Circulaba oteando presa por un camino de tierra cuando pasé a pocos metros de su posadero y ante mi
extrañeza, no hizo intento alguno de pirárselas. Era un busardo magnífico, así
que di la vuelta para intentar hacerle una foto. Había por el lugar más
ejemplares, que en varias ocasiones me dejaron acercarme lo suficiente porque
no me veían dentro del coche, así que aproveché para moverme con sigilo en su
interior y no perder la oportunidad que me ofrecían. Por allí no pasan coches
muy a menudo, y los que lo hacen son de agricultores o ganaderos que van a lo
suyo, por lo que estas rapaces no han desarrollado ninguna desconfianza hacia
ellos, por lo menos como la que muestran cuando ven aproximarse una persona a
pie. Está claro que llevan en sus genes la nefasta experiencia adquirida por
sus ancestros durante miles de años. Dejo
aquí unas pocas fotos de lo que me parece que son ejemplares jóvenes.
Al fondo, la Sierra de Pela |