La Isla

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jueves, 16 de diciembre de 2010

Rodrigo de Orellana y Toledo [y 4]

 
A Francisco Garrido el Viejo, con 80 años, le sorprendieron estos hechos distraído en la puerta de la Fortaleza "calçandose vn çapato como portero della", cuando sintió que se le acercaban dos hombres que él no conocía y que al volverse para cerrar la puerta, le cortaron el paso. Eran las nuevas autoridades locales: "el vno vio que lleuaua vara de justicia y le preguntaron que cuya era a quella casa y que si estaua en ella el señor y donde", a lo que asustado sólo alcanzó a responder que en Trujillo. En ese mismo instante llegó inadvertido don Rodrigo, con dos de a caballo y otro más a pie, y apeándose de la montura le preguntó si tenía llave la puerta principal y que dónde estaba, así que Garrido, quitándola de la cerradura se la dio sin mediar palabra a don Rodrigo. Benito Laso, que andaba por allí cerca y que tenía otro ejemplar de llaves también se las llevó, temeroso, "lo qual todo passo de bueno a bueno sin fuerça ni violençia y que don Rodrigo y los que con el venian no traian mas armas que sus espadas y dagas". En ese clima de tensión le ordenó don Rodrigo a Benito Laso que sacara de inmediato todo lo que encontrara, propiedad de los vecinos de Orellana, en el interior de la Fortaleza, pero advirtiéndole que todo lo que fuera de doña María Mayoralgo o de su nieta lo dejara donde lo encontrara y que hiciera un inventario. De todo ello tomaba buena nota el escribano que habían traído con ellos, al que por cierto, luego nombraron alcalde mayor de Orellana y que anduvo durante esos días midiendo el trigo y la cebada que había en el granero de la casa. A otras personas que venían con ellos les mandaron que fueran a tomar posesión del molino y de la barca y que pusieran guardas en las dehesas, un molinero y un barquero y a otros, en fin, que fueran colocando los venablos y las otras armas que habían traído de Trujillo. Todas aquellas prevenciones las tomaba Rodrigo porque esperaba una respuesta de doña María de Mayoralgo y de su marido Luis de Chaves, que sabía aguardaban acontecimientos apostados en Acedera, donde permanecieron todo el domingo siguiente, pero que al final, optaron por regresar a Trujillo y denunciar la situación ante los jueces, porque les habían dicho que Rodrigo estaba pregonando a voces que no le habrían de echar de aquella fortaleza sino muerto. Bartolomé Sánchez vivía en la fortaleza como mayordomo de los señores de Orellana. Durante el interrogatorio que promovió la justicia más tarde, respondió que doña María de Mayoralgo gozaba y administraba los bienes con su nieta Catalina como lo había hecho con su hermano Gabriel el Mozo.


