La Isla

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jueves, 18 de octubre de 2018

Colonia de ánsar común en Orellana

Hace unos días tuve ocasión de ver una colonia de ánsar común en el pantano de Orellana, en las inmediaciones de la ermita de Confederación que da vista a la Presa, compuesta por unos 40 o 50 ejemplares.  Algunos volaron hacia el agua cuando apreciaron mi presencia.

Todo indica que anidan por ese paraje. Ojalá se asiente por la zona.













viernes, 25 de mayo de 2018

Los Molinos harineros del señorío de Orellana la Vieja en el río Guadiana



En el primitivo cauce del río Guadiana, desde algún punto a la izquierda de la Isla que hoy se aprecia frente a su Playa en el embalse de Orellana y hasta una distancia de dos o tres kilómetros por debajo de la Presa actual, existió, desde al menos el año 1321, algún molino harinero, que a lo largo de los años de dominio señorial fueron sumándose a izquierda y derecha del río, procurando a la población  del lugar la imprescindible función de moler sus cereales. Desde la antigüedad, el aprovechamiento del agua como fuerza motriz vino a resolver por medio de molinos el problema de la molturación, sustituyendo la fuerza animal o acaso humana a un coste  relativamente bajo, mientras se lograba una efectividad muy superior.  Algunos de estos ingenios fueron instalándose a partir de la llegada de los Altamirano al lugar, aunque los documentos disponibles ya acreditan la  presencia de diferentes aceñas entre las posesiones que allí tenían los abuelos paternos de Juan Alfonso de la Cámara, primer señor de Orellana la Vieja.
 
Vista del molino del Capellán. Río Zújar

Situado en la margen izquierda del río, justo en el  vértice donde confluían, en el centro del cauce los términos de Orellana la Vieja, Orellana de la Sierra, Esparragosa de Lares y Campanario, estaba situado el de mayor importancia, al que llamaron siempre Molino Viejo, tal vez porque fuera el más remoto en el señorío. Aguas abajo, situado en la confluencia del Arroyo de Tamujoso con el Guadiana, en su margen izquierda, estaba el molino de ese nombre,  y en el extremo más occidental del término, también en la margen izquierda, el Molino Nuevo. Frente al molino Viejo, un tanto más abajo, el Molino de la Gangarrilla, el único que perduró activo hasta poco antes de embalsar las aguas la Presa de Orellana hacia 1957, del que algunas personas del lugar aún podrán evocar con aprecio el aroma de la harina recién extraída, aroma de cuyo recuerdo no quiero yo excluirme. Existió además otro de menor tamaño, el Molino del Cañal, también en la margen derecha, frente al de Tamujoso, en las inmediaciones de la dehesa del Coto y que tuvo que desaparecer antes del año 1540. Debo advertir que alguno de ellos, con el tiempo, tal vez llegaron a conocerse con otro nombre, aquí mantengo la denominación  original que consta en los documentos.

Marmitas en río Zújar. Molino del Capellán

Hace unos días visité el molino de Tamujoso, ahora casi oculto por la vegetación, aunque aún puede verse por dentro y apreciar parte de lo que configuraba su construcción. A tan solo unos pocos kilómetros, en el río Zújar, accesible desde la carretera del canal, existe otro muy similar, el molino del Capellán, habilitado modernamente para mostrar lo que habrían podido ser sus instalaciones originales. Usaré algunas de sus imágenes para tatar de complementar las que tenemos sobre los molinos del Guadiana, además de que abundan en este lugar las llamadas marmitas, oquedades  abiertas en la roca por la furia del agua durante siglos.

A continuación,  un breve recorrido con la información de que disponemos sobre las diferentes instalaciones.

