La Isla

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martes, 8 de enero de 2019

Los arquitectos Becerra en Orellana la Vieja durante la segunda mitad del Siglo XVI



La familia de maestros canteros trujillanos, Alonso y Francisco Becerra, dejó notable  huella de su oficio en la Orellana la Vieja de la segunda mitad del siglo XVI: la remodelación del Castillo-Palacio y la construcción de su iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción. Queda bien documentada la autoría de la iglesia por parte del segundo, pero no del Palacio, de lo que carecemos de datos fehacientes. Sí podemos afirmar, por el contrario, que no fueron los constructores del convento de San Benito, del que desconocemos todo lo relativo a su trazado, excepto que se terminó diez o quince años antes de comenzar las obras de la casa fuerte, hacia 1545. Tal vez sus constructores procedieran también de Trujillo, o acaso de Toledo, probados los vínculos sociales en esa ciudad de su fundadora, doña Teresa de Meneses. De una manera u otra, trataremos de glosar aquí su paso por esta villa y, por añadidura,  tratar  de desentrañar la autoría de la obra del Palacio.

Recreación del Palacio de los Orellana. Acuarela de Ángel Manzaneque
Tras el conflicto bélico por la sucesión a la Corona de Castilla en 1479, las ciudades extremeñas impulsan un proceso de cambio en su arquitectura, transformando paulatinamente las antiguas casas militares en palacios, buscando espacios vitales más abiertos, luminosos  y confortables. En Trujillo esas transformaciones hacen que a partir de entonces vayan desapareciendo del recinto amurallado fortalezas y baluartes defensivos,  adquiriendo poco a poco la ciudad un aspecto moderno, introduciendo en los nuevos edificios amplios patios interiores y numerosos balcones y ventanales a la calle que pronto cambiarán la fisonomía de la ciudad.
Palacio de los Orellana, tras su remodelación a mediados del S. XVI. Orellana la Vieja.
Foto de Fernando Garrorena, 1929.
Este es el caso, entre otros muchos, de la casa fuerte de Diego de Vargas, adquirida en 1542 por Juan Pizarro Orellana a su regreso del Perú. Las importantes obras de reforma del edificio, especialmente en la fachada principal y la incorporación de un esmerado patio interior que, además de mayor comodidad introducía luz en los aposentos interiores, hicieron del nuevo Palacio de los Pizarro Orellana una de las construcciones más emblemáticas de Trujillo. Sabemos que las obras estaban iniciadas en 1551, siguiendo el proyecto constructivo del arquitecto  Alonso Becerra. Otro tanto ocurre en diferentes lugares de su alfoz. Así, las transformaciones que tienen lugar por entonces en la fortaleza de Orellana la Vieja responden al mismo motivo, convirtiéndose la construcción defensiva en residencia palaciega de los señores de Orellana y luego de los diferentes titulares del marquesado.

Palacio de los Pizarro-Orellana, tras su remodelación a mediados del S. XVI. 
Acualmente, Colegio del Sagrado Corazón de Jesús. Trujillo

Detalle del balcón del Palacio Pizarro-Orellana, con los blasones de los Orellana y los Pizarro. 

Formaban el primitivo conjunto arquitectónico defensivo que hoy conocemos en Orellana cuatro torres, dos de ellas redondas y otras dos, situadas en los vértices diagonales de un espacio ligeramente elevado sobre la villa, cuadradas, limitando con el lienzo de muralla que las unían un recinto cerrado, abierto a poniente solo por su puerta principal. 

Estado de la casa fuerte original. Plano levantado por el arquitecto
Rafael Ardanaz Arranz. En trazo simple, lo desaparecido.
De todo el conjunto, hoy solo quedan en pié la torre principal y una de las redondas en su lateral norte. De las modificaciones introducidas en la segunda mitad del siglo XVI, sólo indicios. (Ver en este mismo Blog la entrada: “La casa fuerte de los Orellana” Abril, año 2013).


Esquema de transformación de la casa fuerte en palacio, a mediados del S. XVI. 
Plano levantado por el arquitecto Rafael Ardanaz Arranz. En trazo simple, lo desaparecido.

Es muy difícil llegar a conocer cuántas trasformaciones y de qué naturaleza se realizaron sobre la estructura original de la fortaleza durante esos años, aunque  sí sabemos que se construyó entonces un  hermoso patio plateresco, que según lo expresa el Conde de Canilleros en su obra “Extremadura” fue “la más artística construcción de la Siberia”. 

Detalle del patio del Palacio Pizarro-Orellana. Trujillo

Del mismo modo se expresa Carmelo Solís: “Tiene éste en toda su vuelta dos pisos, con arcos de medio punto el inferior y arquitrabado el superior, apoyando el dintel sobre zapatas encima de los capiteles en que en ambos pisos son jónicos. Los escudos de las enjutas y el pretil, de rica claraboya plateresca, restan al conjunto un toque de animada decoración. Este patio se emparenta con el del palacio Orellana-Pizarro, de Trujillo, y el claustro de San Miguel...” (REE, XXIX, 2, 1973), junto al magnífico balcón de cantería, construido al estilo de los que proliferaron en Trujillo,  a partir de la segunda mitad del siglo XVI, introduciendo así los primeros elementos ornamentales y artísticos abiertos al exterior.



