El mismo día en que había muerto Gabriel de Orellana el Mozo, 13º señor de Orellana la Vieja, García de Orellana, al tanto de los rumores que circulaban en Trujillo sobre algunos altercados que estaban teniendo lugar entre partidarios de unos y otros candidatos a la sucesión del mayorazgo, envió una carta a su alcalde mayor exponiendo las razones por las que se consideraba el único sucesor legítimo al señorío y mayorazgo de Orellana, añadiéndole en su escrito "que no consintiese que ninguna persona tomasse possession de los dichos bienes sino que los mandasse poner en secresto” hasta que tuviera alguna garantía de sus derechos. El vacío que se había producido en la jurisdicción del dominio no había durado mucho tiempo como hemos visto, porque el 20 de septiembre de 1599 ya había interpuesto don García una querella criminal contra Catalina de Mendoza, acusándole de haber ocupado algunas posesiones del mayorazgo: "a vuesa alteça suplico mande que los dichos bienes se pongan en secresto por que la dicha doña Catalina segun queda dicho se a entrado en algunos dellos sin ter[mino] ni fundamento y con vio[len]çia y podria sobrello aver revueltas y escandalos...", y al poco, otra contra Rodrigo de Orellana y Toledo, el 24 de enero de 1600, presentando un auto de vista en el Consejo para poner "embargo y secresto" a los bienes del mayorazgo de Orellana porque había entrado éste por la fuerza en su Fortaleza, tomando posesión de la misma y nombrando nuevos cargos de justicias.
Fortaleza de los Orellana. Orellana la Vieja
Advertido, García venía observando desde hacía tiempo con mucha atención los movimientos y las intenciones de sus adversarios y se mostró cauto, esperando el momento oportuno para combatirles con armas nuevas, apostando con decisión convertir en realidad lo que hasta hacía bien poco solo barruntaba como simple sospecha: las escrituras del mayorazgo fundado por Juan Alfonso de la Cámara habían sido manipuladas para que su madre, María de Orellana, no pudiera ejercer su legítimo derecho de sucesión. Sus recelos se fueron transformando en evidencia a medida que acumulaba más información y pruebas sobre tan delicado asunto. Si lograba demostrarlo ante la justicia, la jurisdicción del señorío volvería a sus manos, como sucesor de su madre. Su firme determinación en alcanzar ese propósito transformó pronto su denuncia en el catalizador de todos sus movimientos, inspirando en adelante todas sus acciones con ese fin. Lo primero que necesitaba eran testigos que le ayudaran a demostrar su filiación, a probar su descendencia directa de quienes habían sucedido con anterioridad a don Gabriel de Orellana en el mayorazgo. Consiguió así que acudieran a prestar declaración entonces nueve vecinos de Trujillo: Lorenzo Velazquez, Diego Martín Castellano, Gómez de Solís y Vargas -regidor del concejo-, Gonzalo Alonso, Luis Antonio de Chaves Sotomayor –marido de una hija de Hernando Portocarrero-, Juan de Chaves Santa Cruz, Juanillo Herrera, Juan de Truxillo, Jerónimo Fernández Regodón y un poco más tarde otros cuantos más de Orellana la Vieja: Juan Arias el Viejo, Martín Xil, Andrés Sánchez el Viexo, Mateo Xil, Francisco Hernández, Quiteria Gonçalez, Hernán Ruiz, Elvira Sánchez, Catalina Alonso, Catalina Hernández, Baltasar Rodríguez de Raudona y el licenciado Medina, cura párroco de la villa. Sus declaraciones comenzaron antes de terminar el mes de marzo de 1600, logrando acumular en poco tiempo sobrada información. Las indagaciones posteriores se realizaron siguiendo un orden de preguntas previamente establecido en un cuestionario, diseñado para informar unas pocas cuestiones clave, especialmente el grado de parentesco que relacionaba a las personas implicadas en el pleito de tenuta con los derechos de sucesión al mayorazgo. Puntualizadas todas esas declaraciones en un documento administrativo resultan sin duda reiteradas y de ostensible monotonía, como corresponde a esta clase de procesos, pero gracias a esa minuciosidad en sus manifestaciones, los detalles que incorporaba cada nuevo testimonio me fueron de mucha ayuda y pronto percibí que ninguna otra fuente me aportaría la riqueza de matices que tenía ante mis ojos y que el conocimiento que iba adquiriendo sobre el entramado de relaciones familiares y de parentesco en que se movían los personajes y miembros de cada familia solamente podría abarcarlo analizando minuciosamente cada una de sus explicaciones.