Molino Viejo


Situado a la izquierda de la corriente del río, estaba construido frente a la confluencia del arroyo de las Tenerías, en un  paraje  conocido como la Bernagaleja. Tenía una casa aneja a sus instalaciones como vivienda para el molinero y aperos para su mantenimiento. Con cuatro ruedas de piedra era el mayor de su categoría y a pesar de su primitiva construcción era el único que estaba en plena producción en 1728. Debido a las malas condiciones económicas por las que atravesaba el marqués de Orellana, en años anteriores no pudo llevar a cabo las imprescindibles labores de conservación y ésta fue sin duda la causa que propició su casi total devastación, porque al poco no pudo resistir las fuertes crecidas del río, que destruyeron su presa, la casa  y la mayor parte de sus instalaciones.  Después de que en ese año se culminara su reconstrucción parcial, pudo arrendarse al vecino de Orellana Antonio Oxeda por 8.000 reales, incluyendo en ese precio el derecho a cobrar el uso de la barca que cruzaba el Guadiana a los pasajeros que no fueran del pueblo, así como el derecho para usar en invierno los restos que quedaran hábiles del molino de Tamujoso y, en verano, del molino de la Gangarrilla, ambos maltrechos por las inundaciones de esos años.



Marmitas en río Zújar. Molino del Capellán

Pese a la costosa reconstrucción de la presa, la reforma de su interior y los arreglos que se hicieron en la casa del molinero, aún faltaba la colocación de rodetes nuevos en sus cuatro juegos de piedras, lo que según los expertos del pueblo podría hacer que su arrendamiento subiera hasta los 12.000 reales.

Molino Nuevo


Fue construido también en la margen izquierda, en el  extremo más occidental del término de Orellana, donde se unía al de La Coronada y Don Benito, en la Isla de los Abades. Un memorial confeccionado hacia 1554 lo describe en pleno funcionamiento: "otro molino que se dice el Nuevo en la misma rivera en termino de Orellana que tiene quatro heridas y muelen al presente tres ruedas".  Debió perderse precisamente algunos años más tarde, porque en abril de 1600 algunos vecinos mayores de Orellana recordaban que “a mucho tiempo que se lo llevo el rio y no muele al presente  aunque este testigo le conoçio moler”. Aún se conserva una imagen del mismo, conocido localmente como molino de Forraje.


Molino Nuevo (denominación de 1728). Fotografía extraída de la página Web
Foro de Orellana e insertada por "
AURELIANA", bajo el nombre de La Molineta.

Molino de Tamujoso



Entrada del molino de Tamujoso


Molino de Tamujoso,  actualmente casi oculto por la vegetación.

Molino de Tamujoso. Exterior.

Según un memorial de los bienes del mayorazgo de 1599, este molino estaba situado en la dehesa de Las Gamitas, a la derecha tras iniciar el camino de Campanario desde Orellana. El Arroyo de Tamujoso vertía sus aguas en la margen izquierda del Guadiana, más abajo del citado vértice en el que confluyen los cuatro términos municipales citados. 
 
Interior del molino de Tamujoso
Más pequeño que los anteriores, estaba construido junto a un vado que existía en sus cercanías, zona tradicional de paso y donde parecían existir otras construcciones, aprovechando las aguas del propio arroyo antes de que confluyeran con el Guadiana: "Y de alli se paso al arroio de Tamujoso en donde y a distancia del mismo rio de Guadiana se reconozio un vestigio de un molino de sola una piedra imbernizo a quien le viene el agua por conducto artificial reducida a canal haciendo de exceso para el movimiento violento de agua despeñada en el que solo se hallo el despeñadero con las dos paredes maestras y parte del cubierto y señalamiento del conducto”.
 
Interior molino de Tamujoso
Tras la pérdida del molino Nuevo, debió el señor de Orellana plantearse la construcción de algún molino de menor tamaño o la recuperación de algún otro que ya existiera para ayudar a los trabajos del molino Viejo. El de Tamujoso  sirvió a partir de entonces para compensar en invierno el efecto de las crecidas del río sobre el molino Viejo;  en verano, ayudaba el de la Gangarilla, pero sin que podamos saber la fecha de construcción de uno y otro, aunque  en un memorial confeccionado durante la segunda mitad del siglo XVI, sólo se relacionan el molino Nuevo y Viejo, pero no el de Tamujoso ni el de la Gangarrilla.
 