Patio del Palacio Pizarro - Orellana. Trujillo


Patio del Palacio de los Orellana. Orellana la Vieja. Año 1929.
Foto de Fernando Garrorena. 

Gracias a la visita de inspección que realizó al Palacio de Orellana la Vieja en 1728 el juez trujillano don Joaquín Antonio de Tapia Valcarce, conocemos algunos detalles de las modificaciones que se introdujeron entonces en su interior: además de  acondicionar el salón adjunto a la torre principal y diferentes aposentos interiores, tenemos una sucinta información documentada referida a solo dos estancias: el Archivo, situado en una sala ovalada en la torre redonda que aún permanece, con ocho alacenas empotradas en la pared, donde se guardaba la documentación histórica de los titulares del señorío y el  Cuarto de los Azulejos, al que el vecino de Orellana Sánchez Moñino identifica como el “oratorio”, tal vez porque fuera ésta su función, la de servir de capilla a sus moradores.



Palacio de los Orellana. Interior de la torre redonda, con ocho 
alacenas en su estancia superior (Archivo). Orellana la Vieja. 

Por otra parte, siguiendo la práctica dominante en Trujillo de fijar esgrafiados en los muros interiores de las nuevas construcciones, en las obras de rehabilitación del Palacio de Orellana se incorporaron distintos motivos en el salón principal y en diferentes estancias, con representaciones menos fastuosas que las empleadas pocos años antes en el convento de San Benito de Orellana la Vieja. Aunque no se trataba de un recurso exclusivo de la época, durante estos años, principalmente a partir de la segunda mitad del XVI, el esgrafiado, como recurso ornamental, se generalizó en todo el proceso rehabilitador de los palacios extremeños,  aplicándose con cierta profusión en las estancias interiores de las nuevas construcciones. 


Palacio de los Orellana. Salón junto a la torre principal. 

Se trataba, por lo general, de mallas romboidales y con formas de diamante, o complejas representaciones iconográficas, predominando los motivos heráldicos, vegetales y representaciones humanas, zoomorfas o de seres fantásticos. Son por este motivo bien conocidos los numerosos esgrafiados de esta época en Trujillo, tanto en construcciones religiosas como civiles, generalmente en el interior, pero también en  otros casos, como ocurre en  los palacios de San Carlos y La Conquista,  se aplicaron en los paramentos exteriores de los edificios.

Esgrafiado en el friso del salón principal. Palacio de los Orellana. Orellana la Vieja.


Esgrafiado en el Palacio de los Orellana. Orellana la Vieja.

Para mí, lo extraordinario del caso es la notable semejanza de algunos de los esgrafiados de Trujillo con los de Orellana la Vieja, como si algunos hubieran sido ejecutados por la misma mano, lo que parecería razonable si pensamos que en Trujillo había una
importante cuadrilla de artesanos que conocían perfectamente los modelos y las técnicas del  esgrafiado y  que se desplazaban por donde quiera que viajaran los arquitectos y constructores de la época. Esta referencia a los esgrafiados viene al caso por su importancia para tratar de adjudicar la autoría de las obras realizadas en el Palacio de Orellana la Vieja a Alonso Becerra o a su hijo Francisco, como también lo es la extraordinaria similitud aludida, entre el patio del  Palacio de los Pizarro Orellana en Trujillo y el del Palacio de Orellana. Sabemos que el primero estaba siendo construido por Alonso Becerra en 1551 y el de Orellana la Vieja, debió ser encargado a uno de los dos arquitectos por Gabriel de Mendoza el Viejo. Ese encargo tuvo que producirse entre 1554, año en el que éste accede definitivamente a la titularidad del señorío de Orellana, tras desalojar del mismo a sus anteriores titulares y 1560,  fecha en la que le sucede en la titularidad su hijo Juan Alfonso de Orellana.

Esgrafiado en el interior de la iglesia de Santiago. Trujillo



Esgrafiado en el interior de la iglesia de Santiago. Trujillo

Esgrafiado en el convento de San Benito. Orellana la Vieja

Esgrafiado en el convento de San Benito. Orellana la Vieja


Gabriel de Mendoza, personaje ambicioso, intrigante y calculador supo, como hombre de su tiempo, ser al mismo tiempo innovador, transformando en palacio su fortaleza de Orellana y despojándola de su primitiva función defensiva, baluarte medieval que ya no habría de cumplir funciones militares como antaño fueron concebidas. (Ver en este mismo Blog la entrada: “Gabriel de Mendoza, el Viejo” Junio, año 2010). De lo que aquí se trata es de explicar el paso por Orellana la Vieja de los arquitectos extremeños y tratar de dilucidar, al mismo tiempo, las construcciones de cada uno de ellos en los monumentos de la población. Desde mi punto de vista, todo induce a pensar en Alonso Becerra, el padre, como ejecutor de la rehabilitación del Palacio, entre otras cuestiones porque las fechas que manejamos son demasiado tempranas para que Francisco Becerra, el hijo, hubiera adquirido la experiencia y madurez necesarias para abordar semejante construcción.
 

