante, especialmente en lo que se refiere a los ecosistemas que se encuentran en su límite ecológico. En nuestros humedales de interior, por ejemplo, que albergan una gran parte de la biodiversidad, el 46% están hoy degradados o alterados (el 8 % degradados y el 38% alterados) de algún modo por la actividad humana, lo que repercute negativamente sobre su fauna y flora. El territorio es asimismo un bien no renovable. Constituye el hábitat humano y el referente de su cultura y su identidad. La presión sobre el medio ambiente está siendo hoy ejercida con mayor intensidad por las grandes áreas de concentración humana, sometiendo los recursos naturales a importantes presiones. En España, el 40% de la población vive en el 1% 100 del territorio, y aún en las zonas costeras e insulares, se concentra el 60% de la población total. Entre 1987 y 2005, el suelo destinado a uso urbano, industrial y comercial aumentó en España un 40%, cuatro veces más que su población.


La estrategia española de desarrollo sostenible busca minimizar estos daños y potenciar, al mismo tiempo, el uso eficiente y sostenible de los recursos naturales, fundamentales para el desarrollo económico y el bienestar social de toda la población. En cuanto a los recursos hídricos, la estrategia se dirige, por una parte, a asegurar la calidad de las aguas y por otra, a la recuperación y gestión ambiental de los ríos, asegurando, entre otras cuestiones, que ningún municipio de más de 2.000 hab. vierta sus aguas a un río, o directamente al mar sin que hayan sido previamente depuradas. En cuanto a la biodiversidad, esta estrategia se dirige a potenciar la conservación y restauración, compatible con una explotación ambientalmente más sostenible de los recursos naturales. Las actuaciones más importantes van dirigidas a la protección del hábitat y especies más importantes. En cuanto al territorio, el principal objetivo es promover un desarrollo territorial sostenible y equilibrado, incentivando, en particular, el desarrollo en el medio rural, impulsando programas de desarrollo de espacios de baja densidad de población basados en sus recursos ambientales y en las mayores oportunidades que abren las nuevas demandas sociales: ocio, salud y cultura abren esas nuevas oportunidades para la revalorización del medio rural, para lo que es clave gestionar y conservar el paisaje, la biodiversidad y la cultura.


En la Unión Europea, la Red Natura 2000 es el principal instrumento para la conservación de la naturaleza. Constituye una red ecológica de ámbito europeo en la que se incluyen las áreas de conservación de la biodiversidad. Su fin es el de asegurar la supervivencia a largo plazo de las especies y los hábitats más amenazados, contribuyendo a detener la pérdida de biodiversidad que la actividad humana ocasiona sobre la naturaleza cuando ésta se despliega de forma desorganizada. En Extremadura, siguiendo esta línea se creó la Red de Espacios Naturales Protegidos, compuesta actualmente por los siguientes:

o El Parque Nacional de Monfragüe
o Los Parques Naturales del Tajo Internacional y de Cornalvo,
o La Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos
o Las cuatro Zonas de Interés Regional (ZIR): Llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes, Sierra de San Pedro, Sierra Grande de Hornachos y Embalse de Orellana y Sierra de Pela.
o Los Corredores Ecológicos y de Biodiversidad Pinares del Tietar, Río Alcarrache, Río Bembézar y Río Guadalupejo.


El Embalse de Orellana y Sierra de Pela forma parte así de la Red Natura 2000. Constituye una ZIR que cubre una superficie total de 42.610 hectáreas, extendida por el interior de los términos municipales de: Orellana la Vieja, Orellana de la Sierra, Acedera, Navalvillar de Pela, Casas de Don Pedro, Talarrubias, Puebla de Alcocer, Esparragosa de Lares y Campanario. Este área posee condiciones y características físicas excepcionales, englobando ecosistemas muy diferentes: sierras, dehesas, pastizales y humedal. En ese espacio conviven especies de animales gran interés para la conservación de sus especies, como la cigüeña negra, el águila perdicera y un elevado número de anátidas, entre otras. Por ello, este espacio ha sido clasificó como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), incluyéndose más tarde dentro de la Red de Espacios Naturales Protegidos por medio de declaración de Zona de Especial Conservación. Este espacio natural de Orellana y Sierra de Pela goza así de una triple consideración:

o Es Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA) /1991
o El Embalse de Orellana está incluido en la Lista Ramsar del Convenio sobre Humedales de Importancia  Internacional, como hábitat idóneo para la reproducción de aves acuáticas /1993.
o Está clasificado como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) / 2006