Interior molino de Tamujoso
Ya en 1728, en efecto, y pese a las sucesivas reparaciones, estaban perdidos para el trabajo tanto el molino de Tamujoso como el de  la Gangarrilla, pues como explica Fernando Sánchez Moñino: ”dicho maiorazgo tiene un molino de trigo a que llaman el Viejo y este esta corriente y aunque tambien tiene el de Tamujoso y la represa de la Gangarrilla y todos en el rio de Guadiana excepto el de Tamujoso que esta en el arroyo del mismo nombre, pero estos estan sin uso... por lo que todos los efectos oi sirven de poco y solo lo que da renta es el Molino Viejo, pues los demas por perdidos no tienen utilidad alguna si no se reparan”.
 
Interior molino de Tamujoso






Molino de la Gangarrilla


La comitiva de personas que hacían el reconocimiento de los bienes del marqués de Orellana en 1728, fuente básica de esta información, después de visitar el molino Viejo y el de Tamujoso pasaron con la barca a la otra orilla, accediendo a las instalaciones del lavadero de lanas y caminando luego por el olivar del Coto, hasta el molino de la  Gangarrilla y la viña del Río.  Por el lugar en que se encontraba corrían aguas poco profundas, más apropiadas para un molino agostizo y de tamaño no muy grande: desde alli se paso a hacer vista de ojos del molino que llaman Gangarilla, y es una especie de presa que en el verano con poca agua artificiosamente se muele y consta de dos paredes maestras en que se fijan diferentes palos que sirven [par]a ympeler  la rueda del qual solo se le hallo vestigios de las paredes y canal por donde va el agua”. 

Hablando del arrendamiento del molino Viejo, un testigo explicaba “que dicho molino esta al medio del rio y de las dos juridiciones, de Orellana y el estado de la Serena, y aunque en dicho arrendamiento esta comprendido el molinillo de Tamujoso que serbia en el ybierno para moler quando se aguaba el de Guadiana por las muchas aguas esta arruinado, y tambien la Gangarrilla que esta en dicho arrendamiento y serbia el verano para moler con poca agua lo que no se puede conseguir en el molino grande”. Molino al que se refieren siempre las informaciones como represa: “Tiene otra presa que es la que llaman Gangarrilla, represa movil del rio en tiempo de verano...” siendo éste reconstruido posteriormente, porque fue el único de todos ellos que permaneció en funcionamiento hasta mediados del siglo XX, lugar en el que confluía el  camino que naciendo en Orellana se llamaba de la Molineta. 

Marmitas en río Zújar. Molino del Capellán

Molino del Cañal


Aunque no se cita en los documentos de 1629 ni en los de 1728 que nos sirven de referencia, tal vez porque hubiera ya desaparecido,  aún debió existir otro molino,  más pequeño, en la margen derecha del Guadiana, en las inmediaciones de la dehesa del Coto, al que la toponimia del lugar reservó el nombre del Cañal, situado frente al de Tamujoso pero más abajo,  Tal vez, junto al molino Viejo, fuera un molino de la primera época de poblamiento, porque El Cañal era ya un lugar mencionado en el relato sobre la herencia de bienes que recibió  Juan Alfonso de la Cámara de su padre en 1326 (“Heredamientos, pastos, casas, corral, torres, aceñas y canal (sic) que los dichos don Mateo y doña Inés, su mujer, padres de los susodichos y abuelos de los dichos Juan Alfonso, de la Cámara del Rey, habían en Orellana...”. Memorial de los Altamirano y Torres). Y aún se le recuerda a principios del siglo XVII, del que se dice que en las inmediaciones de las Dehesillas existía un "cañal que esta en la dicha rivera" y que a mediados del  XVI ya estaba perdido.