Dos son los aspectos fundamentales que he podido entresacar de ese proceso indagador: la identidad, parentesco y relación entre los personajes que iban apareciendo y la naturaleza del patrimonio vinculado del dominio señorial en los años previos a su conversión en marquesado. Sobre lo primero me extiendo en estos capítulos y sobre lo segundo -el patrimonio del mayorazgo-, sólo haré un breve resumen a continuación, basado en las declaraciones de unos pocos testigos, porque sobre este particular volveré más extensamente en otro momento. En una copia del memorial que solicitó García de Orellana a la Audiencia de Granada figuraba un inventario en el que se relacionaban, con pequeñas diferencias sobre los anteriormente registrados, los bienes del mayorazgo, apareciendo en primer lugar la villa de Orellana la Vieja y su término, ejidos, prados y montes y los demas bienes incluidos en el mayorazgo, con su jurisdicción civil y criminal, nombramiento de oficiales de justicia y regidores del concejo, la escribanía pública y los tributos, pechos y derechos, que se pagaban al señor, especialmente los que debían satisfacer los labradores por cada yunta de tierra que labrase en el término. Cada vecino debía pagarle, además, dos gallinas, excepto hidalgos y clérigos. En el mismo estaban catalogados los bienes patrimoniales del mayorazgo, aunque con menor detalle que el proporcionado por el inventario que luego se haría en diciembre de 1728, como veremos más adelante. Entre las posesiones del mayorazgo se destacaban la Casa Fuerte, utilizada como residencia del titular del dominio; el molino Viejo (frente a la Bernagaleja) y el molino Nuevo (seguramente lo que luego se conoció como La Molineta), a orillas del Guadiana; un molino de aceite en el interior de la villa; una viña y un cañal situado en la margen derecha del río, en la dehesa de Esparragosilla, y una barca para cruzarlo; tres cercas en el interior de la villa; la dehesa de Cogolludo, en cuyo terreno estaba situada la Huerta que llamaban del Rey (actualmente, la casa de Maribañez –luego casa de recreo del marqués de Orellana- en cuyas inmediaciones se halla el Arroyo de la Huerta del Rey); la Huerta de Valdelapeña (el Chorrero, en el término de Navalvillar de Pela); la casa de Acedera, situada en el camino de Orellana; la casa solariega de Trujillo que llamaban de la Alberca y otras dos más situadas junto al corral de los toros; la viña de la Erguijuela; la dehesa de Encina Hermosa, lindando con la dehesa de Valhondo, el ejido de Ibahernando y caballerías de Trujillo.
Pertenecía al mayorazgo asimismo el patronazgo de la capellanía del Alcornocalejo que servía el clérigo Hernán Vote y de la capellanía de Campanario; otros patronazgos, como el de Alcántara y la capellanía para la provisión de la cátedra de gramática de Orellana -una escuela donde se enseñaban las primeras letras- y el patronazgo fundado para financiar el sostenimiento del hospital de la villa. Volviendo a nuestro personaje, García de Orellana y Figueroa, hijo de Gómez Suárez de Figueroa y de María de Orellana, fue comendador de la Orden de Santiago en Montizón y Chiclana, en el partido de Campo de Montiel, cuyo título le fue concedido por Felipe II en 1595, conservándolo hasta su muerte, acaecida sin sucesión el 18 de julio de 1608. Gentilhombre de la Cámara de Felipe III, adoptó el apellido del señorío al convertirse en su 14º titular, pero antes debió atravesar un largo y difícil proceso en el que tuvo como contrincante a doña María de Mayoralgo, de la que hablaremos en siguientes capítulos. Queden mientras tanto aquí estos someros apuntes sobre García de Orellana, porque la pugna que sostuvieron entre ambos nos hará volver sobre él frecuentemente.
