La Isla
jueves, 20 de mayo de 2010
sábado, 8 de mayo de 2010
miércoles, 5 de mayo de 2010
María de Orellana [1]
María de Orellana: sucesora y mujer
Recaían en María, hija mayor de Rodrigo y de Isabel de Aguilar, los derechos de sucesión al mayorazgo de Orellana tras la muerte de su hermano Juan el Bueno, derechos que ella quiso asumir, desde un principio, a pesar de las arrogantes pretensiones de su tío Gabriel. Pero todo fue para ella demasiado rápido y ni siquiera tuvo tiempo de disponer el traslado de sus enseres personales a la Casa Fuerte de Orellana, porque Gabriel se había adelantado tomando posesión de la fortaleza de Orellana el 27 de enero de 1549, unas pocas horas más tarde de fallecer su hermano. Poniéndose de acuerdo con los regidores del concejo de Orellana la Vieja, ocupó la villa desde el primer momento y mantuvo la posesión del señorío durante nueve meses, hasta que María y su marido Gómez de Figueroa lograron recuperarlo por sentencia judicial de la Chancillería de Granada.
María se había casado por aquellas fechas con don Gómez de Figueroa, hijo de García de Toledo -fue García de Toledo ayo y mayordomo mayor del Príncipe Carlos, comendador de Bienvenida en 1536 y de Moratalla en 1553, hijo a su vez de don Gomes Suárez de Figueroa, segundo conde de Feria- y enseguida, el 14 de febrero de ese año presentaron en el Consejo una demanda contra Gabriel de Orellana por haber ocupado la villa de Orellana y tomar posesión de todos los bienes del mayorazgo. Precavidos, los jueces pidieron, tanto a Isabel de Aguilar, como a Gabriel de Mendoza, que les entregaran todos los documentos que poseyeran cada uno para estudiarlos, encargando de su custodia a Pedro de Mármol. El 19 de noviembre de ese año la Real Audiencia de Granada emitió al fin sentencia a favor de María, exigiendo que se le devolvieran de inmediatos los bienes del mayorazgo, convirtiéndose así Gómez de Figueroa en el 10º señor de Orellana la Vieja.
El matrimonio vivía entonces en Zafra con los condes de Feria y allí celebraron jubilosos la restitución de los derechos usurpados, dándole a María ocasión de cambiarse el apellido Mendoza por el de Orellana, que ahora le correspondía como sucesora. Isabel Adame de Cantos, una anciana de 85 años de edad que había sido ama en la casa de Feria toda su vida en Zafra, nos explica cómo Gómez de Figueroa y su mujer, al conocer la sentencia contra Gabriel de Mendoza lo celebraron por todo lo alto: “en la dicha villa de Çafra se hiçieron muchas fiestas y luminarias y deçian que hera por aver salido la dicha sentençia en favor de la susodicha”, y Catalina de Sotomayor, camarera de Guiomar de Soto, que también vivía en Zafra, nos cuenta asimismo que “a la persona que soliçito el dicho pleito y truxo nuevas de la dicha sentençia se le hiço merçed de darle tresçientos ducados de renta cada un año por sus dias y esto fue muy publico en la dicha villa”.
Partió el joven matrimonio de Zafra para hacerse cargo del señorío, llegando a Orellana la Vieja con los padres de don Gómez. Quiteria González nos informa así de su llegada: “quando vinieron a tomar la posesion desta dicha villa y su mayorazgo por muerte de don Juan el Bueno hermano de la dicha doña Maria de Orellana y esta testigo sabe que tomaron la dicha posesion y an estado aqui algunos dias enesta dicha villa; despues de aver tomado la dicha posesion se fueron a la çiudad de Badaxoz donde hera el dicho don Gomez de Figueroa y dexaron enesta dicha villa en el castillo della un alcayde que al presente no se acuerda de su nombre y que sabe goçaron y poseyeron este dicho mayorazgo algunos años.” También Elvira Sánchez en su testimonio hacía memoria del día en que llegó doña María con su marido a la fortaleza de Orellana, acompañada por sus suegros que se quedaron todo el tiempo con ellos hasta que regresaron a Badajoz: “y quando se fueron dexaron un alcaide en el castillo y casa fuerte para que tuviese quenta con la haçienda y los vasallos y el alcayde se llamava fulano Bernal de Varreda”. Juan Álvarez Santa Cruz, que había convivido con Juan de Orellana durante su infancia -por “ser veçinos sus padres del testigo y de los suyos y averse criado juntos en una veçindad en la casa que llaman de la Alverca que hera de los dichos sus padres de la dicha doña María y don Juan”- nos confirmó que a la muerte de su hermano, María había estado “en la posesion de el dicho mayorazgo mas de quatro años o quatro y medio” y Andrés Sánchez que llamaban el Viejo, otro amigo de la infancia y que debió pertenecer a su estrecho círculo de confianza, añade que a su muerte hubo discusión entre Gabriel el Viexo y Gómez de Figueroa mientras estuvieron en la posesión del mayorazgo durante más de cuatro años, “hasta que el dicho don Gabriel le echo de la posesion por pleito”. Otro tanto nos explica Catalina Alonso, una mujer de Orellana con 80 años de edad, viuda de Alonso Xil y que durante muchos años había mantenido estrecha amistad con Rodrigo de Orellana y su mujer Isabel de Aguilar: “y despues de la muerte del dicho don Rodrigo sabe esta testigo que entro en el dicho mayorazgo don Juan de Orellana el Bueno su hijo y estuvo y poseyo como su padre hasta que murio y despues de su muerte sabe que truxeron pleitos entre la dicha doña Maria y don Gabriel de Orellana el Viexo su tio hermano de su padre y tuvo la posesion y por pleito se la quito don Gomez y la dicha doña Maria su muger y tuvo y poseyo este mayorazgo quatro o çinco años y dexaron aqui su alcaide y estuvo aqui hasta que otra vez don Gabriel por pleito volvio a entrar en la posesion del dicho mayorazgo”. Todos coinciden en Cinco años, aproximadamente. Pero la verdad es que los pleitos que por entonces se siguieron a causa de la titularidad del mayorazgo de Orellana la Vieja no habían hecho más que empezar, porque continuarían todavía otros 60 años más. La documentación a que dieron lugar las alegaciones de unos y otros descendientes durante este tiempo constituye para nosotros la fuente primordial de información sobre los hechos, pero también nos permiten esos documentos conocer bastante bien quienes eran unos y otros pretendientes y hacernos una idea muy completa de la genealogía de los Orellana.
Fortaleza de los Orellana
Durante esos cinco años en los que retuvo María de Orellana junto a su marido el señorío de Orellana la Vieja, Gabriel de Mendoza no había cesado de intrigar en la Chancillería granadina para obtener una sentencia favorable a sus pretensiones, lo que finalmente logró en agosto de 1554, apartando así a María y su marido definitivamente del señorío mientras vivieron: "y para la enmendar la deuemos de reuocar y reuocamos ... y mandamos que el dicho D. Gabriel de Orellana sea puesto en la tenencia de los bienes y mayorazgo sobre que es este pleito...", expresaba concluyente la sentencia (continuará).
jueves, 29 de abril de 2010
sábado, 24 de abril de 2010
miércoles, 14 de abril de 2010
Juan de Orellana el Bueno [y 4]
Juan de Orellana el Bueno, noveno señor de Orellana la Vieja [y 4]
Es cierto que, de una u otra forma, Juan el Bueno debió llegar con sus tíos a ciertos acuerdos sobre la administración del patrimonio que éstos controlaron durante más de 15 años, arreglos que seguramente no llegaron a ser bien conocidos por el resto de su familia, pero también debió llegar a otro pacto con el cura de Orellana, porque, sintiendo cercano su anunciado final, y aprovechando que el plazo de vigencia de aquel compromiso con sus hermanos llegaba a su término en aquellas fechas, pidió consejo al clérigo, que debió persuadirle para que lo cancelara, temerosos ambos de que su tío hubiera proyectado ya apoderarse de las rentas del mayorazgo, aprovechando el final de su larga enfermedad. Todo apunta a que Juan el Bueno transfirió por entonces la función de administrar su patrimonio a manos del cura de Orellana Francisco Guisado, que gozaba de su completa confianza, hasta que se hiciera cargo del señorío quien le fuera a suceder: “y porque desde el dicho dia enadelante por mi mandado el bachiller Francisco Guisado clerigo que esta en mi cassa a tenido cargo del gasto y rescibido que despues aca sea ofrescido rescebir y gastar y para ello a procurado algunos dineros prestados digo que todo lo que diere por escripto firmado de su nombre aver rescebido se le de y pague luego de mis bienes y le passen en quenta todos los gastos que diere por escripto firmados de su nombre aver fecho e sin (sic) que sea creydo sin ninguna otra averiguacion porque del tengo entero concebto de verdad”.
Casa de la Alberca en Trujillo.
