5] Lo que relatan otros testigos y finalmente, la condena a Don Rodrigo
de Orellana por el asalto a la fortaleza
Informado el Consejo Real de estos hechos en Trujillo y tras ser detenido Rodrigo de Orellana, como enseguida veremos, la ulterior declaración de testigos que tuvo lugar en La Puebla de Alcocer nos enriquece el relato, por lo que sin duda merece la pena seguir mostrando nuevos matices, porque a la vista de lo que cuentan otros pocos testigos podremos completar algo más el cuadro de los hechos.
Así, Juan Alfonso, vecino de Orellana, explicó a su vez que estando ese día en el molino de la Soterrana junto a Raudona (alguacil, tal vez hijo de Francisco de Raudona, escribano y luego alcalde mayor de Orellana en tiempos de Teresa de Meneses), llegó muy alterada su mujer, diciendo a voces que don Rodrigo de Orellana había entrado en la fortaleza, apoderándose de todo. Raudona dejó lo que estaba haciendo y se fue corriendo al pueblo. Cuando llegó a la fortaleza, confundiendo al que guardaba la puerta pudo acceder al interior, pero se encontró de frente con don Rodrigo, que iba acompañado de varios hombres armados, y aunque trató de darse la vuelta, no pudo porque corrieron tras él y aunque le soltaron enseguida, pudo entender que estaban resueltos a defender la fortaleza de cualquier ataque, porque como bien oyó decir a don Rodrigo, de allí no habrían de irse sino muertos. Nos dice Juan Alfonso que se vocearon varios pregones a lo largo del día para que los vecinos no dejaran entrar a nadie en el pueblo ni en sus casas, bajo pena de recibir doscientos azotes y perder todos sus bienes. Se pusieron centinelas por toda la villa, oyendo decir que de Navalvillar de Pela habían traído hachas y segurones por si no le abrían la puerta de la fortaleza para derribarla, por lo que "del dicho temor muchos vezinos de la dicha villa de Orellana se yuan huyendo y dexauan sus casas desamparadas y que quisieran mas perder sus haziendas que verse en aquellos rebates".
Acompañaba a los ocupantes un escribano al que luego nombraron alcalde mayor de Orellana, que estuvo midiendo el trigo y la cebada que había en el granero de la casa, pero que él piensa, no se llevaron el grano. Encargaron a otras personas de las que venían con ellos a que tomaran posesión del molino y la barca poniendo a su cuidado molinero y barquero y que apostaran guardas en las dehesas, añadiendo que hacía algunos días que había visto venir una carreta de Trujillo con venablos y que vio más armas en la Fortaleza, pensando que don Rodrigo las estaba colocando para defenderse si venían a expulsarle de la casa, porque además de las personas que había traído con él le acompañaban también seis vecinos de Orellana. Toda aquella prevención era por si venía doña María de Mayoralgo con su marido Luis de Chaves y otras gentes para echarle de la fortaleza, porque habían llegado hasta Acedera y andaban por allí armados un domingo todo el día, volviéndose a Trujillo, donde dieron cuenta al juez, después de haber oído que don Rodrigo decía que no le habrían de echar de aquella fortaleza sino muerto.
Finalmente, un quinto
testigo, Bartolomé Sánchez, que vivía en la propia fortaleza como mayordomo de
los titulares del señorío, dijo en su relato que doña María de Mayoralgo gozaba
y administraba los bienes de Orellana con su nieta Catalina como lo había hecho
con su hermano don Gabriel (el Mozo). Hacia las nueve o diez de la mañana del
martes 14 de septiembre de 1599 vio venir un pequeño rebaño de ganado por la
Corredera, antes de entrar en Orellana, y que junto al ganado venían cuatro
hombres con dos bestias menores que le parecieron gitanos acercándose a la Fortaleza, hasta que llegaron cerca de
donde él estaba, viendo entonces cómo se
apearon dos de ellos, apartándose de los
otros dos, y el que ceñía espada fue hacia la puerta principal del castillo y
el otro, que era más pequeño, se quedó en la puerta del Coso escondido,
sosteniendo en la mano una vara o dardo y el más grande llegó a la puerta
principal del castillo donde vio que estaba sentado Francisco Garrido el Viejo
y le pareció que hablaba con él y luego entró en el castillo y el hombre más
pequeño entró tras él. Volvió Bartolomé la vista hacia el camino de Orellana de
la Sierra y vio venir en aquella dirección cuatro o cinco hombres más a
caballo, derechos a la villa.
