La Isla

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lunes, 13 de abril de 2020

Asalto al Palacio de Orellana la Vieja en el año 1599 [3]


3. Asalto a la Casa Fuerte
 Durante los años intermedios se siguen noticias de unos y otros hasta que en 1593 sucede en el mayorazgo Gabriel Alfonso de Orellana el Mozo, 13º titular, nieto de Gabriel el Viejo, obteniendo el 20 de julio de ese año la notificación de una nueva sentencia en su favor.  Habiendo sucedido este último aprovechó doña María para reclamar nuevamente la jurisdicción del señorío, dando lugar al establecimiento de un nuevo juicio en Granada, acompañada esta vez por su hijo García de Orellana y Figueroa que, con renovado empeño,  se convierte a partir de entonces en el continuador del tenaz esfuerzo y perseverancia que demostró su madre. Esta vez doña María, tal vez advertida ya de las artimañas de su tío, estaba resuelta a combatir sus desmanes apoyando directamente con fuerza su demanda en una acusación directa: su tío Gabriel había manipulado y falseado las escrituras que había presentado en la Chancillería en 1549. De este modo hizo saber a los jueces que las escrituras que manejaban carecían de todo crédito y que sólo las originales debían ser tenidas en consideración, introduciendo serias dudas por primera vez sobre la autenticidad de los documentos con los que trabajaban.

Tras un laborioso proceso de investigación que se llevó a cabo en Sevilla (ver artículo de este Blog: “Historia del fraude perpetrado en una escritura del mayorazgo de Orellana la Vieja.” de 18/7/2019)  pudo al fin probarse que los documentos originales avalaban sin lugar a dudas las razones de María de Orellana. Obtuvieron madre e hijo así, el 2 de septiembre de 1594 en la Chancillería de Granada, una sentencia de revista favorable a sus pretensiones. Era, al fin, un resultado triunfal para su nueva estrategia. Se trataba de una sentencia definitiva y, que además, revocaba explícitamente todas las anteriores, declarando a doña María de Orellana y por su fallecimiento a su hijo García, sucesor al mayorazgo y señorío de Orellana la Vieja.

En la misma se condenaba a los descendientes de Gabriel de Orellana a que devolvieran a María de Orellana y en su nombre a su hijo, los frutos y rentas que el dicho mayorazgo hubiera producido hasta el mismo día de su restitución. Lograba el hijo por fin los anhelos mantenidos sin desmayo por su madre durante los últimos cuarenta años de su vida: "por legitimo sucessor he llamado al vinculo e mayorazgo que fundo Juan Alfonso de Truxillo... e condenamos al dicho Luys de Chaues como curador del dicho D. Gabriel Alfonso de Orellana y al dicho D. Iuan Alfonso de Orellana difunto a que dentro de nueve dias como fuere requerido con la carta executoria de su Magestad que de la nuestra sentencia se diere entregue y restituya al dicho don Garcia de Figueroa los bienes del dicho vinculo y mayorazgo y acrecentamientos del para que los tenga e possea  con los vinculos y condiciones en el dicho mayorazgo contenidos...". Parecía esto, al fin, la culminación de tan prolongada  etapa de frustración y desaliento.

Gabriel Alfonso de Orellana el Mozo, 13º señor de Orellana la Vieja, nieto de don Gabriel el Viejo, apeló la sentencia, y obtuvo, contra todo pronóstico, nuevamente del Consejo un dictamen favorable en el grado de Mil y Quinientas, revocando en consecuencia la de revista de septiembre de 1594 y confirmando la resolución anterior de 1554. De poco valieron a don García de Orellana sus denuncias y protestas, porque esta última sentencia revocaba la anterior que de manera tan fugaz se había declarado a su favor, dándole ahora la razón de nuevo a la familia Mendoza.
Pero a su vez, la  inesperada muerte de Gabriel el Mozo sin descendencia en marzo de 1599 desencadenó otra serie de nuevos acontecimientos, dando ocasión en este punto a que aparecieran nuevos aspirantes y con ellos nuevos pleitos, promovidos  por  miembros de las diferentes ramas de una familia ya muy disgregada, representadas por Rodrigo de Orellana y Toledo por una parte y García de Orellana y Figueroa por otra, enfrentados ambos a Catalina de Mendoza Orellana (hija del 12º señor de Orellana), sin que importara ahora su condición de mujer, que junto a su marido Juan de Chaves Sotomayor, señor de los Tozos, ansiaban proseguir la sucesión lograda por sus progenitores.

