En
mayo de 1929, Adelardo Covarsí, (destacado pintor extremeño, director de la
Escuela de Artes y Oficios de Badajoz y primer director del Museo Provincial), acompañado
por su amigo y fotógrafo Fernando Garrorena, emprendieron uno de sus habituales
viajes en ese tiempo por tierras de Badajoz, buscando identificar el patrimonio
artístico y cultural diseminado por la geografía extremeña. [“Impresiones de un
viaje por la Siberia Extremeña: Orellana la Vieja, Navalvillar y Casas de Don
Pedro”. REE, IV-1, 2, 1930].
Villanueva de la Serena. Pastor de la Serena. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
Villanueva de la Serena. Tipo de pastora de la Serena. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
Castillo de Castilnovo o de la Encomienda. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
Acedera. Iglesia parroquial. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
Medellín. Una rogativa. Fotografía Garrorena. 1929 |
Procedentes de Mérida y Medellín, pasando por Villanueva de la Serena, llegaron hasta el castillo de la Encomienda y al final de la tarde, a Acedera. A la mañana siguiente, antes de iniciar camino a Orellana la Vieja, Covarsí se sintió inopinadamente atraído por el colorido del chaleco que portaba un labriego del lugar, que seguramente muy sorprendido, acertó raudo sin embargo a zafarse con buen tino del inesperado trance, tras lo cual emprendieron camino a Orellana, donde pasaron la tarde y pernoctaron en una posada del lugar.
Orellana la Vieja. Calle con iglesia al fondo.
Fotografía F. Garrorena. 1929
Orellana la Vieja. Calle Iglesia. Fotografía F. Carrorena. 1929. |
A la mañana del día siguiente visitaron la Fortaleza de los Orellana, (la casa-fuerte de los duques de Bélgida, la llama), donde Garrorena (fotógrafo extremeño costumbrista y retratista, conocido por sus excelentes fotografías expuestas en el Pabellón de Extremadura en la Feria Internacional de Sevilla de 1929) da rienda suelta a su creatividad recorrieron el pueblo y logrando un testimonio gráfico magnífico, como ilustran las imágenes que aquí se incluyen y cuyos originales se custodian actualmente en la Diputación de Badajoz.
Orellana la Vieja. Un aspecto de la Casa-Castillo. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
Orellana la Vieja. Otro aspecto de la Casa-Castillo. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
Orellana la Vieja. Visión del patio de la Casa-Castillo. Fotografóa F. Garrorena. 1929 |
Orellana la Vieja. Vista parcial del patio de la Casa-Castillo. Fotografóa F. Garrorena. 1929 |
Aspecto figurado de la Fortaleza de los Orellana. Fotografía de un cuadro sito en la vivienda de D. Víctor Sanz Gallardo, vecino de Orellana la Vieja |
Orellana la Vieja. Iglesia parroquial. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
Orellana la Vieja. Cruz astil de plata. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
Llegando a la plaza les impresionó sobremanera la estampa de un funeral que tenía lugar en ese momento, en el que las mujeres que asistían a la iglesia acudían desde sus casas portando enormes hachones de cera. En el interior de la iglesia Garrorena encontró abandonada, en la escalera que sube al coro, una imagen polvorienta de la virgen de la Candelaria, de unos 85 cts. de altura, que Covarsí dató del XVI. Advirtieron al nuevo párroco del valor de la obra escultórica y le aconsejaron que la restaurara en lo que pudiera y que la pusiera en algún lugar preferente, circunstancia que el párroco aprovechó para enseñarles una cruz astil de plata repujada, plateresca y finamente labrada, que se custodiaba en la casa del curato, obra de arte merecedora sin duda de los cuidados que le daban.
Orellana la Vieja. Un telar de Orellana. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
Orellana la Vieja. Mujer trabajando en un telar. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
Desde la iglesia les llevaron a visitar algunos telares, quedando ambos encantados con las mantas que allí se tejían, especialmente las llamadas “colchas de cama”. Compraron algunas de las prendas que les ofrecieron, atiborrando así el viejo chévrolet, con el ánimo de que luego fueran expuestas en la Feria Ibero-Americana de Sevilla que se celebraría en octubre de ese mismo año. Se despidieron encantados de la acogida que habían tenido en el pueblo, especialmente de la familia Sanz y de D. Antolín Ruiz, por la generosa hospitalidad que les mostró al ofrecerles su casa para que pernoctaran esa noche.
A
la mañana siguiente, pintor y fotógrafo, quisieron saborear despacio el
esplendor que aún les mostraba la primavera de esas tierras, emprendiendo así viaje
a Navalvillar de Pela, sin renunciar Covarsí esta vez, en el camino, a
comprarle a un leñador que encontraron en la sierra una cartera de piel de
borrego que se había hecho él mismo y que portaba al hombro en forma de morral.
Navalvillar de Pela. Calle típica. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
En Pela les llamó mucho la atención los vistosos arreos que tejían en sus telares para las caballerías: jáquimas, albardas y alforjas de vistosos colores, con madroñeras de lana. Observaron distraídos que su gente, a la vista de los aparatos de fotografía que ellos portaban, mostraban “cierto desdén u orgullo que les hace parecer indiferentes” y que sin duda, “era su especial manera de mostrar dignidad”.
