Por su parte, enseguida Francisco de Meneses el Santo cayó en la cuenta del
apresurado aumento que estaban experimentando sus propiedades, por lo que creyó
llegado el momento de fundar mayorazgo a favor de su hijo Fernando Álvarez de
Meneses. Hizo en consecuencia uso de la facultad que le había concedido la reina Isabel, así como de la
sentencia que había dictado junto con el
rey Fernando que les facultaba, a él mismo y a Pedro de Orellana, para que
cada uno pudiera fundar mayorazgo con los bienes que les correspondiesen del
antiguo mayorazgo de
Orellana de la Sierra. “Por ende mando las mis heredades de Villalva y Carrascosa
y el Pizarroso y el Pizarralejo que son en el termino de la cibdad de Trogillo
que las aya y tenga por maiorazgo el dicho Fernando de Meneses mi fijo, e
despues de su vida a su fijo el maior, e en defeto de fijos varones que lo aya
la fija maior segund mas largamente se contiene en las condiciones del dicho
maiorazgo”, incluyendo en
el mismo la heredad de la Merchana. Era ese el momento, si bien con más de
catorce años de retraso, de cumplir el encargo que de su mujer, Elvira de
Toledo, le había hecho en su testamento, -de lo que “tengo grand conciencia y cargo”
decía- de acrecentar el mayorazgo con el tercio de
mejora de todos sus bienes. Y así lo hizo, excepto con la renta de los Hitos,
que disfrutaba Rodrigo de Orellana,
casado con su hija Teresa de Meneses, la fundadora, recordemos, del convento de
San Benito de Orellana la Vieja.
Aprovechó por entones para incluir en su testamento, firmado en Talavera
en 1486, nuevas disposiciones. Como
quiera que su otro hijo, Francisco de Meneses, fraile en el monasterio
de Guadalupe, había renunciado a la legítima que le correspondía por herencia, encargó
que se le entregaran 150.000 maravedíes y a su prima Teresa Alvarez de Orellana, monja en Santo
Domingo el Real de Toledo,
3.500 maravedíes anuales de renta mientras viviera. Se cuidó al mismo tiempo de que sus hijos naturales no
quedaran desprotegidos, especialmente su hija Ana, a quien asignaba dote: “mando que por quanto yo tengo un fijo y una fija que no son legitimos
que llaman al fijo Diego y a la fija Ana, mando a la dicha mi fija 80.000
maravedíes para su casamiento y al dicho Diego mi fijo que le den por via de
alimentos, segund y en la forma y manera quel dicho lo tiene…”
El reparto de las herencias provocaba a menudo duros conflictos entre los
beneficiarios de una
misma familia y por esta razón, a
veces, se hacían verdaderos esfuerzos para evitar que estas
situaciones terminaran en querellas
interminables o fueran motivo de ruptura
familiar, al menos ese parece el propósito de Francisco de Meneses cuando dictaba al escribano su última
voluntad: “que por quanto es gran razon que entre mis fijos y
fijas y yernos non quede question ninguna sinon que queden como hermanos y la
casa quede pacifica”, nombrando a sus
hijos Fernando, Pedro Suárez, Juan de Meneses, y a doña Teresa y doña Elvira,
universales herederos del remanente de los demás bienes no incluidos en el
mayorazgo, para que fueran repartidos con equidad, por lo que sus
testamentarios debían tener en consideración lo ya recibido por Fernando y
Elvira para sus respectivos casamientos “porque todos
sean iguales como buenos hermanos por partes iguales de los dichos mis bienes
restantes”.
Sin embargo, casi un año después de la constitución del mayorazgo a favor
de su primogénito y del exquisito cuidado que puso el regidor de Talavera para impedir que
surgiera entre sus hijos discordia alguna por razón de la herencia familiar,
no pudo finalmente evitarlas, porque finalmente
éstas brotaran con virulencia cuando
llegó el momento de repartir el patrimonio.
Los herederos sí estuvieron de acuerdo, al menos, en designar
a su tío Juan de Meneses, obispo de Zamora, al que todos respetaban,
árbitro cualificado para que ayudara a dirimir
los abundantes desacuerdos en la familia. Fernand Alvarez de Meneses, el
primogénito, casado con Mencia de
Ayala, Elvira de Meneses, mujer de Fernand Duque de Estrada, Teresa de Meneses, mujer de Rodrigo de Orellana,
señor de Orellana la
Vieja y Pedro
Suárez, consensuaron otorgar un poder al obispo para que pudiera juzgar y
sentenciar, de forma que su mediación forzara acuerdos y se evitaran pleitos,
riñas y querellas entre ellos.
Así, las heredades de Villalba, las Carrascosas, Pizarroso y el
Pizarralejo, situadas en tierras de Trujillo, no serían tasadas porque
pertenecían al mayorazgo que había fundado su padre y del que ahora era titular
Fernand. Excluidos estos bienes vinculados, pudo finalmente llegarse a la
siguiente partición: la heredad de
la Torre de los Hitos, en el término de Madrigalejo, (parte
de estas tierras se han destinado, hasta hace pocos años, a plantaciones de
arroz y maíz, situadas junto al pantano de Sierra Brava y en las que
recientemente se ha instalado una importante central termosolar) se asignó a
Fernand Alvarez de Meneses, que más tarde las incorporó al mayorazgo según lo
había dispuesto su padre, aunque
reservando 350.000 maravedíes de su renta para su hermana Teresa de Meneses y
Rodrigo de Orellana su marido. También se asignaban al nuevo titular del
mayorazgo, como tercio de mejora, las heredades de la Merchana, la mitad de
Valdetravieso, -ambas en términos de Trujillo- la mitad de la heredad de
Carrascalejo de los Pavones y las partes de los ríos y cañales que pertenecían al
término de la villa de
Talavera, sin el cañal de Aranial. La heredad de
Zurrajasbotas, situada también en el termino de Talavera, le había sido
asignada a Pedro
Suárez en el propio testamento, por lo que tampoco correspondía hacer de ella
valoración alguna.
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Torre de los Hitos. Garcilla cangrejera |
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Torre de los Hitos. Avetoro |
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Torre de los Hitos. Grullas |
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Torre de los Hitos. Vuelo en primer plano. |
A doña Teresa de Meneses, en particular, le
correspondieron 16 millares de yerba en la dehesa de Entrambas Pelas, lindera
con la dehesa de Cogolludo, 6 millares en la dehesa de Aradahuy, que Francisco
de Meneses había comprado años antes a los herederos de Fernand Alvarez y los
14 millares de la Torre
de los Hitos que ya había percibido al contraer matrimonio con Rodrigo de
Orellana en 1485. Todo esto constituía una renta anual de 900.000 maravedíes. Se
le asignaron entonces, además, la heredad de Valtravieso, con posada y
colmenas; unas tiendas situadas en la plaza de Talavera y un olivar,
además de lo que obtuvo en efectivo, joyas y productos agrícolas almacenados en
casa de su padre cuando éste falleció.
A los otros hermanos les
correspondieron lotes similares, entre los que
pueden destacarse las dehesas de
Alcornocalejo, Valhondillo y las
Trashijadas, ambas en tierras de
Cáceres, con una renta de aproximadamente 625.000 maravedíes
cada una de ellas.