4. Algunos pormenores sobre el asalto.
Primer y segundo testigo
Francisco Martínez fue otro testigo que se vio envuelto casualmente en
los sucesos del 14 se septiembre, aportándonos con su testimonio también nuevos
datos. Según su relato, cuando llegaron a Orellana las fuerzas de don Rodrigo,
un hombre se acercó a la fortaleza a pedir agua; cuando bajó el portero para dársela,
llegaron los demás con su jefe y empujando la puerta con fuerza penetraron en
su interior, cerrándola tras ellos,
apoderándose de la
fortaleza. Salieron a la puerta del castillo al cabo de un
buen rato dos hombres con varas de justicia y,
poniéndose delante de ella, dijeron que eran el nuevo alcalde mayor y
alguacil, nombrados por don Rodrigo. Desde allí bajaron al pueblo para prender
a Antonio Sánchez y J uan Cabezas, presenciando el testigo cómo
injuriaron a este último hasta el punto de tener que intervenir él mismo y J uan Domínguez en su defensa al ver que "se yuan encendiendo vnos con otros",
acordando con las fuerzas que iría preso con ellos; sin embargo, cuando quiso
auxiliar al alcalde no pudo porque llegó don Rodrigo con más gente armada y fue
directamente a coger a Antonio Sánchez cuando
venía a medio vestir, sin capa ni sombrero y con zapatos enchancletados,
llevándole preso a la fortaleza, al que pudo ver más tarde en un mesón de Acedera,
porque había escapado de la casa donde le dejaron enfermo. Todos los vecinos de
Orellana estaban alarmados y atemorizados por estos hechos, huyendo de la villa a los campos y dehesas y
que también a él le mandó salir de la villa Rodrigo de Orellana, dándole un plazo de
cuatro horas, so pena de doscientos azotes. Supo después que doña María de
Mayoralgo había llegado hasta Acedera, armada, procedente de Madrigalejo, quien
avisada de las cosas que estaban allí
pasando no se atrevía a intentar acercarse a Orellana la Vieja.
Por las declaraciones de un
testigo que había llegado de Cáceres llamado J uan
Domínguez, conocemos algunos detalles de lo que pudo presenciar
directamente en esos días del verano de 1599, refiriendo éste en primer lugar
que un día oyó un gran alboroto procedente del castillo y, acercándose, vio a
un hombre con una vara de justicia que luego se enteró era el nuevo alcalde
mayor que don Rodrigo había nombrado, y a un alguacil, con vara alta de
justicia también, ambos situados en la puerta del castillo para impedir el paso
a quienes se acercaran, porque estaba dentro don Rodrigo.
Había visto cómo atropellaron
al escribano J uan Cabezas, a quien
oyó decir a sus agresores "que mal
hecho era aquel hazerse justicias donde no lo heran ni podian ser pues solo
conocia por alcalde mayor a Antonio Sanchez Seuillano” que había sido
puesto por doña Catalina, viendo cómo le maltrataban y daban empellones,
rompiéndole y desgarrándole el sayo que llevaba y que por su intervención, y la
de otras personas que allí se encontraban, “le
dexaron y el dicho J uan Cabeças
quedó de yr preso a la dicha fortaleza por euitar que no huuiesse alguno que
echasse mano a la espada respeto de que las empuñauan ya para hazerlo y si lo
hizieran segun eran los dichos agrauios viniera a resultar en alguna muerte...".
Cuando fueron a prender al juez Antonio Sánchez ,
éste se levantó como pudo de la cama donde permanecía enfermo, tratando de
imponerse y advirtiendo a las fuerzas de don Rodrigo que estaban cometiendo un
delito por el que serian castigados. Llegó luego don Rodrigo y asiéndole con
fuerza del pecho le dijo que era un desvergonzado, quitándole bruscamente la
vara de justicia que tenía en las manos y a empellones, sus hombres lo llevaron
preso a la
fortaleza. Estaba , según este testigo "muy
enfermo y flaco y yua sin capa y sombrero" y que debido a su estado le
llevaron más tarde a un domicilio
particular, de donde luego escapó.
A él mismo le expulsaron de
la villa, recibiendo advertencia de que no volviera por allí y que dijera a cuantos
encontrara por el camino que no dejaban entrar a ninguna persona en la villa ni
en sus casas bajo pena de seis años de destierro y 50.000 maravedíes, para que
nadie pudiese ver lo que hacían, pues estaban colocando toda clase de armas en la fortaleza. En Acedera
oyó decir que muchos de los hombres que estaban con don Rodrigo los habían
reclutado en los pueblos vecinos de la comarca y que en todos los lugares de
alrededor había mucho alboroto, especialmente en Acedera y Madrigalejo por este motivo.
Los vecinos de Orellana estaban
atemorizados y alborotados por el empleo de la fuerza y las amenazas de don
Rodrigo, por lo que muchos decidieron huir de sus casas, dejándolas "al
aluedrio de quien las quisiese tomar" poniéndose a salvo de la
violencia que desplegaban los ocupantes, que seguía haciendo acopio de cuantas
armas encontraban dentro o fuera de la fortaleza para poder repeler cualquier
intento de ataque desde fuera. Algunos vecinos le dijeron a Juan Dominguez que
don Rodrigo "hizo grandes preuenciones de armas, arcabuzes, alauardas, dardos y
otras ofensiuas dando muestras de guerra y mando pregonar que ninguna persona,
so pena de la vida, recogiesse a forastero ninguno en su casa" ni que
nadie ayudara a los criados de doña Catalina.
Una vez que tuvo controlada
la situación, echó fuera de la villa a cuantos "no le han acudido con armas para roforçarle en su violencia".
Tomó luego Rodrigo las llaves a los guardas de la Fortaleza y sacando los
enseres de su interior a la calle, los fue vendiendo o regalando a quien mejor
le parecía, despilfarrando el trigo y los víveres almacenados por sus
anteriores inquilinas, poniendo guardias y centinelas repartidos por toda la
villa de Orellana, "teniendola
apretada a forma de guerra", diciendo que no le echarían de allí sino
muerto.
Volvían a Orellana desde
Trujillo mientras tanto María de Mayoralgo y Luis de Chaves de la Calzada,
señor de la Calzada, su marido, acompañados por su nieta
y sus criados, pero sin atreverse a entrar en la población por las cosas
que habían oído que allí pasaban: "no
ossauan llegar a ella y andauan por los lugares comarcanos fuera de su casa,
despojada la querellante de sus bienes y hazienda que causaua grande espanto y
confusion a las personas que lo veian o oian lo que el acusado auia hecho y
grauando su delito embiaua por los caminos de juridicion realengas criados
suyos y personas de las que auia traydo armadas que saliessen a la dicha doña
Maria y a los que con ella viniessen a les ocasionar para que se matassen con
ellos" y para mejor conseguir su propósito Rodrigo había mandado decir
al alcalde mayor de Truxillo, que pertenecía a su mismo bando, que maltratara y
prendiera a cuantos apoyaran a Catalina de Mendoza y a su abuela.
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