Este cúmulo de complicaciones sobrepasó abruptamente el grado soportable de hastío que sufría Rodrigo desde la frustrada reclamación de sus pretendidos derechos en 1577. Por lo que tan solo un mes después de la muerte de Gabriel el Mozo se lanzó resueltamente a poner fin, por vía de los hechos, a tales desmanes, disponiéndose a preparar desde entonces el asalto a la fortaleza de Orellana.

Las cosas en este punto habían creado ya una fuerte tensión, tanto en Trujillo como en la propia villa de Orellana la Vieja, donde los vecinos de uno y otro lugar, al tanto de las pretensiones violentas de Rodrigo de Orellana, protagonizaban  ya los primeros altercados públicos. Desde el principio, Juan Correa Hurtado, su procurador,  le mantuvo puntualmente informado de las reyertas que comenzaban a producirse a causa de sus pretensiones: "otrosi digo que sobre tomar la actual possession de la dicha villa y bienes del dicho mayorazgo y acrecentados en el ha auido y ay en la ciudad de Truxillo y en la dicha villa de Orellana y en otras partes donde esstan los dichos bienes mucho escandalo y alteracion y juntas de gentes armadas y aun heridas y ay peligro de suceder muchos alborotos y escandalos e inconuenientes a que no es justo se de lugar...".

Horas antes, preocupado por lo que se barruntaba en la ciudad como consecuencia de no saber sobre quien recaerían finalmente los derechos de sucesión al mayorazgo, mientras agonizaba en Trujillo Gabriel el Mozo, y sobre todo, por la amenaza de que se llevaran a cabo los actos violentos advertidos en Orellana, el alcalde mayor de esta ciudad emitió el 23 de marzo de 1599 un auto, a las cinco de la mañana, para contener los disturbios que estaban a punto de producirse como consecuencia de las fuertes discrepancias que manifestaban entretanto cada uno de los tres candidatos, porque "entre los que pretenden tener derecho a su sucession de su casa y mayorazgo ay grandes diferencias y alborotos por ser todos los pretensores gente principal y auer parcialidades en Truxillo sino se ocurriesse con remedio eficaz", viéndose apremiado a ordenar con sigilo que ciertas personas fueran arrestadas en sus domicilios, de los que no podrían salir bajo pena de 1.000 ducados,  advirtiendo al tiempo "que ninguna persona de ningun estado calidad que sea con poder o sin el del que pretendiere ser llamado al dicho mayorazgo se atreua a tomar possession y autos della...".

Temeroso aún de no poder contener de esta manera a quienes sabía que ansiaban poseer el señorío a cualquier precio, mandó que se enviaran requisitorias también a los justicias de Orellana la Vieja para que de ningún modo "consientan que persona alguna tome la possession de los bienes del mayorazgo del dicho don Gabriel y la denieguen a quien la pidiere", insertando el auto anterior en la nueva orden para que lo cumplieran, avisándoles de cuanto debían hacer al respecto. Ordenó asimismo a todos los escribanos de Trujillo que no realizaran diligencia alguna si moría don Gabriel sin que él tuviera conocimiento de ello, para que ninguno de los candidatos se atreviera a tomar posesión de ese modo del señorío en Orellana.

El día 26 de marzo, a medio día, certificaba un médico la muerte del hasta entonces señor de Orellana, en presencia del  alcalde mayor de Trujillo, que  ordenó de inmediato, como primera medida cautelar, que se confiscaran todos los bienes del mayorazgo de Orellana con el fin de evitar mayores males, porque "a la sucession de su casa y mayorazgo ay pretensores y gente poderosa de quien se podia recelar como se recelaua que para aprehender y tomar la possession de los bienes del dicho mayorazgo podia causar algun alboroto y escandalo mandó poner en secresto y deposito todos los bienes del mayorazgo...". Sin duda, sus sospechas no carecían de fundamento, porque de todos eran conocidas las verdaderas intenciones de Rodrigo. Conocedor a un tiempo de los movimientos que pretendía doña Catalina de Mendoza, lo primero que hizo el alcalde fue acercarse precisamente a la casa de doña María Mayoralgo, su abuela, donde pudo encontrarla acompañada de su marido Luis de Chaves y de Cristóbal de Mayoralgo, su padre, quienes  respondiendo a sus preguntas le dijeron que todos los papeles del mayorazgo estaban en el archivo de la Casa Fuerte de Orellana la Vieja. 

Aún en la casa, y sin que mediara palabra alguna, se dirigió el alcalde a un escritorio que había en una estancia, del que extrajo, sin recato, cierta cantidad de dinero que luego mandó devolver a su dueña a cambio de constituir con aquella suma un fondo de fianza por lo que pudiera pasar, sabiendo los movimientos de ocupación que ésta, como Rodrigo, proyectaban: "y abrio el dicho alcalde mayor vn escritorio y sacó ciertos dineros que mandó entregar a la dicha doña Maria, con fianças, la qual dixo que apelaua de lo hecho por el dicho alcalde mayor". Viéndose descubierta María, le solicitó, como única respuesta, su ayuda, pidiéndole encarecidamente que "la amparasse en la possession que tenia tomada pacificamente de los bienes del dicho mayorazgo por doña Catalina de Orellana su nieta," contestando éste, inflexible, que solicitara a la justicia cuanto quisiera con sus razones, pero que él estaba resuelto a seguir actuando conforme a derecho, y para que no le quedara duda sobre su determinación, ordenó el mismo día 27 de marzo que se notificara de inmediato, a uno de los oficiales del concejo de Trujillo, su designación como depositario y responsable directo del cobro de todos los arrendamientos y rentas a las que tuviera derecho el señor de Orellana la Vieja, empezando por las dehesas de Cogolludo, el Bodonal y las otras propiedades, disponiendo que a partir de ese momento todos los arrendatarios, mayorales,  pastores y cualquier otro deudor, realizaran sus pagos a dicho oficial "so pena de pagarlo otra vez", y que mantuviera esta orden hasta que él mandara lo contrario. 

No tuvo entonces más remedio María de Mayoralgo que confesarle que su nieta Catalina de Mendoza ya se había adelantado la tarde anterior, enviando a su procurador a la villa de Orellana para tomar posesión del mayorazgo,  quien en la misma fecha presentó  sus títulos de poder al alcalde mayor de Orellana la Vieja, diciéndole que don Gabriel había muerto y que por lo tanto, doña Catalina, su hermana, sucedía en el mayorazgo como legítima heredera desde ese mismo momento.

Catalina tomó posesión, en efecto, el mismo día 26 de la villa de Orellana la Vieja con sus vasallos, "jurisdiccion civil y criminal  alto y baxo mero mixto imperio", la Casa Fuerte, las dehesas de Cogolludo y  Esparragosilla, barca, molinos y las otras propiedades del mayorazgo, en virtud de cuyo auto el alcalde mayor le acompañó en su visita al interior de la fortaleza, en manifestación de acatamiento  hacia doña Catalina, llevándose a cabo la toma de posesion “quieta y pacificamente sin contradicion de persona alguna.” La llegada a Orellana de Catalina de Mendoza parece que fue aceptada por los vecinos de forma apacible, dejando que organizara la Casa Fuerte, tomando posesión de todos sus bienes y conservando en sus cargos de alcalde mayor, alguacil y escribano del señorío a las personas nombradas por Gabriel el Mozo.

Al conocer estos hechos, la reacción de Rodrigo de Orellana y Toledo  no se demoró y puso de inmediato una demanda de tenuta sobre el mayorazgo de Orellana el día 1 de abril de 1599 y que en consecuencia de tales acontecimientos se habían producido serios enfrentamientos entre bandos encontrados:  "ha auido y ay  en Truxillo, Orellana y otras partes donde estauan los dichos bienes mucho escandalos y alteracion y juntas de gente armada y aun heridas y auia peligro de suceder muchos alborotos y escandalos e inconuenientes a que no era justo se diese lugar",  solicitando al mismo tiempo que se diera autorización al corregidor de Trujillo para que confiscara todas las rentas y frutos del mayorazgo y que sólo fueran estos entregados a la persona que designara el Consejo Real, que de momento denegó decretar tal  embargo. 

