La Isla

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sábado, 30 de abril de 2011

Los Chaves, de Trujillo

A riesgo de desviarme un tanto del hilo argumental que seguiré a partir de ahora con respecto a los movimientos seguidos por García de Orellana y María Enríquez de Mayoralgo -nuestro nuevo personaje- en el litigio que mantuvieron ambos para conseguir la titularidad del mayorazgo de Orellana la Vieja, estimo oportuno incluir aquí algunas líneas sobre los  Chaves de Trujillo, con los que estuvo estrechamente emparentada doña María.

Alcázar de Luis de Chaves el Viejo. Trujillo

La llegada de los Chaves a Trujillo tuvo lugar a raiz del matrimonio de Marina Alfonso de Orellana, hija mayor de Juan Alfonso de la Cámara, con Hernando de Chaves, de Ciudad Rodrigo. Un hijo de éstos, Nuño García de Chaves, se afincó en Trujillo al casarse con Mayor Álvarez de Escobar, adonde había llegado hacia 1350 para hacerse cargo de los bienes que le había dejado su madre Mari Gil en herencia.

Plaza de Trujillo, con el Alcázar de Luis de Chaves, al fondo

Procrearon ambos a Martín de Chaves, muerto en guerra contra los musulmanes y a Luis de Chaves. Según Clodoaldo Naranjo, Martín de Chaves, mayorazgo de la Casa de la Cadena, -edificación a la que aún permanece adosada la conocida torre del Alfiler-, fue el progenitor de los Chaves-Orellana. Luis de Chaves el Viejo, el segundo de los hijos, casado con María de Sotomayor, hija del maestre de Alcántara don Gutierre de Sotomayor -primer conde de Belalcázar-, tuvo varios hijos, entre los cuales destacaron Alonso de Sotomayor, señor de los Tozos, de quien descienden los Chaves-Sotomayor y Martín de Chaves Sotomayor, cabeza de los Chaves-Mendoza.

Plaza de Trujillo, con la Torre del Alfiler, al fondo

Luis de Chaves el Viejo fue tal vez el personaje de mayor relevancia en el Trujillo de finales del siglo XV, no sólo por su destacada influencia en el gobierno de la ciudad, sino especialmente por su marcada posición política en su defensa de la Corona, luchando, primero, contra la nobleza rebelde, cuyas desmedidas ambiciones hicieron tambalear en más de una ocasión los cimientos mismos de la monarquía, y más tarde durante la guerra civil de 1475-79, desempeñando la difícil y arriesgada misión de conservar para la Corona la ciudad de Trujillo, en cuyo empeño perdió a dos de sus hijos en 1476 y otro más en la toma de Málaga en 1487, esfuerzo que le valió el profundo y sincero reconocimiento de los Reyes Católicos, que le distinguieron -especialmente la reina Isabel-, con prolongadas estancias en su alcázar en repetidas ocasiones. Participó asimismo en las luchas fratricidas que tuvieron lugar en Extremadura durante la segunda mitad del siglo XV entre Gómez Solís y Alonso de Monroy por el maestrazgo de la Orden de Alcántara, luchando al lado del segundo, hechos sobradamente conocidos de la historia de Extremadura.
Torre del Alfiler, con los escudos de los Chaves y los Orellana.Trujillo

Los Chaves-Sotomayor y los Chaves-Orellana emparentaron luego con diferentes miembros de los señores de Orellana la Vieja. Un descendiente de la primera rama, Luis de Chaves Sotomayor, contrajo matrimonio con María Portocarrero, hija de Hernando Portocarrero, hermano de Rodrigo de Orellana y de Gabriel de Orellana el Viejo -ambos señores de Orellana la Vieja-. Un hijo de este matrimonio, Juan Antonio de Chaves Sotomayor, fue a su vez el marido de su prima Catalina de Orellana, hermana de Gabriel de Orellana el Mozo, de quien hemos hablado en capítulos anteriores a cuento del asalto a la fortaleza de Orellana la Vieja. Martín de Chaves, descendiente de la segunda rama, tuvo un hijo llamado Luis de Chaves de la Calzada, que contrajo matrimonio con María Enríquez de Mayoralgo, nuestro personaje.


