La Isla

La Isla

domingo, 14 de agosto de 2016

La casa de la Huerta del Rey, en Cogolludo y la Huerta de Valdelapeña, en el nacimiento del arroyo de ese nombre.



Acosado por las deudas, don Juan Geroteo de Orellana y Chacón, marqués de Orellana, se vio impelido en 1728 a solicitar del rey un crédito por valor de 20.000 ducados, una considerable suma para entonces. Pretendía el marqués con ello una inyección de  recursos frescos con los que  sobrevivir, en Madrid, con el aparente decoro de su estatus social de privilegio, porque su patrimonio ya no generaba las rentas necesarias para hacer frente a sus cuantiosos gastos -ya lo decía Fray Antonio de Guevara: “en la Corte es llegada a tanto la locura, que no llaman buen cortesano sino al que está muy adeudado”-  con los que sostener su dispendioso estilo de vida. Abandonado su patrimonio,  en el que apenas puede imaginarse alguna actividad económica mínimamente organizada, exceptuando tal vez del arriendo de los pastos que aún mantenía de sus dehesas de Cogolludo, Encinahermosa y las Dehesillas. Su ruina era total y su pobreza, en suma, palmaria para los vecinos de Orellana, convertidos en testigos involuntarios de sus desatinos, perplejos por el hundimiento económico y la desidia imperante que desde hacía años veían  reflejada en todas sus propiedades, y lo que era peor, en las imprescindibles labores del campo.


Casa de la Huerta del Rey, en Cogolludo


Una de esas propiedades abandonadas eran unas huertas en  Cogolludo, la dehesa más importante del marquesado, que sus dueños arrendaron tradicionalmente al monasterio segoviano de El Paular para sus ganados mesteños, con una casa de recreo, situada junto al Arroyo de la Huerta del Rey, del que recibía su nombre. Estaba situada en términos de Navalvillar de Pela, en el camino que va desde esta población a Cogolludo, en la confluencia del camino que viene de Orellana de la Sierra, en un lugar conocido como Maribañez.  Había  en esas huertas árboles frutales, emparrados, alberca y un manantial natural con abundante agua. Todo ello, en completo abandono.



Fachada principal de la casa de la Huerta del Rey, antes de su rehabilitación actual


Hoy subsiste esta casa, en la que aún se aprecia el escudo del marqués con los roeles de los Orellana en las ventanas de su fachada principal.


Escudo del marqués de Orellana, en una de las ventanas


Ventana de la fachada principal


A  poca distancia, también en el término de Navalvillar de Pela, tenía el marqués otra pequeña finca, la llamada Huerta de Valdelapeña,  junto al manantial del Chorrero, que da nacimiento al  Arroyo de Valdelapeña, en el entorno de la dehesa del Hoyo de Pela y la Sierra de Enmedio. Con una extensión aproximada de unas 12 fanegas de tierra, fue utilizada por los señores de Orellana la Vieja, junto a la Huerta del Rey, como lugar de recreo familiar porque su abundante agua y agradable vegetación, en la que proliferaban los árboles frutales, hacían del pequeño recinto un lugar muy apreciado, sobre todo en contraste con la extremada climatología estival de sus alrededores. Esta huerta había llegado a los bienes vinculados del mayorazgo de los Orellana por medio de una donación testamentaria de don Gutierre de Sotomayor, el maestre de la Orden de Alcántara a su hermana María de Sotomayor, esposa de García de Orellana, cuarto señor de Orellana la Vieja.

Tenía ermita y una casa  que en su origen debió estar fortificada. Un hecho curioso es que en la  pequeña ermita hubo en su día una campana que en su interior tenía grabada la inscripción: “Soi de Valdelapeña”  y que  antes de 1728, debido a su ruina,  ya había sido instalada en el  templete que alojaba el reloj del Ayuntamiento de Navalvillar de Pela (no estaría de más que alguien avisado se hiciera cargo de verificarlo hoy).


No hay comentarios: