La Isla

La Isla

miércoles, 7 de mayo de 2014

Negociaciones entre María Mayoralgo y García de Orellana

Negociaciones entre María Mayoralgo y García de Orellana

María de Mayoralgo mientras tanto, aunque ya cansada, no había parado de hacer gestiones por su cuenta, encargando al  licenciado Fuenllana, por ejemplo, que se valiera de las amistades que ella tenía para  que tratara de llegar a un acuerdo con García de Orellana, incluso ofreciéndole contraer matrimonio con su nieta Catalina de Mendoza y en cualquier caso, negociar una concordia para que cualquiera de los dos que ganara el pleito le diera a la otra parte una cantidad de dinero estipulada de antemano.  Ya lo había intentado en otras ocasiones. El 22 de mayo de 1601 había testificado en Montilla Fray Andrés Núñez de Andrada, prior del monasterio de San Agustín de esa villa,  ante el escribano Luis Fernández. En su testimonio dijo que en  noviembre del año anterior estuvo en el monasterio de San Felipe de Madrid, adonde María Mayoralgo le había enviado un recado por mediación de Fray Juan de Montalvo para que fuera a visitarla a su casa y estando allí ésta le pidió ayuda para encontrar alguna forma de concierto con García de Orellana  “sobre la subçesion del dicho mayorazgo que estava cansada de pleitos y de las molestias y pesadumbres que se le davan en ellos“,  y que para quitarse esas aflicciones quería negociar con él, por lo que deseaba que mediase en el conflicto hablándole y diciéndole que podía enseñarle escrituras relativas al mayorazgo para que las examinaran sus letrados. Visitó más tarde Fray Andrés a García de Figueroa y le comunicó la propuesta que le hacía doña María y también habló con su hermana Mencía Manrique de Figueroa, contestándole éste que dijera a doña María que primero le mostrase las escrituras y, conforme a su contenido, hablarían de concierto, pues no podía seguir adelante sin verlas. Volvió el fraile de nuevo a casa de doña María  para darle la respuesta de don García, contestando airada ésta “que no avia de mostrar escripturas de ninguna manera hasta que el conçierto estuviese fecho y escriptura dello”.

Temiendo que una vez en poder de los documentos García accediera sin trabas a la posesión de todos los bienes del mayorazgo, lo que tal vez tratara de negociar en último término doña María acaso fuera algún tipo de compensación económica para su nieta Catalina. Anduvo el fraile así de un lado para otro deseando que llegaran cuanto antes a una concordia, hasta que, percibiendo que don García mantendría firme su posición, le llegó la oportunidad de motivar un arreglo mostrándole a doña María un escrito que le dirigía el maestro trinitario fray Diego de Ávila, en el que trataba de persuadirla de que entregara las escrituras que tenía.  Debió mover el fraile con talento en su escrito alguna fibra sensible de su afligido espíritu porque su lectura puso inesperado término a sus recelos, admitiendo entonces que, en efecto, tenía escondidas ciertas escrituras pertenecientes al mayorazgo de Orellana y que si llegaban a un arreglo las enseñaría. Se interesó seguidamente el fraile por el testamento de Pedro Alfonso de Orellana, hijo de Juan Alfonso de la Cámara, a lo que respondió que temía que ese documento hubiera desaparecido la noche que había entregado las llaves para que entraran en el archivo de la Casa Fuerte y se llevaran los documentos a la villa de Aldea del Cano, pero añadiendo conciliadora, buscando acaso aliviar la presión que había soportado durante tanto tiempo, que habiendo sucedido varón desde Gabriel de Orellana el Viejo, al morir su nieto Gabriel el Mozo sin sucesión, no pudo permitir que siguieran en el archivo de Orellana los documentos, porque los necesitaba para hacer valer la sucesión de su nieta Catalina de Mendoza, admitiendo de este modo que el contenido de las escrituras originales no negaban la sucesión de mujer en el mayorazgo, como lo expresaba el escribano transcribiendo su declaración: “la causa que le avia movido a esconder mexor y alçar a desora de la noche los papeles que tenia escondidos y ocultados tocantes a el dicho mayorazgo de Orellana fue que avia muerto su nieto que por linea de varon avia subçedido en el dicho mayorazgo y aviendo de suçeder varon en el lo avia de aver don Gabriel (sic)  de Orellana. Temiendose que el susodicho no supiese de los dichos  papeles y los urtase y escondiese los avia hecho ella esconder y poner en el lugar mas seguro dando a entender que en los dichos papeles avia alguna escritura por donde la hembra es llamada a la subçesion del dicho mayorazgo pues la dicha doña Maria lo pretende para una nieta suya”. 


A la vista de los papeles que finalmente entregó doña María, pudo al fin justificar don García tras su  minucioso estudio que los presentados por la parte contraria habían sido falsificados: “y porque en el estado que oy el pleito tiene es tan claro que no puede dudarse que el traslado de la escritura que llaman de mayorazgo en contrario presentada es falso y falsamente fabricado como por el mismo pareçe y por la escritura de testamento original de Juan Alonso de la Camara exibida por doña Maria Mayoralgo curadora de la dicha doña Catalina y las sentençias que se dieron en favor de don Gabriel su nieto en que agora se quiere fundar el dicho don Rodrigo de Orellana y su hijo son nulas…”, de forma que las sentencias anteriores debían ser anuladas, por estar basadas en copias falsificadas de las escrituras originales y las reglas de sucesión al mayorazgo restablecidas en adelante, siguiendo las normas del mayorazgo regular ordinario “en que las hijas y hermanas de los posehedores suçeden y an de suçeder y no los varones transversales remotos”.  Quedaba claro que Gabriel de Orellana el Viejo, Juan Alonso de Orellana y su nieto Gabriel de Orellana el Mozo, nunca debieron acceder a la titularidad del señorío de Orellana la Vieja, haciendo valer fraudulentamente su candidatura sobre la línea de sucesión a la que pertenecía María de Orellana.