Alcázar de Luis de Chaves el Viejo. Trujillo

domingo, 17 de abril de 2011

García de Orellana y Figueroa

El mismo día en que había muerto Gabriel de Orellana el Mozo, 13º señor de Orellana la Vieja, García de Orellana, al tanto de los rumores que circulaban en Trujillo sobre algunos altercados que estaban teniendo lugar entre partidarios de unos y otros candidatos a la sucesión del mayorazgo, envió una carta a su alcalde mayor exponiendo las razones por las que se consideraba el único sucesor legítimo al señorío y mayorazgo de Orellana, añadiéndole en su escrito "que no consintiese que ninguna persona tomasse possession de los dichos bienes sino que los mandasse poner en secresto” hasta que tuviera alguna garantía de sus derechos. El vacío que se había producido en la jurisdicción del dominio no había durado mucho tiempo como hemos visto, porque el 20 de septiembre de 1599 ya había interpuesto don García una querella criminal contra Catalina de Mendoza, acusándole de haber ocupado algunas posesiones del mayorazgo: "a vuesa alteça suplico mande que los dichos bienes se pongan en secresto por que la dicha doña Catalina segun queda dicho se a entrado en algunos dellos sin ter[mino] ni fundamento y con vio[len]çia y podria sobrello aver revueltas y escandalos...", y al poco, otra contra Rodrigo de Orellana y Toledo, el 24 de enero de 1600, presentando un auto de vista en el Consejo para poner "embargo y secresto" a los bienes del mayorazgo de Orellana porque había entrado éste por la fuerza en su Fortaleza, tomando posesión de la misma y nombrando nuevos cargos de justicias.
Fortaleza de los Orellana. Orellana la Vieja

Advertido, García venía observando desde hacía tiempo con mucha atención los movimientos y las intenciones de sus adversarios y se mostró cauto, esperando el momento oportuno para combatirles con armas nuevas, apostando con decisión convertir en realidad lo que hasta hacía bien poco solo barruntaba como simple sospecha: las escrituras del mayorazgo fundado por Juan Alfonso de la Cámara habían sido manipuladas para que su madre, María de Orellana, no pudiera ejercer su legítimo derecho de sucesión. Sus recelos se fueron transformando en evidencia a medida que acumulaba más información y pruebas sobre tan delicado asunto. Si lograba demostrarlo ante la justicia, la jurisdicción del señorío volvería a sus manos, como sucesor de su madre. Su firme determinación en alcanzar ese propósito transformó pronto su denuncia en el catalizador de todos sus movimientos, inspirando en adelante todas sus acciones con ese fin. Lo primero que necesitaba eran testigos que le ayudaran a demostrar su filiación, a probar su descendencia directa de quienes habían sucedido con anterioridad a don Gabriel de Orellana en el mayorazgo. Consiguió así que acudieran a prestar declaración entonces nueve vecinos de Trujillo: Lorenzo Velazquez, Diego Martín Castellano, Gómez de Solís y Vargas -regidor del concejo-, Gonzalo Alonso, Luis Antonio de Chaves Sotomayor –marido de una hija de Hernando Portocarrero-, Juan de Chaves Santa Cruz, Juanillo Herrera, Juan de Truxillo, Jerónimo Fernández Regodón y un poco más tarde otros cuantos más de Orellana la Vieja: Juan Arias el Viejo, Martín Xil, Andrés Sánchez el Viexo, Mateo Xil, Francisco Hernández, Quiteria Gonçalez, Hernán Ruiz, Elvira Sánchez, Catalina Alonso, Catalina Hernández, Baltasar Rodríguez de Raudona y el licenciado Medina, cura párroco de la villa. Sus declaraciones comenzaron antes de terminar el mes de marzo de 1600, logrando acumular en poco tiempo sobrada información. Las indagaciones posteriores se realizaron siguiendo un orden de preguntas previamente establecido en un cuestionario, diseñado para informar unas pocas cuestiones clave, especialmente el grado de parentesco que relacionaba a las personas implicadas en el pleito de tenuta con los derechos de sucesión al mayorazgo. Puntualizadas todas esas declaraciones en un documento administrativo resultan sin duda reiteradas y de ostensible monotonía, como corresponde a esta clase de procesos, pero gracias a esa minuciosidad en sus manifestaciones, los detalles que incorporaba cada nuevo testimonio me fueron de mucha ayuda y pronto percibí que ninguna otra fuente me aportaría la riqueza de matices que tenía ante mis ojos y que el conocimiento que iba adquiriendo sobre el entramado de relaciones familiares y de parentesco en que se movían los personajes y miembros de cada familia solamente podría abarcarlo analizando minuciosamente cada una de sus explicaciones.