Hacia las nueve o diez de la mañana del martes 14 de septiembre de 1599 había visto venir un pequeño rebaño de ganado por la Corredera, antes de llegar a Orellana, y que junto al ganado venían cuatro hombres con otras dos caballerías que le parecieron gitanos, hasta que llegaron cerca de donde él estaba, viendo entonces cómo se apearon dos de ellos, apartándose de los otros dos, y el que ceñía espada fue hacia la puerta principal del castillo y el otro, que era más pequeño, se quedó en la puerta del Coso escondido, sosteniendo en la mano una vara o dardo y el más grande llegó hasta la puerta principal del castillo donde vio que estaba sentado Francisco Garrido el Viejo y le pareció que hablaba con él, entrando luego en el castillo, siguiéndole el hombre más pequeño que se había escondido. Volvió Bartolomé la cabeza hacia el camino de Orellana de la Sierra y vio venir en aquella dirección cuatro o cinco hombres más a caballo, en dirección a Orellana. Sospechando mal de aquellas personas se volvió a su casa y le contó a Antonio Gómez, receptor de Granada, lo que había visto y sus sospechas. Cuando volvió, don Rodrigo de Orellana había entrado ya en el castillo. El mismo día había visto andar por allí a dos hombres con vara de justicia en nombre de don Rodrigo, visitando los mesones y haciendo otros actos de jurisdicción, al que acompañaba otro hombre que decía que era escribano, enterándose entonces que don Rodrigo había mandado prender a Juan Cabezas y Antonio Sánchez, escribano y alcalde mayor de Orellana y que habían oído a don Rodrigo pronunciar malas palabras, mandando tomar posesión del molino, poniendo molinero y barquero, mandando quitar todos los guardas de las dehesas y tomando posesion de todas las propiedades. Había de día y de noche muchas personas en el castillo y muchas armas para defenderse si venía doña María a echarles de la fortaleza y que esta estuvo todo un día en Acedera, pero sin atreverse a entrar en Orellana. Finalmente dijo Bartolomé que don Rodrigo había nombrado nuevo alcalde mayor a Pedro San Vicente y alguacil mayor a Juan Gómez, ambos de Plasencia. Informado el Consejo Real de estos hechos, se dispuso que el 14 de octubre de 1599 fuera a Orellana la Vieja don Diego Arze de Otalora en calidad de juez comisionado, con la misión de reducir por la fuerza a Rodrigo de Orellana y llevarle preso a la Corte, restituyendo de esta forma la jurisdicción del señorío a su estado original y deteniendo al mismo tiempo a cuantas personas hubieran colaborado con el asaltante. "Con esta comission fue requerido el dicho juez el qual parece fue a la villa de Orellana y en virtud della prendio al dicho don Rodrigo y le secrestó sus bienes y le traxo preso a la carcel real de esta Corte. Y también prendio a otros y restituyo y puso la jurisdicion de Orellana en el punto y estado en que estaua al tiempo y quando el dicho don Rodrigo la tomo y boluio al alcayde de la fortaleza y alcalde mayor y demas oficiales del concejo sus oficios según los tenian". La declaración de testigos se llevó a cabo primero en La Puebla de Alcocer, adonde llevaron también a Rodrigo a declarar ante el juez comisionado de Trujillo, y aunque en lo esencial relató los hechos conforme a lo que habían expuesto los otros testigos, en su versión niega que en ningún momento utilizara la violencia. Según su testimonio, cuando llegaron a Orellana se habían encontrado con la puerta de la fortaleza cerrada, guardada por un hombre que se llamaba Garrido, al que le preguntaron al llegar: "que hazeys ay, abrir, y luego abrio la dicha puerta y entro dentro con su mula y con los demás criados que lleuaua", sin hacer mención a que se hubiera valido de engaño alguno para entrar ni haberle intimidado con sus armas. Regresaba en ese momento del pueblo Benito Laso, mayordomo y alcaide de la fortaleza, al que pidieron las llaves, entregándoselas sin que éste les pusiera resistencia alguna y que las llaves de la puerta principal del castillo se las había dado también Garrido voluntariamente. Había nombrado a Pedro de San Vicente alcalde mayor, cubriendo también los cargos de escribano y alguacil "antes que entrasse en la dicha villa cerca del monasterio que esta en ella" para que de inmediato sustituyeran a los que había. Como no podía negar los hechos que se le imputaban optó en su declaración por ofrecer una versión dulce de los acontecimientos, donde en ningún momento se había empleado la fuerza con los cargos del concejo o vecinos de la villa. Sólo aceptó que se pertrechó cuanto pudo de armas en la fortaleza, quitándole siempre importancia, porque sabía que se acercaba don Luis de Chaves y doña María Mayoralgo con gente armada, con arcabuces y cueras de malla a echarle de la fortaleza y que las armas que tenía dispuestas eran sólo para su defensa. Después de oír todas las declaraciones el Fiscal interpuso contra Rodrigo de Orellana, finalmente, demanda criminal, manteniéndole mientras tanto preso en la Corte, porque "el susodicho con mano armada y con junta de gente por su autoridad con violencia y fuerça de armas entro y ocupo la villa de Orellana compeliendo a los alcaldes y justicia del dicho lugar le tuuiessen y reconociessen por señor del en lo qual cometio graue delito digno de que sea castigado rigurosa y exemplarmente como lo merece el dessacato y atreuimiento semejante; por lo cual pide sea condenado en las mayores y mas graues penas por derecho establecidas...".