La Isla

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viernes, 9 de febrero de 2018

Adelardo Covarsí y Fernando Garrorena por tierras de Orellana. Año 1929.




En mayo de 1929, Adelardo Covarsí, (destacado pintor extremeño, director de la Escuela de Artes y Oficios de Badajoz y primer director del Museo Provincial), acompañado por su amigo y fotógrafo Fernando Garrorena, emprendieron uno de sus habituales viajes en ese tiempo por tierras de Badajoz, buscando identificar el patrimonio artístico y cultural diseminado por la geografía extremeña. [“Impresiones de un viaje por la Siberia Extremeña: Orellana la Vieja, Navalvillar y Casas de Don Pedro”. REE, IV-1, 2, 1930].


Villanueva de la Serena. Pastor de la Serena. Fotografía F. Garrorena. 1929


Villanueva de la Serena. Tipo de pastora de la Serena.
Fotografía F. Garrorena. 1929


Castillo de Castilnovo o de la Encomienda. Fotografía F. Garrorena. 1929


Acedera. Iglesia parroquial. Fotografía F. Garrorena. 1929


Medellín. Una rogativa. Fotografía Garrorena. 1929




















Procedentes de Mérida y Medellín, pasando por Villanueva de la Serena, llegaron hasta el castillo de la Encomienda y al final de la tarde, a Acedera. A la mañana siguiente, antes de iniciar camino a Orellana la Vieja, Covarsí se sintió inopinadamente atraído por el colorido del chaleco que portaba un labriego del lugar, que seguramente muy sorprendido, acertó raudo sin embargo a zafarse con buen tino del inesperado trance, tras lo cual emprendieron camino a Orellana, donde pasaron la tarde y pernoctaron en una posada del lugar.




Orellana la Vieja. Calle con iglesia al fondo. 
Fotografía F. Garrorena. 1929





Orellana la Vieja. Calle Iglesia. Fotografía F. Carrorena. 1929.

A la mañana del día siguiente visitaron la Fortaleza de los Orellana, (la casa-fuerte de los duques de Bélgida, la llama), donde Garrorena (fotógrafo extremeño costumbrista y retratista, conocido por sus excelentes fotografías expuestas en el Pabellón de Extremadura en la Feria Internacional de Sevilla de 1929) da rienda suelta a su creatividad recorrieron el pueblo y logrando un testimonio gráfico magnífico, como ilustran las imágenes que aquí se incluyen y cuyos originales se custodian actualmente en la Diputación de Badajoz.  


Orellana la Vieja. Un aspecto de la Casa-Castillo. Fotografía F. Garrorena. 1929


Orellana la Vieja. Otro aspecto de la Casa-Castillo. Fotografía F. Garrorena. 1929


Orellana la Vieja. Visión del patio de la Casa-Castillo.
Fotografóa F. Garrorena. 1929


Orellana la Vieja. Vista parcial del patio de la Casa-Castillo. 
Fotografóa F. Garrorena. 1929

Aspecto figurado de la Fortaleza de los Orellana. 
Fotografía de un cuadro sito en la vivienda de D. Víctor Sanz Gallardo, 
vecino de Orellana la Vieja

Orellana la Vieja. Iglesia parroquial. Fotografía F. Garrorena. 1929





Orellana la Vieja. Cruz astil de plata. Fotografía F. Garrorena. 1929

Llegando a la plaza les impresionó sobremanera la estampa de un funeral que tenía lugar en ese momento, en el que las mujeres que asistían a la iglesia acudían desde sus casas portando enormes hachones de cera. En el interior de la iglesia Garrorena encontró abandonada, en la escalera que sube al coro, una imagen polvorienta de la virgen de la Candelaria, de unos 85 cts. de altura, que Covarsí dató del XVI. Advirtieron al nuevo párroco del valor de la obra escultórica y le aconsejaron que la restaurara en lo que pudiera y que la pusiera en algún lugar preferente, circunstancia que el párroco aprovechó para enseñarles una cruz astil de plata repujada, plateresca y finamente labrada, que se custodiaba en la casa del curato, obra de arte merecedora sin duda de los cuidados que le daban.



Orellana la Vieja. Un telar de Orellana. Fotografía F. Garrorena. 1929


Orellana la Vieja. Mujer trabajando en un telar. Fotografía F. Garrorena. 1929

Desde la iglesia les llevaron a visitar algunos telares, quedando ambos encantados con  las mantas que allí se tejían, especialmente las llamadas “colchas de cama”. Compraron algunas de las prendas que les ofrecieron, atiborrando así el viejo chévrolet, con el ánimo de que luego fueran expuestas en la Feria Ibero-Americana de Sevilla que se celebraría en octubre de ese mismo año. Se despidieron encantados de la acogida que habían tenido en el pueblo, especialmente de la familia Sanz y de D. Antolín Ruiz, por la generosa  hospitalidad que les mostró al  ofrecerles su casa para que pernoctaran esa noche.

A la mañana siguiente, pintor y fotógrafo, quisieron saborear despacio el esplendor que aún les mostraba la primavera de esas tierras, emprendiendo así viaje a Navalvillar de Pela, sin renunciar Covarsí esta vez, en el camino, a comprarle a un leñador que encontraron en la sierra una cartera de piel de borrego que se había hecho él mismo y que portaba al hombro en forma de morral. 