Casa de la Alberca
Casa solariega de los señores de Orellana la Vieja. Trujillo

Dos son los aspectos fundamentales que he podido entresacar de ese proceso indagador: la identidad, parentesco y relación entre los personajes que iban apareciendo y la naturaleza del patrimonio vinculado del dominio señorial en los años previos a su conversión en marquesado. Sobre lo primero me extiendo en estos capítulos y sobre lo segundo -el patrimonio del mayorazgo-, sólo haré un breve resumen a continuación, basado en las declaraciones de unos pocos testigos, porque sobre este particular volveré más extensamente en otro momento. En una copia del memorial que solicitó García de Orellana a la Audiencia de Granada figuraba un inventario en el que se relacionaban, con pequeñas diferencias sobre los anteriormente registrados, los bienes del mayorazgo, apareciendo en primer lugar la villa de Orellana la Vieja y su término, ejidos, prados y montes y los demas bienes incluidos en el mayorazgo, con su jurisdicción civil y criminal, nombramiento de oficiales de justicia y regidores del concejo, la escribanía pública y los tributos, pechos y derechos, que se pagaban al señor, especialmente los que debían satisfacer los labradores por cada yunta de tierra que labrase en el término. Cada vecino debía pagarle, además, dos gallinas, excepto hidalgos y clérigos. En el mismo estaban catalogados los bienes patrimoniales del mayorazgo, aunque con menor detalle que el proporcionado por el inventario que luego se haría en diciembre de 1728, como veremos más adelante. Entre las posesiones del mayorazgo se destacaban la Casa Fuerte, utilizada como residencia del titular del dominio; el molino Viejo (frente a la Bernagaleja) y el molino Nuevo (seguramente lo que luego se conoció como La Molineta), a orillas del Guadiana; un molino de aceite en el interior de la villa; una viña y un cañal situado en la margen derecha del río, en la dehesa de Esparragosilla, y una barca para cruzarlo; tres cercas en el interior de la villa; la dehesa de Cogolludo, en cuyo terreno estaba situada la Huerta que llamaban del Rey (actualmente, la casa de Maribañez –luego casa de recreo del marqués de Orellana- en cuyas inmediaciones se halla el Arroyo de la Huerta del Rey); la Huerta de Valdelapeña (el Chorrero, en el término de Navalvillar de Pela); la casa de Acedera, situada en el camino de Orellana; la casa solariega de Trujillo que llamaban de la Alberca y otras dos más situadas junto al corral de los toros; la viña de la Erguijuela; la dehesa de Encina Hermosa, lindando con la dehesa de Valhondo, el ejido de Ibahernando y caballerías de Trujillo.

Dehesa de Cogolludo

Pertenecía al mayorazgo asimismo el patronazgo de la capellanía del Alcornocalejo que servía el clérigo Hernán Vote y de la capellanía de Campanario; otros patronazgos, como el de Alcántara y la capellanía para la provisión de la cátedra de gramática de Orellana -una escuela donde se enseñaban las primeras letras- y el patronazgo fundado para financiar el sostenimiento del hospital de la villa. Volviendo a nuestro personaje, García de Orellana y Figueroa, hijo de Gómez Suárez de Figueroa y de María de Orellana, fue comendador de la Orden de Santiago en Montizón y Chiclana, en el partido de Campo de Montiel, cuyo título le fue concedido por Felipe II en 1595, conservándolo hasta su muerte, acaecida sin sucesión el 18 de julio de 1608. Gentilhombre de la Cámara de Felipe III, adoptó el apellido del señorío al convertirse en su 14º titular, pero antes debió atravesar un largo y difícil proceso en el que tuvo como contrincante a doña María de Mayoralgo, de la que hablaremos en siguientes capítulos. Queden mientras tanto aquí estos someros apuntes sobre García de Orellana, porque la pugna que sostuvieron entre ambos nos hará volver sobre él frecuentemente.