 
Piedra de moler. Exterior del molino del Capellán
En su forma más simple, un molino con canal está ideado para aprovechar la fuerza motriz del agua mediante una diferencia de nivel entre el molino y su canal. El  molino propiamente dicho debe asentarse en algún lugar a orillas del río y situado al final de un cierto desnivel en su cauce; más arriba se construye una presa para embalsar el agua y un canal que se deriva de la misma. La función de ese canal es la de retener el agua en un determinado punto, embalsarla y hacerla llegar al molino para que caiga libremente con fuerza sobre un cubo de obra adosado, desembocando éste en un estrechamiento llamado saetín, por medio del cual se conseguía dirigir el flujo de agua a presión sobre el rodezno, una rueda de hierro asentada en la base del artilugio de rotación  y dotada de anchas aspas radiales, en cuyo centro se alojaba el árbol por el que se transmitirá el movimiento de rotación sobre la muela. 

Molino del Capellán. Rodezno situado en el exterior

El árbol es una viga de madera, generalmente reforzada con aros de hierro, que se mantiene en vertical  y alojado en su base dentro del  rodezno, cumpliendo la función de transmitir el movimiento de rotación  impulsado por este a la muela a la que está sujeto en su extremo.  Las piedras se fabricaron hasta principios del siglo XIX  en granito -piedra morena española-, con un peso aproximado de entre  1 y 2 Tm. A partir de esas fechas fueron sustituyéndose por piedras blancas o francesas, fabricadas con forma de porciones de queso unidos con cemento y cinchos de hierro. Estas nuevas piedras presentaban la ventaja, además de su mayor ligereza, de necesitar una frecuencia diez veces menor para su recambio. 


Interior del molino del Capellán. Río Zújar.

La molturación se produce así por la fricción que se consigue ejercer sobre el grano insertado entre dos piedras, manteniéndose una de ellas fija, la piedra solera, girando sobre ella la piedra corredera que es la que recibe el movimiento de rotación que, atravesando el suelo del molino, le transmite el árbol. Por encima de ambas piedras, la tolva, por la que se va dejando caer el grano a medida que esta recibe sacudidas a impulsos de otro brazo articulado. Sobre este mecanismo básico se  añadían luego otros varios aparejos más o menos imprescindibles como pesas de equilibrado, poleas, palancas de cambio, etc.      

Interior del molino del Capellán. Río Zújar.


Otra modalidad de molino eran los de regolfo, en los que no existe canal, penetrando el agua en su  interior directamente por entre dos de sus tajamares a través de un conducto de sección rectangular que se estrecha considerablemente a la salida. Para que la fuerza motriz del agua consiguiera hacer girar el árbol el sistema se apoya sobre rodetes, situados en el interior de una cuba cilíndrica, por eso, algunos molinos eran instalados en medio del cauce del río para aprovechar directamente la fuerza del agua. Desde luego éstos eran de gran envergadura y construidos de mampostería y sillería para mejor soportar el empuje de la corriente.




jueves, 12 de abril de 2018

Condena a muerte de Fernando de Orellana [2]



Pero Fernando de Orellana hacía caso omiso de la justicia y prosiguió sin escrúpulo alguno perpetrando fechorías, “no queriendo obedescer ni complir las cartas y mandamientos de la dicha señora reyna nuestra señora ni de los deputados de la su Hermandad destos sus reynos que sobrello dieron…”. En septiembre de 1479, por ejemplo, siendo alcaide de la Fortaleza de Orellana, recibió un nuevo requerimiento real porque Juan Ruiz y Elvira Alonso, vecinos de Aldehuela, le reclamaban el ganado que les había robado en una de las dehesas arrendadas, y prosiguió en la misma actitud, como veremos.