Navalvillar de Pela. Calle típica. Fotografía F. Garrorena. 1929



En Pela les llamó mucho la atención los vistosos arreos que tejían en sus telares para las caballerías: jáquimas, albardas y alforjas de vistosos colores, con madroñeras de lana. Observaron distraídos que su gente, a la vista de los aparatos de fotografía que ellos portaban, mostraban “cierto desdén u orgullo que les hace parecer indiferentes” y que sin duda, “era su especial manera de mostrar dignidad”.



Navalvillar de Pela. Calle típica. Fotografía F. Garrorena. 1929

A pesar del mal estado del camino, embarrado, optaron por proseguir ese día hasta Casas de Don Pedro, adonde llegaron a la puesta del sol. Tras mandar recado al cura, aún tuvieron tiempo de visitar el templo, que desde el primer momento les había impresionado.


Les conmovió sobremanera su retablo, del que luego expresó en un nuevo artículo [“Extremadura artística. El gran retablo de Casas de Don Pedro” REE, IV-1, 3, 1930] que “Cuanto se pueda decir en su elogio será pálido ante la realidad de su considerable valor. Es obra más bien de catedral, sorprendiendo encontrarla en la humildad de una iglesia lugareña”. “Obra de primer orden” lo consideró asimismo D. José Ramón Mélida, en su “Catálogo monumental”. Fernando Garrorena volvió a concentrarse con fervor a lo suyo, tomando fotografías del retablo y de los muchos cuadros y esculturas que allí encontró.

Aún estaban en el interior de la iglesia cuando  les avisaron que fuera, en la plaza, las gentes se habían arremolinado en actitud levantisca, recelando que en su interior pudieran estar tramando algún negocio con el  retablo.  Tuvo que interceder la autoridad municipal para explicar a los vecinos que los visitantes solo querían hacer fotos del retablo de la iglesia y de sus obras de arte. A la mañana siguiente, Garrorena aprovechó para hacer una de las fotografías más bellas de toda la expedición: “cocina con mujeres hilando”.

Casas de Don Pedro. Cocina con mujeres hilando
Fotografía F. Garrorena. 1929

Ese estado de ánimo en la gente reflejaba, sin duda, la desconfianza que se iba gestando  en todos los pueblos de España, no solo de Extremadura, por el saqueo y expolio de sus riquezas artísticas y monumentales que empezaba a extenderse por entonces. En pocos años se había generalizando ya, por todas partes, la presencia de chamarileros y comerciantes de arte que buscaban quedarse por cuatro cuartos los tesoros arquitectónicos y artísticos que pudieran escamotear. El mismo Adelardo Covarsí empezó a publicar un inventario de riquezas artísticas desaparecidas, entre ellas la portada de piedra de la Casa de los Grageras, en Rivera del Fresno, desmontada pieza a pieza y seguramente exportada, así como la venta de todas las riquezas y tesoros del Palacio de Monsadud en Almendralejo, en torno al año 1931, a un anticuario de Sevilla, incluida la singular portada plateresca y los magníficos artesanados, estatuas romanas de la época de Augusto, piedras visigóticas, cuadros, joyas, etc.

Balcón desaparecido de la Casa Fuerte de los Orellana.
Fotografía de autor desconocido. Hacia 1930

Era habitual en ese tiempo que los propios Ayuntamientos arrancaran puertas de madera y ventanas de piedra, hierros de rejas y balcones de edificios, como sucedió con la Casa fuerte de los Orellana en Orellana la Vieja. El 11 de junio de 1931 publicó Covarsí en el diario La Voz de Extremadura un artículo denunciando los hechos de expolio y saqueo que se estaban produciendo por esas fechas y manifestaba que “En Orellana, me notificó una distinguida dama extremeña, que el Ayuntamiento, como nos temíamos por denuncias anteriores, había ordenado el derribo del Balcón monumental del Palacio castillo del Bélgida (...) y que era de temer fuera a las manos de los chamarileros, que yo sabía ambicionaban el edificio” [“Extremadura artística. Seis años de despojo y destrucción del tesoro artístico nacional” REE, XI-1,1, 1937].





No mucho tiempo después de que viajara Covarsí a Casas de Don Pedro, según su relato, un cierto día se presentó en su casa de Badajoz una persona para “proponerle comprar el Retablo mayor de la iglesia parroquial de Casas de Don Pedro, vecino el tal de aquel pueblo, que sin duda porque habiendo yo estado poco tiempo antes en dicha localidad fotografiando las excelentes pinturas del Retablo, me tomaría por un traficante de antigüedades. El hecho aumentó mi alarma, porque era sintomático de la idea de rapiña que imperaba en la provincia con motivo del advenimiento del nuevo régimen (...)”, lo que puso en conocimiento del Alcalde del lugar y del Gobernador Civil, lo que en absoluto evitó que años después, el  Retablo de Casas de Don Pedro fuera destruido en su totalidad a fuego en la propia plaza del pueblo.
Orellana la Vieja participó en la Feria Ibero Americana de Sevilla de 1929 con las fotografías que hizo Garrorena en mayo de ese año del lugar, además de un traje de fiesta de pastora de la Serena, con refajo de lino, pañuelo de hierbas para el talle y jubón de merino negro con toques de azabache en las mangas, faltriquera de piel blanca con adornos, pendientes de coral formados por racimos de uvas, collar de cuentas azules y delantal de lino, todas las prendas tejidas en Orellana.