Sospechando mal de aquellas entradas se
volvió a su casa, contando a Antonio Gómez, receptor de Granada, lo que
había visto, acercándose éste a ver lo que pasaba; cuando volvió dijo que don
Rodrigo de Orellana había entrado en el castillo. El mismo día vio andar a dos
hombres con vara de justicia en nombre de don Rodrigo, visitando los mesones y
haciendo otros actos de posesión y con ellos iba otro hombre que decía que era
escribano, oyendo decir entonces que don Rodrigo había mandado prender a
El mismo 14 de octubre de 1599 se dispuso, desde Trujillo, que fuera a Orellana la Vieja el licenciado Diego Arze de Otalora en calidad de juez comisionado, con la misión de reducir a Rodrigo de Orellana y llevarle preso a la Corte, restituyendo la jurisdicción del señorío al estado en que se encontrara a su llegada, reponiendo los cargos y oficios que hubieran sido destituidos y deteniendo a cuantos se demostrara que habían estado implicados en los hechos. "Con esta comission fue requerido el dicho juez el qual parece fue a la villa de Orellana y en virtud della prendio al dicho don Rodrigo y le secrestó sus bienes y le traxo preso a la carcel real de esta Corte. Y también prendio a otros y restituyo y puso la jurisdicion de Orellana en el punto y estado en que estaua al tiempo y quando el dicho don Rodrigo la tomo y boluio al alcayde de la fortaleza y alcalde mayor y demas oficiales del concejo sus oficios según los tenian".
Cuando fue apresado le
llevaron a declarar ante el juez comisionado de Trujillo en la Puebla de
Alcocer. Y allí, aunque en lo esencial relata los mismos hechos conforme a lo
que habían expuesto los testigos a los que hemos escuchado, su versión niega
que en ningún momento utilizara la violencia. Según su relato, cuando llegaron
a Orellana se habían encontrado con la puerta de la fortaleza cerrada, siendo
guardada por un hombre que se llamaba Garrido, al que le preguntaron: "que hazeys ay, abrir, y luego abrio la dicha
puerta y entro dentro con su mula y con los demás criados que lleuaua",
sin hacer mención a que se hubiera valido de engaño alguno para entrar ni
haberle intimidado con sus armas. Regresaba en ese momento del pueblo Benito
Laso, mayordomo y alcaide de la fortaleza, al que pidieron las llaves,
entregándoselas sin que éste les pusiera resistencia alguna y que las llaves de
la puerta principal del castillo se las había dado también Garrido
voluntariamente. Era cierto que había nombrado a Pedro de San Vicente alcalde
mayor, cubriendo también los cargos de escribano y alguacil "antes que entrasse en la dicha villa cerca
del monasterio que esta en ella" para que de inmediato sustituyeran a
los mandos que había. Como no podía negar los hechos que se le imputaban optó
en su declaración por ofrecer una versión dulce de los acontecimientos, donde
en ningún momento había empleado la fuerza con los cargos del concejo o vecinos
de
El resultado final fue que, después de su declaración, el Fiscal interpuso contra Rodrigo demanda criminal, manteniéndole mientras tanto preso en la Corte, porque "el susodicho con mano armada y con junta de gente por su autoridad con violencia y fuerça de armas entro y ocupo la villa de Orellana compeliendo a los alcaldes y justicia del dicho lugar le tuuiessen y reconociessen por señor del en lo qual cometio graue delito digno de que sea castigado rigurosa y exemplarmente como lo merece el dessacato y atreuimiento semejante; por lo cual pide sea condenado en las mayores y mas graues penas por derecho establecidas...".