Así que el temor que infundió con sus  amenazas en Lucas Martín causaron en éste el efecto deseado, impidiéndole mantener en adelante el arrendamiento de los pastos que servían de alimento a su ganado, forzando de este modo a Francisco de Meneses a reclamar de la justicia  que le exigieran reparación a Fernando de Orellana por los daños que le causaba en sus intereses, ya entrados en el invierno. Acudió incluso a la autoridad de su hermano,  obispo de Zamora, quien intervino, en efecto, ante los procuradores de la Santa Hermandad  para que atendieran su reclamación. Tal vez su mediación pudo acelerar el proceso, porque tan sólo doce días más tarde, la Junta General de las Hermandades (compuesta por  el duque don Alfonso de Aragón, conde de Rivagorza, presidente  y capitán General de las Hermandades y los diputados generales reunidos en Toledo, entre los que se encontraban Lorenzo Suárez y  Luis de Angulo, acompañados, entre otros,  por Alonso de Quintanilla, marques del Espinar)  acordó comunicar a Ferrando Ortiz, capitán de la Hermandad, la actitud díscola de Fernando ante la justicia: “Por lo qual vos requerimos y mandamos de parte de los dichos rey y reyna nuestros señores y de las dichas Hermandades y por virtud de los poderes que de sus altezas y de la Junta General tenemos, que aceptando el conocimiento de las dichas cabsas y negocios, llamadas y oidas las partes a quien atañen o atañer puedan en qualquier manera simplemente y de plano sin estrepitu ni figura de juicio, y sin dar luengas ni dilaciones de malicia, salvo solamente la verdad sabida, libredes judguedes y determinedes por un sentencia o sentencias asi interlocutorias como definitivas que en la dicha razon dedes y pronunciedes lo que fallardes por el tenor y forma de las leis y ordenanzas de las dichas Hermandades, llegando y faciendo llegar a debida execucion con efecto la sentencia o sentencias que en las dichas cabsas e negocios por vos fueren dadas y pronunciadas…”, citando para ello a cuantas personas considerase necesario.

El 28 de noviembre se reunió nuevamente la Junta General de las Hermandades en Toledo, redactándose  en esa ocasión un nuevo escrito dirigido a los alcaldes y diputados de las Hermandades de la ciudad de Trujillo y las provincias de Extremadura, así como de las otras ciudades, villas y lugares del reino y señoríos, en el que se explicaba cómo Francisco de Meneses, vecino y regidor de la villa de Talavera, había mostrado una sentencia en la que se condenaba a Fernando de Orellana a la pena de muerte, denunciando su actitud insidiosa frente a la justicia “contra todo derecho diz que face otros feos  y abominables delitos robando y prendiendo y amenazando a los que entran en las dichas dehesas, siendo del dicho Francisco de Meneses por justos y derechos titulos y que fasta oi la dicha sentencia no ha sido ni es executada en el dicho Ferrando de Orellana”, solicitando nuevamente que  fuera ejecutara, motivo por el que el Capitán General de las Hermandades les enviaba la mencionada carta,  por el tenor de la qual vos requerimos e mandamos de parte de los dichos rey y reyna nuestros señores y de las dichas Hermandades y por virtud de los poderes que de sus altezas y de la junta General tenemos que veades la dicha sentencia dada y pronunciada en la dicha razon contra el dicho Ferrando de Orellana y la executedes y lleguedes a debida execucion …sin poner en ello escusa ni tardanza ni otra dilacion alguna, de manera quel dicho Francisco de Meneses brevemente aia y alcance complimiento de justicia”.