3. En un radio de 40 kms.
Sin embargo, el espacio de mi interés aquí no se limita al ámbito propio del Embalse de Orellana y Sierra de Pela, como parte integrante de los humedales que se han ido formando con las tierras bañadas por los otros embalses de la zona, sino a un espacio más extenso en el que conviven estrechamente tres biotopos más que incrementan su extraordinaria riqueza natural: sus dehesas, sierras y estepas, que vertebran así un territorio abierto y único, enmarcado por las sierras que rodean esa gran llanura donde se encuentra ubicada, en el centro, la Sierra-isla de Pela. Se trata de un espacio natural donde la actividad humana, especialmente en lo que se refiere al uso tradicional de los recursos naturales, se combina perfectamente con las mejores oportunidades para la conservación del medio.
Desde lo alto de esta sierra podemos localizar algunos de esos límites. Al norte: la sierra de Guadalupe y, a cierta distancia de ésta, hacia el oeste, la de Montánchez, ampliando ese límite septentrional el Corredor Ecológico y de Biodiversidad Río Guadalupejo por el este, en la comarca de las Villuercas y los Ibores. Al sur: entre Castuera, Benquerencia de la Serena y Cabeza de Buey, las sierras de Tiros y de la Rinconada; un poco más al este, las del Torozo, de Las Cabras y de la Moraleja, en las cercanías de Peñalsordo y Capilla, lindando ya con la provincia de Córdoba. Al este: las sierras de Los Golondrinos y de la Chimenea, en Puerto Peña, y al extremo, la Reserva Regional de Cijara, junto con las sierras de la Rinconada y de la Umbría, en las proximidades de Villarta de los Montes, prolongando ese arco, un poco más al sur, la sierra de Siruela -entre Siruela y Garlitos-. Y al oeste, finalmente: la extensa planicie formada por la comarca de Vegas Altas, cuya entrada parece custodiar aún el castillo de la Encomienda. Y, aunque fuera ya de ese radio imaginario de 40 kms, tres centros urbanos de gran significación histórica: Mérida, Trujillo y Guadalupe. Es un espacio rico, variado y espléndido para un observador que sólo busca asistir, de vez en vez, a las múltiples formas en que la naturaleza se manifiesta aquí, que lo hace, por cierto, con una gran variedad de matices y contrastes, casi imperceptibles en ocasiones, para alguien no avisado.


Aparte de las sierras boscosas más alejadas que lo circundan por el noreste, este espacio privilegiado de Extremadura se expande, desnudo de árboles, por entre grandes extensiones de pastizales -especialmente en la Serena- bañado hoy por una gran masa de agua de 2.465 Hm3 (6.395 Hm3 si atendemos a su máxima capacidad), el 45.4 % del total de agua embalsada en Extremadura, que se despliega por ese territorio formando una especie de V, marcando con sus brazos el curso retenido de los ríos Guadiana y Zújar. Aproximadamente en el vértice de esa uve, la población de Orellana la Vieja, junto a la presa de su nombre, hasta donde se extienden los 1.087 Hm3 de agua que le aportan los otros dos pantanos de Puerto Peña y Cijara, en el Guadiana. Sobre el Zújar, los pantanos del Zújar y la Serena, con sus 1.378 Hm3 de agua embalsada. Además de estos cinco pantanos, existen otros cinco más, que a pesar de sus pequeñas dimensiones, son de un especial interés desde el punto de vista ornitológico: los embalses de Sierra Brava, Ruecas, Cubilar, Gargáligas y Azur del Ruecas (157 Hm3 de agua embalsada).
En Extremadura existen 87 Lugares de Interés Comunitario (LIC), que ocupan el 20% de la superficie extremeña y 69 Zonas de Especial Protección de Aves (ZEPAS), con el 26% de esa extensión. En España, las ZEPAS ocupan 9.711.150 has, de las cuales, Castilla y León concentra el 20.6 % de esa superficie, seguidas por Castilla la Mancha y Andalucía, ambas con un 16.2% del total, y Extremadura, con el 11.2%. En ese espacio que hemos delimitado, existen las siguientes Zonas de Especial Protección de Aves:

o Embalse de Orellana y Sierra de Pela (42.610 has)
o La Serena (144.512 has)
o Puerto Peña-Los Golondrinos (33.031 has)
o Sierra de la Moraleja (596 has)
o Sierra de Siruela (6.611 has)
o Sierras de Peñalsordo y Capilla (4.545 has)
o Llanos de Zorita y Embalse de Sierra Brava (13.957 has)

En su conjunto, este área protegida constituye una superficie total de 245.861 has, el 31.8 % de la superficie total de Zepas en Extremadura (dato calculado por agregación individual de las que actualmente existen en la Red Natura 2000, diferente a los del Anuario Estadístico del MMARyM de 2008) cuyos pastos, especialmente los situados en los términos de Campanario, Castuera y Cabeza del Buey, sirven de tradicional alimento a las ovejas merinas tan abundantes en la zona, de las que se obtiene la excelente torta de queso de la Serena, al tiempo que constituyen un hábitat de alto valor ecológico para la reproducción de aves esteparias como avutardas y sisones -por nombrar sólo las de mayor tamaño-.