Navalvillar de Pela. Calle típica. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
A
pesar del mal estado del camino, embarrado, optaron por proseguir ese día hasta
Casas de Don Pedro, adonde llegaron a la puesta del sol. Tras mandar recado al
cura, aún tuvieron tiempo de visitar el templo, que desde el primer momento les
había impresionado.
Les
conmovió sobremanera su retablo, del que luego expresó en un nuevo artículo
[“Extremadura artística. El gran retablo de Casas de Don Pedro” REE, IV-1, 3, 1930] que “Cuanto se pueda
decir en su elogio será pálido ante la realidad de su considerable valor. Es
obra más bien de catedral, sorprendiendo encontrarla en la humildad de una
iglesia lugareña”. “Obra de primer orden” lo consideró asimismo D. José Ramón
Mélida, en su “Catálogo monumental”. Fernando Garrorena volvió a concentrarse
con fervor a lo suyo, tomando fotografías del retablo y de los muchos cuadros y
esculturas que allí encontró.
Aún
estaban en el interior de la iglesia cuando les avisaron que fuera, en la plaza, las
gentes se habían arremolinado en actitud levantisca, recelando que en su
interior pudieran estar tramando algún negocio con el retablo. Tuvo que interceder la autoridad municipal
para explicar a los vecinos que los visitantes solo querían hacer fotos del
retablo de la iglesia y de sus obras de arte. A la mañana siguiente, Garrorena
aprovechó para hacer una de las fotografías más bellas de toda la expedición:
“cocina con mujeres hilando”.
Ese
estado de ánimo en la gente reflejaba, sin duda, la desconfianza que se iba
gestando en todos los pueblos de España,
no solo de Extremadura, por el saqueo y expolio de sus riquezas artísticas y
monumentales que empezaba a extenderse por entonces. En pocos años se había generalizando
ya, por todas partes, la presencia de chamarileros y comerciantes de arte que buscaban
quedarse por cuatro cuartos los tesoros arquitectónicos y artísticos que pudieran
escamotear. El mismo Adelardo Covarsí empezó a publicar un inventario de
riquezas artísticas desaparecidas, entre ellas la portada de piedra de la Casa de los Grageras, en Rivera del
Fresno, desmontada pieza a pieza y seguramente exportada, así como la venta de
todas las riquezas y tesoros del Palacio
de Monsadud en Almendralejo, en torno al año 1931, a un anticuario de
Sevilla, incluida la singular portada plateresca y los magníficos artesanados,
estatuas romanas de la época de Augusto, piedras visigóticas, cuadros, joyas, etc.
Balcón desaparecido de la Casa Fuerte de los Orellana. Fotografía de autor desconocido. Hacia 1930 |
Era
habitual en ese tiempo que los propios Ayuntamientos arrancaran puertas de
madera y ventanas de piedra, hierros de rejas y balcones de edificios, como
sucedió con la Casa fuerte de los Orellana
en Orellana la Vieja. El 11 de junio de 1931 publicó Covarsí en el diario La Voz de Extremadura un artículo
denunciando los hechos de expolio y saqueo que se estaban produciendo por esas
fechas y manifestaba que “En Orellana, me notificó una distinguida dama
extremeña, que el Ayuntamiento, como nos temíamos por denuncias anteriores,
había ordenado el derribo del Balcón
monumental del Palacio castillo del Bélgida (...) y que era de temer fuera
a las manos de los chamarileros, que yo sabía ambicionaban el edificio”
[“Extremadura artística. Seis años de despojo y destrucción del tesoro
artístico nacional” REE, XI-1,1, 1937].
No
mucho tiempo después de que viajara Covarsí a Casas de Don Pedro, según su
relato, un cierto día se presentó en su casa de Badajoz una persona para “proponerle
comprar el Retablo mayor de la iglesia
parroquial de Casas de Don Pedro, vecino el tal de aquel pueblo, que sin
duda porque habiendo yo estado poco tiempo antes en dicha localidad
fotografiando las excelentes pinturas del Retablo, me tomaría por un traficante
de antigüedades. El hecho aumentó mi alarma, porque era sintomático de la idea
de rapiña que imperaba en la provincia con motivo del advenimiento del nuevo
régimen (...)”, lo que puso en conocimiento del Alcalde del lugar y del
Gobernador Civil, lo que en absoluto evitó que años después, el Retablo de Casas de Don Pedro fuera destruido
en su totalidad a fuego en la propia plaza del pueblo.
Orellana
la Vieja participó en la Feria Ibero Americana de Sevilla de 1929 con las
fotografías que hizo Garrorena en mayo de ese año del lugar, además de un traje
de fiesta de pastora de la Serena, con refajo de lino, pañuelo de hierbas para
el talle y jubón de merino negro con toques de azabache en las mangas,
faltriquera de piel blanca con adornos, pendientes de coral formados por
racimos de uvas, collar de cuentas azules y delantal de lino, todas las prendas
tejidas en Orellana.