Aunque la requisitoria del juez de Trujillo había llegado a manos del alcalde mayor de Orellana la Vieja al día siguiente de firmarla, "el qual dixo que el dia antes tenia dada la possession de la villa de Orellana y el mayorazgo della a doña Catalina y a su procurador quieta y pacificamente sin contradicion alguna constandole como le constaua ser vnica hermana legitima de don Gabriel difunto, vltimo posseedor...", nada pudo finalmente evitarse.

Rodrigo se había presentado el mismo día 27 en el molino Viejo, frente a la Bernagaleja, acompañado de un escribano que se llamaba Francisco de Campo, que dio fe "de cómo se passeio por el" lo mismo de todo lo que iban señalándole, hasta llegar a la dehesa de Cogolludo. Al intentar entrar en la villa de Orellana para continuar la toma de posesión, siempre acompañado de su escribano, "salio a la entrada Antonio Sanchez que haze el oficio de alcalde con vara de justicia y con vun escriuano y otros quatro hombres y les impidio la entrada y mando que no entrassen so pena de veinte mil maravedis y a Francisco de Campo so la misma pena y dozientos açotes y assi no pudo entrar a la continuacion de la dicha possession en la dicha villa". En algún momento, el procurador de doña Catalina le dijo a Francisco de Campo que no podía tramitar el escrito de diligencias que estaba haciendo sobre las propiedades que le ordenaba don Rodrigo, porque era ya doña Catalina señora de Orellana a lo que el escribano contestó sin titubeos que lo era su señor, conforme a las disposiciones de la leyes de Toro, continuando su recorrido por el olivar de las Dehesillas y por la dehesa del Bodonal.

Transcurridos cinco meses, viendo Rodrigo que la Justicia no daba una pronta solución a sus demandas, furioso, se lanzó a la aventura de tomar Orellana por la fuerza, con la pretensión de erigirse en legítimo señor, despojando a Catalina de Mendoza de los supuestos derechos que se había arrogado por cuenta propia.

Durante ese verano se dedicó a organizar su expedición de asalto desde Trujillo, reclutando gente armada en Villanueva de la Serena, Campanario y Esparragosa de Lares, con el decidido propósito de apoderarse de la Casa Fuerte. Cuando estuvo listo se puso en marcha hacia Orellana la Vieja, adonde llegó el  14 de septiembre de 1599, dirigiéndose a la fortaleza resuelto a tomarla por la fuerza, aunque encontrara resistencia, porque venía preparado para ponerle cerco si fuera necesario: "hasta que se le dieran por fuerça o de hambre", así que "entro con fuerça y violencia en la dicha villa y contra la voluntad de las querellantes y los ministros de justicia que en ellas tenia forçando y rompiendo el castillo y casa de las dichas doña Maria y doña Catalina expelio por fuerça sus vassallos y criados que en ella estauan y por malos tratamientos que les hizo y por fuerça de armas con que les compelio se apodero de la dicha casa y castillo y alçandose con todos los bienes que enella tenian...".

Tras irrumpir en el recinto amurallado nombró nuevo alcalde mayor, escribano y los demás oficiales de justicia, y haciéndose acompañar por ellos y por los hombres armados que iban con él bajó a la plaza del pueblo, donde mandó prender a Antonio Sánchez y  Juan Cabezas, el escribano, que Catalina de Mendoza y su abuela habían confirmado en sus cargos,  maltratándolos "y lleuandollos presos los hizo muchos malos tratamientos dandoles golpes y empellones hasta los encarcelar..." especialmente al alcalde, que habían sacado enfermo de la cama y sin dejarle apenas tiempo para que se vistiera,  "lo asio y lleuo preso y quito la vara de justicia y lo maltrato y llamo de desuergonzado y otras afrentas"  y aunque éste, por defender su jurisdicción llamó a sus oficiales para que le dieran auxilio "nayde se lo osso dar vista la determinacion del susodicho y de los que con el yuan respeto de que si lo hizieran tenian por sin duda los mataran".

En el próximo capítulo se detallan algunos pormenores del  asalto narrados por unos cuantos testigos de los hechos, que en nada sustancial cambia lo descrito,  pero que introducen nuevos matices.