El regidor de Talavera se había dirigido también al Consejo Real alegando el daño que se producía en sus intereses, porque al no poder arrendar las dehesas de Villalba, Carrascosa, Pizarroso y el Pizarralejo perdía 100.000 maravedíes anuales, mientras  Fernando de Orellana mantenía sus felonías,  despues de asi condegnado siempre ha cometido e comete cosas feas y mui inormes, robando y matando…”

Mientras tanto, viéndose acosado, por los agentes de la justicia real,  Fernando había tratado de refugiarse bajo la protección del obispo de Plasencia. Al corriente de sus maniobras, el regidor de Talavera pidió  de inmediato que se actuara severamente contra ese obispado para que no se entrometieran sus prelados en el  asunto y no entorpecieran la justicia civil, consiguiendo por medio de sus influencias la intervención de los Reyes Católicos por medio de una carta que le enviaron desde Toledo el 30 de noviembre de 1479,  ordenando que  sus vicarios se abstuvieran de intervenir judicialmente en las causas pendientes que existían contra Fernando de Orellana. Como la causa no pertenecía, en efecto, a la justicia eclesiástica, sino a la jurisdicción real, en la misma se expresaba: porque "agora el dicho Ferrando de Orellana se ha presentado en la carcel del obispo del dicho obispado de Plasencia y diz que vosotros o alguno de vos aveis dado vuestras cartas de inhibicion contra las justicias de la dicha cibdad de Trugillo y contra otra qualesquier mis justicias, para que non entiendan ni procedan contra el dicho Ferrando de Orellana. Lo qual dio que si asi pasase y vuestras cartas obiesen de ser complidas seria dar cabsa a que maiores daños el dicho Ferrando de Orellana ficiese y otros deseosos de mal vivir tomarian osadia para cometer semejantes cosas",  prosiguiendo la carta e en los términos siguientes: "Porque vos mando a todos y a cada uno de vos, que non vos entrometades de perturbar ni perturbedes cerca de lo suso dicho la mi justicia y que cesedes de dar y non dedes vuestras cartas contra las dichas mis justicias y vos desistades y apartades del conoscimiento de todo ello y lo remitades a la dicha mi juredicion real..." A pesar de todo lo dicho, Pedro de Orellana no llegaría a ser ajusticiado. Aún prosigue el asunto como veremos a continuación.


jueves, 5 de abril de 2018

Condena a muerte de Fernando de Orellana [1]


A partir de la muerte de García de Orellana como hemos comentado, se hizo cargo del dominio señorial su tío Pedro de Orellana el Viejo, hasta que la Reina Isabel mandó confiscar la Fortaleza de Orellana la Sierra en el verano de 1477, a la espera de que se resolviera el pleito que mantenía contra éste Francisco de Meneses por la sucesión al mayorazgo.  A principios de 1478 se produjo,  propiciado por la Reina, un acuerdo entre ambos (Acuerdo de Guadalupe), a consecuencia del  cual se dividió el patrimonio vinculado entre los dos  contendientes, quedando la titularidad del dominio señorial en poder de Pedro de Orellana,  correspondiéndole a Francisco de Meneses las dehesas de Villalba, Carrascosa, Pizarroso y Fizarralejo, tal y como hemos visto anteriormente. 

Resuelto de este modo el conflicto judicial, Pedro de Orellana fundó nuevo mayorazgo pocos años después en su hijo Fernando el 11 de abril de 1480, en las insólitas circunstancias que luego veremos, vinculando al mismo todos los bienes que le habían sido asignados en Guadalupe, nombrándole al mismo tiempo sucesor del  señorío de Orellana de la Sierra.

Pero Fernando de Orellana nunca aceptó de buen grado que parte de las tierras que hasta entonces habían pertenecido a su familia estuvieran ahora en poder del regidor de Talavera, así que a la llegada de los primeros rebaños mesteños, a cuyos dueños Francisco de Meneses arrendó en el otoño de 1478 los pastos de Villalba, la Carrascosa, Pizarroso y Pizarralejo, reaccionó con violencia contra los recién llegados. Uno de esos mesteños era Lucas Martín, natural de  Aldealengua de Pedraza, que había arrendado, como todos los años, los pastos de esas dehesas. Ya había mostrado antes Fernando su talante, cuando llevado por su ira, amenazó de muerte al procurador de Francisco de Meneses durante el proceso judicial que mantuvo contra su padre, así que a los pocos días de la llegada del mesteño con sus rebaños, éste sufrió de improviso el asaltado de  Fernando de Orellana, que le condujo a la fuerza a su castillo de Orellana de la Sierra “contra toda razón y justicia, no faciendo nin diciendo por qué mal, ni daño, ni prison debiera recebir.

