La Isla

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domingo, 5 de julio de 2020

Asalto al Palacio de Orellana la Vieja en el año 1599 [4]

4. Algunos pormenores sobre el asalto. Primer y segundo testigo

Por las declaraciones de un testigo que había llegado de Cáceres llamado Juan Domínguez, conocemos algunos detalles de lo que pudo presenciar directamente en esos días del verano de 1599, refiriendo éste en primer lugar que un día oyó un gran alboroto procedente del castillo y, acercándose, vio a un hombre con una vara de justicia que luego se enteró era el nuevo alcalde mayor que don Rodrigo había nombrado, y a un alguacil, con vara alta de justicia también, ambos situados en la puerta del castillo para impedir el paso a quienes se acercaran, porque estaba dentro don Rodrigo.

Había visto cómo atropellaron al escribano Juan Cabezas, a quien oyó decir a sus agresores "que mal hecho era aquel hazerse justicias donde no lo heran ni podian ser pues solo conocia por alcalde mayor a Antonio Sanchez Seuillano” que había sido puesto por doña Catalina, viendo cómo le maltrataban y daban empellones, rompiéndole y desgarrándole el sayo que llevaba y que por su intervención, y la de otras personas que allí se encontraban, “le dexaron y el dicho Juan Cabeças quedó de yr preso a la dicha fortaleza por euitar que no huuiesse alguno que echasse mano a la espada respeto de que las empuñauan ya para hazerlo y si lo hizieran segun eran los dichos agrauios viniera a resultar en alguna muerte...". Cuando fueron a prender al juez Antonio Sánchez, éste se levantó como pudo de la cama donde permanecía enfermo, tratando de imponerse y advirtiendo a las fuerzas de don Rodrigo que estaban cometiendo un delito por el que serian castigados. Llegó luego don Rodrigo y asiéndole con fuerza del pecho le dijo que era un desvergonzado, quitándole bruscamente la vara de justicia que tenía en las manos y a empellones, sus hombres lo llevaron preso a la fortaleza. Estaba, según este testigo  "muy enfermo y flaco y yua sin capa y sombrero" y que debido a su estado le llevaron más tarde a  un domicilio particular, de donde luego escapó.

A él mismo le expulsaron de la villa, recibiendo advertencia de que no volviera por allí y que dijera a cuantos encontrara por el camino que no dejaban entrar a ninguna persona en la villa ni en sus casas bajo pena de seis años de destierro y 50.000 maravedíes, para que nadie pudiese ver lo que hacían, pues estaban colocando toda clase de armas en la fortaleza. En Acedera oyó decir que muchos de los hombres que estaban con don Rodrigo los habían reclutado en los pueblos vecinos de la comarca y que en todos los lugares de alrededor había mucho alboroto, especialmente en  Acedera y Madrigalejo por este motivo.

Los vecinos de Orellana estaban atemorizados y alborotados por el empleo de la fuerza y las amenazas de don Rodrigo, por lo que muchos decidieron huir de sus casas, dejándolas  "al aluedrio de quien las quisiese tomar" poniéndose a salvo de la violencia que desplegaban los ocupantes, que seguía haciendo acopio de cuantas armas encontraban dentro o fuera de la fortaleza para poder repeler cualquier intento de ataque desde fuera. Algunos vecinos le dijeron a Juan Dominguez que don Rodrigo "hizo grandes preuenciones de armas, arcabuzes, alauardas, dardos y otras ofensiuas dando muestras de guerra y mando pregonar que ninguna persona, so pena de la vida, recogiesse a forastero ninguno en su casa" ni que nadie ayudara a los criados de doña Catalina.

Una vez que tuvo controlada la situación, echó fuera de la villa a cuantos "no le han acudido con armas para roforçarle en su violencia". Tomó luego Rodrigo las llaves a los guardas de la Fortaleza y sacando los enseres de su interior a la calle, los fue vendiendo o regalando a quien mejor le parecía, despilfarrando el trigo y los víveres almacenados por sus anteriores inquilinas, poniendo guardias y centinelas repartidos por toda la villa de Orellana, "teniendola apretada a forma de guerra", diciendo que no le echarían de allí sino muerto.

Volvían a Orellana desde Trujillo mientras tanto María de Mayoralgo y Luis de Chaves de la Calzada, señor de la Calzada, su marido, acompañados por  su nieta  y sus criados, pero sin atreverse a entrar en la población por las cosas que habían oído que allí pasaban: "no ossauan llegar a ella y andauan por los lugares comarcanos fuera de su casa, despojada la querellante de sus bienes y hazienda que causaua grande espanto y confusion a las personas que lo veian o oian lo que el acusado auia hecho y grauando su delito embiaua por los caminos de juridicion realengas criados suyos y personas de las que auia traydo armadas que saliessen a la dicha doña Maria y a los que con ella viniessen a les ocasionar para que se matassen con ellos" y para mejor conseguir su propósito Rodrigo había mandado decir al alcalde mayor de Truxillo, que pertenecía a su mismo bando, que maltratara y prendiera a cuantos apoyaran a Catalina de Mendoza y a su abuela.

Francisco Martínez fue otro testigo que se vio envuelto casualmente en los sucesos del 14 se septiembre, aportándonos con su testimonio también nuevos datos. Según su relato, cuando llegaron a Orellana las fuerzas de don Rodrigo, un hombre se acercó a la fortaleza a pedir agua; cuando bajó el portero para dársela, llegaron los demás con su jefe y empujando la puerta con fuerza penetraron en su  interior, cerrándola tras ellos, apoderándose de la fortaleza. Salieron a la puerta del castillo al cabo de un buen rato dos hombres con varas de justicia y,  poniéndose delante de ella, dijeron que eran el nuevo alcalde mayor y alguacil, nombrados por don Rodrigo. Desde allí bajaron al pueblo para prender a Antonio Sánchez y Juan Cabezas, presenciando el testigo cómo injuriaron a este último hasta el punto de tener que intervenir él mismo y Juan Domínguez en su defensa al ver que "se yuan encendiendo vnos con otros", acordando con las fuerzas que iría preso con ellos; sin embargo, cuando quiso auxiliar al alcalde no pudo porque llegó don Rodrigo con más gente armada y fue directamente a coger a Antonio Sánchez cuando venía a medio vestir, sin capa ni sombrero y con zapatos enchancletados, llevándole preso a la fortaleza, al que pudo ver más tarde en un mesón de Acedera, porque había escapado de la casa donde le dejaron enfermo. Todos los vecinos de Orellana estaban alarmados y atemorizados por estos hechos,  huyendo de la villa a los campos y dehesas y que también a él le mandó salir de la villa Rodrigo de Orellana, dándole un plazo de cuatro horas, so pena de doscientos azotes. Supo después que doña María de Mayoralgo había llegado hasta Acedera, armada, procedente de Madrigalejo, quien avisada de  las cosas que estaban allí pasando no se atrevía a intentar acercarse a Orellana la Vieja.