Casa de la Alberca
Casa solariega de los señores de Orellana la Vieja. Trujillo
Dos son los aspectos fundamentales que he podido entresacar de ese proceso indagador: la identidad, parentesco y relación entre los personajes que iban apareciendo y la naturaleza del patrimonio vinculado del dominio señorial en los años previos a su conversión en marquesado. Sobre lo primero me extiendo en estos capítulos y sobre lo segundo -el patrimonio del mayorazgo-, sólo haré un breve resumen a continuación, basado en las declaraciones de unos pocos testigos, porque sobre este particular volveré más extensamente en otro momento. En una copia del memorial que solicitó García de Orellana a la Audiencia de Granada figuraba un inventario en el que se relacionaban, con pequeñas diferencias sobre los anteriormente registrados, los bienes del mayorazgo, apareciendo en primer lugar la villa de Orellana la Vieja y su término, ejidos, prados y montes y los demas bienes incluidos en el mayorazgo, con su jurisdicción civil y criminal, nombramiento de oficiales de justicia y regidores del concejo, la escribanía pública y los tributos, pechos y derechos, que se pagaban al señor, especialmente los que debían satisfacer los labradores por cada yunta de tierra que labrase en el término. Cada vecino debía pagarle, además, dos gallinas, excepto hidalgos y clérigos. En el mismo estaban catalogados los bienes patrimoniales del mayorazgo, aunque con menor detalle que el proporcionado por el inventario que luego se haría en diciembre de 1728, como veremos más adelante. Entre las posesiones del mayorazgo se destacaban la Casa Fuerte, utilizada como residencia del titular del dominio; el molino Viejo (frente a la Bernagaleja) y el molino Nuevo (seguramente lo que luego se conoció como La Molineta), a orillas del Guadiana; un molino de aceite en el interior de la villa; una viña y un cañal situado en la margen derecha del río, en la dehesa de Esparragosilla, y una barca para cruzarlo; tres cercas en el interior de la villa; la dehesa de Cogolludo, en cuyo terreno estaba situada la Huerta que llamaban del Rey (actualmente, la casa de Maribañez –luego casa de recreo del marqués de Orellana- en cuyas inmediaciones se halla el Arroyo de la Huerta del Rey); la Huerta de Valdelapeña (el Chorrero, en el término de Navalvillar de Pela); la casa de Acedera, situada en el camino de Orellana; la casa solariega de Trujillo que llamaban de la Alberca y otras dos más situadas junto al corral de los toros; la viña de la Erguijuela; la dehesa de Encina Hermosa, lindando con la dehesa de Valhondo, el ejido de Ibahernando y caballerías de Trujillo.
Dehesa de Cogolludo
Pertenecía al mayorazgo asimismo el patronazgo de la capellanía del Alcornocalejo que servía el clérigo Hernán Vote y de la capellanía de Campanario; otros patronazgos, como el de Alcántara y la capellanía para la provisión de la cátedra de gramática de Orellana -una escuela donde se enseñaban las primeras letras- y el patronazgo fundado para financiar el sostenimiento del hospital de la villa. Volviendo a nuestro personaje, García de Orellana y Figueroa, hijo de Gómez Suárez de Figueroa y de María de Orellana, fue comendador de la Orden de Santiago en Montizón y Chiclana, en el partido de Campo de Montiel, cuyo título le fue concedido por Felipe II en 1595, conservándolo hasta su muerte, acaecida sin sucesión el 18 de julio de 1608. Gentilhombre de la Cámara de Felipe III, adoptó el apellido del señorío al convertirse en su 14º titular, pero antes debió atravesar un largo y difícil proceso en el que tuvo como contrincante a doña María de Mayoralgo, de la que hablaremos en siguientes capítulos. Queden mientras tanto aquí estos someros apuntes sobre García de Orellana, porque la pugna que sostuvieron entre ambos nos hará volver sobre él frecuentemente.
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