Tras estos hechos, el hijo del mesteño denunció de inmediato la agresión ante el alcalde mayor en la villa de Talavera, en la que por entonces era corregidor Diego López de Ayala, dándole a conocer los detalles del confinamiento de su padre y el mal trato que había recibido por parte de Fernando de Orellana y solicitando  en consecuencia que interpusiera demanda judicial en su nombre ante la justicia, reclamando la protección del Concejo de la Mesta.

Lucas Martí sólo pudo salir al fin de su reclusión después de nueve semanas y tras pagar los 45.000 maravedíes que le exigió su captor. En las declaraciones que luego realizó el mesteño frente a los jueces contó éste con detalles lo que le habían sucedido mientras cuidaba su ganado en las proximidades de Zorita, donde irrumpió  violentamente contra él Fernando de Orellana, alcaide de la casa fuerte de Orellana de la Sierra, acompañado de otros tres jinetes y,  “contra toda razon y justicia, le fizo cavalgar en un cavallo suio que alli tenia y lo llevo preso al dicho castillo de Orellana, faciendo y cometiendo contra el carcel privada y caiendo en caso de Hermandad y que lo tobo preso cierto tiempo en el dicho castillo, no lo dejando ver ni fablar a persona alguna, de tal manera que no se sabia si era muerto ni vivo” reteniéndole hasta que “como a mesmo enemigo de la nuestra fe catholica” le pagaron 45.000 maravedíes por su rescate, haciéndole jurar que en adelante no volvería a pastar en aquellas dehesas  amenazándole de muerte si lo hacía, “e al tiempo que le obo de soltar saco partido con el y le hizo jurar y prometer que dende en adelante no comprase ni entrase a pacer con sus ganados las dichas mis dejesas, faciendole sobrello grandes amenazas que si en ellas entrara o las comprara el o otras qualesquier personas que los robaria y mataria y les tomaria todos los bienes y ganados que en ellas metiesen”.

Sometido así Fernando al proceso judicial y presentados los oportunos testimonios, el 14 de mayo de 1479 Gonzalo de Renes, miembro del Consejo Real y diputado de las provincias de Extremadura por la Junta General de las Hermandades pronunció finalmente sentencia contra Fernando de Orellana en Cáceres, considerando probados los hechos que se le imputaban: "avido mi acuerdo y deliberacion fallo que debo condegnar y condegno al dicho Fernando de Orellana a muerte natural y que muera a saeta, segund manda la ley de la dicha Hermandad. E mando de parte del rey y reyna nuestros señores y de la Junta de la Hermandad destos reynos y ruego y requiero de la mia a todos y qualesquier justicias, asi alcaldes de la Hermandad como otras qualesquier, de qualesquier cibdades y villas y logares destos regnos y señorios y a qualquier dellos ante quien esta mi sentencia pareciere y della fuere pedido complimiento de justicia o su traslado signado de escrivano publico que la cumplan en todo segund en ella se contiene y la fagan levar a debido efecto por la qual les doi todo poder complido segun que lo yo tengo de los dichos reyes nuestros señores y de la Junta General (Sentencia de muerte contra Fernando de Orellana. Cáceres, 14 de mayo de 1479. RAH Colec. Salazar, Libro M-96, fol. 200v). Actuaron junto a Renes como testigos, Alfon de Quintanilla y Gonzalo de Madrid, escribano y notario de la Cámara Real.