4. Mirando al futuro
Extremadura es, sin duda, una de las regiones europeas con mayor potencialidad para la conservación de la biodiversidad y una tierra especialmente atractiva para las aves, principalmente por el buen estado de conservación de sus hábitats naturales y por la elevada diversidad de paisajes, lo que constituye un ambiente muy favorable para su estancia y reproducción. Y éste territorio que hemos enmarcado aquí, una de sus zonas privilegiadas. Siguiendo la política impulsada por la Comunidad Europea, todos los países socios comparten actualmente las principales preocupaciones medioambientales a que está dando lugar el cambio climático: la calidad del aire y del agua, la situación hídrica, el consumo indiscriminado, el tratamiento de los residuos, la pérdida de la biodiversidad, la degradación del suelo y, en general, el uso no sostenible de los recursos naturales. Cada vez más, desde las Administraciones Públicas, se impulsa el desarrollo de programas específicos de actuación, encaminados a paliar, en la medida de lo posible, esta situación, procurando hacer compatible el crecimiento económico con un mayor respeto hacia los diferentes ecosistemas y tratando de frenar en lo posible la degradación medioambiental. Su conservación es un asunto de máxima importancia para la sociedad en su conjunto, y más en particular, para Extremadura, porque del cuidado y conservación de sus recursos naturales depende, en buena medida, el futuro económico de algunas de sus comarcas.


En buena medida, el futuro del medio rural está sustentado en la conservación de su medio natural y en la permanencia de la población en el territorio, un asunto demasiado importante para dejarlo en manos exclusiva de los políticos, que sin duda deben impulsar, apoyar y financiar todas las medidas tendentes a esos objetivos, pero no basta. Por una parte, la política está condicionada muchas veces por intereses económicos de corto plazo –vemos con demasiada frecuencia cómo la política local y autonómica está siendo reo y partícipe de intereses particulares, vinculados a la explotación urbanística del suelo, por ejemplo-. Desde cualquier opción política que se lleven a cabo esas medidas, éstas deben tener en consideración una condición esencial: en modo alguno cabe hoy comprometer –por acción o por omisión- la capacidad de las futuras generaciones para cubrir sus propias necesidades. Como seres humanos responsables tenemos la obligación moral de legar a las generaciones futuras la Naturaleza en las mejores condiciones posibles. Por otra, es en este punto donde entra en juego la actuación individual. Nada de todo eso es posible sin el apoyo individual y consciente de las personas que viven en el territorio. Sin su colaboración, sus cuidados y sus atenciones –sin un proyecto de vida personal y profesional dentro del territorio, en definitiva-, todas las actuaciones ejecutadas por los poderes públicos sobre el medio natural vienen a parar en baldío. El desarrollo del mundo rural hay que enfocarlo en términos de calidad de vida, con el objetivo puesto en fijar la población al territorio, para lo que es imprescindible un programa efectivo para el aprovechamiento de las nuevas oportunidades ligadas al turismo, a la salud, al ocio y al medio ambiente -para lo que en nada estorban las actividades tradicionales, sean éstas artesanas, agrícolas o ganaderas, al contrario, devengan en indispensables- pero del mismo modo es también imprescindible la iniciativa privada: sin la colaboración pública, las condiciones sobre las que apoyar cualquier iniciativa económica en este sentido, no existen; pero cuando esas condiciones son un hecho, cuando se da la posibilidad, sin la iniciativa privada, el desarrollo local no tiene futuro alguno y la naturaleza sola, tampoco. Esta riqueza natural constituye un tesoro a cuidar por todos los habitantes y también, por cuantos visitantes deseen disfrutarlo, porque a todos nos corresponde extremar los cuidados para su preservación, porque en las condiciones actuales, constituye el recurso económico básico sobre el que asentar el futuro. Entendido como recurso, pero también como legado histórico y de cultura, el territorio es un referente de la identidad de su población. Es pues un medio natural ligado a la biodiversidad, pero también constituye el hábitat humano, por lo que no sólo estamos obligados a conservarlo, cuidarlo y mantenerlo, sino también a descubrirlo desde el punto de vista de su historia y de su tradición, para así legarlo con mayor riqueza y valor a las generaciones futuras.