Casa solariega de los señores de Orellana la Vieja
Pero en verdad, ya nada de lo que Juan pudiera hacer serviría para que Gabriel abandonara su presa. No hacía mucho que le había pedido a su sobrino que le nombrase sucesor, lo que sin duda debió sorprender mucho al señor de Orellana, porque al menos sí tenía claro que ese derecho le correspondía a su hermana, pero a finales de 1548 comenzó a sentir con mayor fuerza la presión a la que de nuevo le iba sometiéndo, desplegando esta vez don Gabriel sobre su sobrino todo el poder de influencia que tenía sobre cuantas personas y allegados pudieran contribuir a sus propósitos. Al hilo de esta nueva estrategia, Juan de Chaves nos dice que Gabriel el Viejo le había conminado repetidamente a que interviniera en su favor, persuadiendo a su sobrino para que le nombrase su sucesor y que después de una entrevista que mantuvo con él, éste le contestó que: “como señor me dezis esso fiandome yo tanto de vos que mi propio tio don Gabriel y don Fernando Portocarrero su hermano ambos me han dicho una y muchas vezes que mi casa no la heredan ellos sino mi hermana". Gabriel insistía con Juan de Chaves para que le dijera a su sobrino que consultara sus dudas con su confesor y con fray Pedro Garijo, jurista y letrado de quien podía fiarse, y aunque Juan no quiso escucharle, terminó por ceder como resultado de las continuas presiones que ejercieron sobre él, incansables, estos y otros asesores, que valiéndose de su autoridad moral lograron torcer su voluntad para que acatara los deseos de su tío Gabriel, pese a la oposición silenciosa de Hernando Portocarrero: "importunado muchas vezes de este testigo dixo que si lo aria y que el testigo entiende que los letrados y confessor se lo deuieron aconsejar porque muy contra su voluntad a lo que este testigo pudo conocer del lo hizo persuadido de los letrados y confessor que para esto eligio que asi conuenia a su conciencia y siempre con todo esto el dicho don Fernando Portocarrero hermano del dicho don Gabriel le parecia mal y burlaua y burlo hasta que murio de la pretension del dicho don Gabriel y estuuieron sobre ello desauenidos y esquiuos con auer sido tan grandes hermanos jamas se boluieron a tratar".
Seguramente que Juan sólo llegó a conocer las interesadas explicaciones que le dieron entonces sus expertos consejeros sobre quién debía sucederle si moría sin descendencia, careciendo de hermano varón. Conocedor de las pretensiones de su hermana María y de su tío Gabriel, consultó afligido a diferentes letrados, juristas y teólogos para que le ayudaran a interpretar la escritura del mayorazgo. Agudizada su enfermedad desde hacía algún tiempo en Orellana la Vieja, pidió que le llevaran a su casa de la Alberca en Trujillo para que pudiera recibir mejores cuidados, donde acudieron a visitarle los dominicos Tomás de Santa María y Francisco Durán, acompañados del jerónimo Pedro Garijo. El cura de Orellana la Vieja Francisco Guisado, que atendía la cátedra de gramática en la villa, juzgó aquella reunión que mantuvo con los frailes como decisiva y se temió lo peor. Tras hacer salir de la sala en la que se encontraban a su tío Hernando y a sus criados, después de que se leyera la escritura principal del mayorazgo, les pidió Juan que le dieran su parecer. Todos, sin excepción, se pronunciaron a favor de Gabriel de Mendoza. Francisco de Herrera, amigo personal de éste, había llevado incluso una copia de las escrituras a Valladolid, para tratar el asunto con el licenciado Gaona, contestando éste que "si auia varon descendiente de Juan Alfonso, que no heredaua muger y que esto parecia claro por la escritura". Lo mismo hizo en sendas entrevistas con los doctores Bravo y Torice, contestando ambos que debía suceder Gabriel y no María. Según el clérigo de Orellana, estas consultas inclinaron definitivamente la opinión del joven moribundo confiando, angustiado, en el buen criterio de sus asesores: "y entendido dellos que el dicho don Gabriel era legitimo sucessor le nombró por tal y sino entendiera que era justicia no le nombraria por sucessor de la dicha casa".
Tal vez Juan el Bueno llegara a creer sinceramente, tras las presiones a las que fue sometido, que al mayorazgo de Orellana no podía suceder mujer habiendo varón de otra rama descendiente del fundador. Sea como fuere, lo cierto es que en su testamento expresó finalmente su voluntad de que le sucediera su tío Gabriel de Mendoza. Evocando lo que habían sido vacilaciones hasta ayer mismo, pensó seguramente que con sus palabras no se despejarían del todo los recelos familiares, así que propuso de nuevo –probablemente al dictado de su tío Gabriel- nada menos que el matrimonio de los dos adversarios, lo que desde luego hubiera cambiado el curso de los acontecimientos futuros, conciliando los intereses de ambas partes. La propuesta que sabemos no era nueva ejerció poco influjo en el ánimo de su hermana, que por entonces había contraído ya compromiso de matrimonio con el caballero don Gómez de Figueroa -nieto de don Gómez Suárez de Figueroa, segundo conde de Feria- gentilhombre de la Cámara de Felipe II, incrementándose por el contrario su voluntad de luchar por lo que sentía como propio.
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