Balcón principal (segunda mitad del S. XVI). Palacio de los Orellana. Orellana la Vieja
Foto de Fernando Garrorena. Año 1929.

Desde muy joven Francisco trabajó como oficial de su padre, tanto en obra civil como religiosa. En 1553 colaboraba en la construcción de la iglesia de San Martin, aún bajo la dirección de Sancho de Cabrera y en 1558 en la iglesia de santa María. Entre  1560 y  1564 trabaja, todavía como oficial, en la iglesia de Herguijuela, trazada por su padre Alonso Becerra y luego en Garciaz (donde conoce a su mujer Juana González de Vergara, hija de otro oficial, durante la construcción de su iglesia parroquial). No es hasta 1566 cuando podemos apreciar, a estos efectos, su madurez e independencia profesional, año en el que figura por primera vez como maestro. Poco antes de 1570, época en la que debió morir su padre, comienza el claustro del convento trujillano de dominicas de San Miguel y Santa Isabel y ejecuta a partir de entonces diferentes trabajos como maestro en el Monasterio de Guadalupe, Valdetorres y en Trujillo, donde colabora en la construcción de los conventos de San Francisco, y la Concepción. Trabaja asimismo en el palacio de Gonzalo de las Casas, edificio considerado como uno de los más importantes de la arquitectura trujillana, además de la ejecución de varios puentes, el embalse de la Albuera y una gran portada para la Dehesa de las Yeguas, y más tarde, ya entre 1570 y 1573, en la construcción de la iglesia parroquial de Orellana la vieja, cuya ejecución por parte de Francisco está perfectamente documentada en el memorial de condiciones y licencia del Obispo Pero Ponce de León, firmado en Plasencia el 19 de julio de 1570.

Iglesia parroquial de Orellana la Vieja

Acabada la iglesia de Orellana, en junio de 1573 Francisco se embarca para las Indias, invitado por su amigo Gonzalo de las Casas, encomendero de Oaxaca. Le acompañaron grandes canteros trujillanos, discípulos suyos como Martín Casillas, Alonso Pablos y Jerónimo Hernández, con los que ejecutó grandes obras. Tanto en Nueva España como en Perú, convirtiéndose en uno de los mejores arquitectos renacentistas en América, muy cercano a las creaciones de los españoles Diego de Siloé y Andrés de Vandelvira. Con los Becerra se implanta definitivamente el plateresco en Extremadura, siguiendo muy de cerca los  postulados de Covarrubias, destacando sus obras por su simplicidad y limpieza en la ejecución.
 
Detalle exterior fachada naciente de la iglesia parroquial (1570-1573). Orellana la Vieja

Siguiendo a Carmelo Solís sabemos que Francisco Becerra nació en Trujillo en 1540. Hijo de Alonso Becerra, muy reconocido en Trujillo como arquitecto, destacó pronto como maestro cantero siguiendo los pasos de Sancho de Cabrera, con el cual realizó grandes obras. Su retrato físico nos lo proporciona el propio Francisco: “soy un hombre de mediana estatura y delgado y poca barba y que tengo los dientes altos, delante los menos y la barba entre rubia y negra”. El interés por la arquitectura le viene de una larga tradición familiar. Su abuelo Hernán González de Lara, trabajó junto a Covarrubias en la catedral de Toledo, siendo amigo personal del escultor Berruguete.

A su llegada a Nueva España, trabaja en Cuernavaca, Tepoztlán, Yanhuitlán, Tlaquiltenango, Totimehuacán, etc. Hacia 1575 fue nombrado maestro mayor de la catedral de Puebla, la más importante después de la catedral de México, ciudad en la que dirige asimismo los conventos de San Francisco y Santo Domingo. Pasado un tiempo, se traslada a Perú, primero a Quito y poco después, ya en 1582, a Lima, ciudad en la que el Virrey del Perú, don Martín Enríquez, le encarga el trazado de las Catedrales de Lima y Cuzco, de las que fue nombrado maestro mayor y que llegarían a ser las más importantes obras religiosas de la época, por lo que a Becerra se le considera el arquitecto de más relevancia e influencia del siglo dieciséis en el virreinato peruano. En 1586 tras un fuerte seísmo en Lima, tiene que encargarse de la reconstrucción de numerosos edificios, como es el caso del Palacio de los Virreyes. En el orden civil,  ejecuta una de las obras de mayor importancia que se llevan a cabo en la Ciudad de los Reyes por esas fechas, como fue la reforma de su sistema defensivo, siendo uno de los interventores en las defensas del puerto de El Callao. Francisco murió en Lima el año 1605.