La Isla

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jueves, 5 de abril de 2018

Condena a muerte de Fernando de Orellana [1]


A partir de la muerte de García de Orellana como hemos comentado, se hizo cargo del dominio señorial su tío Pedro de Orellana el Viejo, hasta que la Reina Isabel mandó confiscar la Fortaleza de Orellana la Sierra en el verano de 1477, a la espera de que se resolviera el pleito que mantenía contra éste Francisco de Meneses por la sucesión al mayorazgo.  A principios de 1478 se produjo,  propiciado por la Reina, un acuerdo entre ambos (Acuerdo de Guadalupe), a consecuencia del  cual se dividió el patrimonio vinculado entre los dos  contendientes, quedando la titularidad del dominio señorial en poder de Pedro de Orellana,  correspondiéndole a Francisco de Meneses las dehesas de Villalba, Carrascosa, Pizarroso y Fizarralejo, tal y como hemos visto anteriormente. 

Resuelto de este modo el conflicto judicial, Pedro de Orellana fundó nuevo mayorazgo pocos años después en su hijo Fernando el 11 de abril de 1480, en las insólitas circunstancias que luego veremos, vinculando al mismo todos los bienes que le habían sido asignados en Guadalupe, nombrándole al mismo tiempo sucesor del  señorío de Orellana de la Sierra.

Pero Fernando de Orellana nunca aceptó de buen grado que parte de las tierras que hasta entonces habían pertenecido a su familia estuvieran ahora en poder del regidor de Talavera, así que a la llegada de los primeros rebaños mesteños, a cuyos dueños Francisco de Meneses arrendó en el otoño de 1478 los pastos de Villalba, la Carrascosa, Pizarroso y Pizarralejo, reaccionó con violencia contra los recién llegados. Uno de esos mesteños era Lucas Martín, natural de  Aldealengua de Pedraza, que había arrendado, como todos los años, los pastos de esas dehesas. Ya había mostrado antes Fernando su talante, cuando llevado por su ira, amenazó de muerte al procurador de Francisco de Meneses durante el proceso judicial que mantuvo contra su padre, así que a los pocos días de la llegada del mesteño con sus rebaños, éste sufrió de improviso el asaltado de  Fernando de Orellana, que le condujo a la fuerza a su castillo de Orellana de la Sierra “contra toda razón y justicia, no faciendo nin diciendo por qué mal, ni daño, ni prison debiera recebir.

Tras estos hechos, el hijo del mesteño denunció de inmediato la agresión ante el alcalde mayor en la villa de Talavera, en la que por entonces era corregidor Diego López de Ayala, dándole a conocer los detalles del confinamiento de su padre y el mal trato que había recibido por parte de Fernando de Orellana y solicitando  en consecuencia que interpusiera demanda judicial en su nombre ante la justicia, reclamando la protección del Concejo de la Mesta.

Lucas Martí sólo pudo salir al fin de su reclusión después de nueve semanas y tras pagar los 45.000 maravedíes que le exigió su captor. En las declaraciones que luego realizó el mesteño frente a los jueces contó éste con detalles lo que le habían sucedido mientras cuidaba su ganado en las proximidades de Zorita, donde irrumpió  violentamente contra él Fernando de Orellana, alcaide de la casa fuerte de Orellana de la Sierra, acompañado de otros tres jinetes y,  “contra toda razon y justicia, le fizo cavalgar en un cavallo suio que alli tenia y lo llevo preso al dicho castillo de Orellana, faciendo y cometiendo contra el carcel privada y caiendo en caso de Hermandad y que lo tobo preso cierto tiempo en el dicho castillo, no lo dejando ver ni fablar a persona alguna, de tal manera que no se sabia si era muerto ni vivo” reteniéndole hasta que “como a mesmo enemigo de la nuestra fe catholica” le pagaron 45.000 maravedíes por su rescate, haciéndole jurar que en adelante no volvería a pastar en aquellas dehesas  amenazándole de muerte si lo hacía, “e al tiempo que le obo de soltar saco partido con el y le hizo jurar y prometer que dende en adelante no comprase ni entrase a pacer con sus ganados las dichas mis dejesas, faciendole sobrello grandes amenazas que si en ellas entrara o las comprara el o otras qualesquier personas que los robaria y mataria y les tomaria todos los bienes y ganados que en ellas metiesen”.

Sometido así Fernando al proceso judicial y presentados los oportunos testimonios, el 14 de mayo de 1479 Gonzalo de Renes, miembro del Consejo Real y diputado de las provincias de Extremadura por la Junta General de las Hermandades pronunció finalmente sentencia contra Fernando de Orellana en Cáceres, considerando probados los hechos que se le imputaban: "avido mi acuerdo y deliberacion fallo que debo condegnar y condegno al dicho Fernando de Orellana a muerte natural y que muera a saeta, segund manda la ley de la dicha Hermandad. E mando de parte del rey y reyna nuestros señores y de la Junta de la Hermandad destos reynos y ruego y requiero de la mia a todos y qualesquier justicias, asi alcaldes de la Hermandad como otras qualesquier, de qualesquier cibdades y villas y logares destos regnos y señorios y a qualquier dellos ante quien esta mi sentencia pareciere y della fuere pedido complimiento de justicia o su traslado signado de escrivano publico que la cumplan en todo segund en ella se contiene y la fagan levar a debido efecto por la qual les doi todo poder complido segun que lo yo tengo de los dichos reyes nuestros señores y de la Junta General (Sentencia de muerte contra Fernando de Orellana. Cáceres, 14 de mayo de 1479. RAH Colec. Salazar, Libro M-96, fol. 200v). Actuaron junto a Renes como testigos, Alfon de Quintanilla y Gonzalo de Madrid, escribano y notario de la Cámara Real.

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