Las indagaciones que siguieron en Madrid ( y 3)
Cansado de dar tantas
vueltas, García de
Orellana presentó al Consejo el 16 de noviembre de 1600 una
petición de querella criminal contra María de Mayoralgo acusándola directamente
de tener en su poder escrituras con las que podría demostrar que le pertenecía
la sucesión de la casa de Orellana. "Para comprovacion de lo qual es de
gran consideración que al tiempo que murio don Gabriel su nieto hermano de la
dicha doña Catalina, que tenia entrada la possesion de la dicha casa e
mayorazgo la dicha doña Maria puso gran diligencia en que luego se sacassen de
la fortaleza de la villa de Orellana un gran numero de escrituras y las hizo
llevar cubiertas entre unas cestas de esparragos... entre las quales es sin
duda que yuan las escrituras contenidas en la dicha paulina porque de otra
manera era impenitente la dicha diligencia y la aceleracion y recato con que se
hizo". Presentó García más tarde una declaración que había hecho en Madrid
Alonso Pérez
de Alarcón ante el notario J uan
Gutiérrez cuando se encontraba en casa de Pedro Ruiz Bejarano ,
abogado en la Corte, camino de Sevilla con intención de partir luego hacia las
Indias. Mayordomo de la
viuda María Enríquez Mayoralgo durante cinco meses, servicio
que había dejado hacía poco más de veinte días, explicó que en una ocasión
llevó en compañía de esta señora cierta cantidad de papeles a casa del
licenciado Fuenllana, encerrándose ambos en el estudio que éste tenía en el
Humilladero de San Francisco, diciéndole a él que se mantuviera fuera y que no
dejara pasar a nadie, repitiendo las visitas, que duraban dos horas, varios días seguidos, quedándose los papeles al final en poder de
Fuenllana más de un mes, hasta que doña María
se los llevó de allí en compañía de este mayordomo y de un paje, pero
sin permitirles durante todo el trayecto cargar el talego donde los llevaba,
guardándolos al llegar a casa en un
cofrecillo de tamaño mediano que más tarde envió a un fraile benito del
monasterio de San Martín de Madrid para que se lo guardase. Continuó el
mayordomo su declaración diciendo que estando un día doña María confesándose en
la iglesia de San Martín observó que durante la mañana se confesó con tres
frailes benitos diferentes y que “con cada vno dellos vio que estuvo hincada de
rodillas vn grandisimo rato y quando salio de la dicha iglesia para venir a su
casa y este que declara acompañandola vio que salio tan penada llorando y dando
suspiros que le hizo lastima” por lo que
le dijo que seria mejor que diera lo suyo a sus dueños y ella, con coraje
respondió “o mal hombre, mis armas auia yo de dar a mis enemigos”, añadiendo
incisivo: “y en las vezes que la vio
confessar en la dicha iglesia de San Martin y otras en la compañía y en el
monasterio de la Trinidad y aunque la vio confessar muchas veces nunca la vio
comulgar”. Preguntada doña María sobre
las declaraciones del mayordomo contestó que tiempo atrás había sido su criado,
pero que era éste un hombre mentiroso, que todos se reían de él porque decía
que en su tierra, Lucena, cinco bellotas hacían una libra y que cuando fue rico
tuvo un caballo al que le daba de comer gallinas y que se quedaba con dinero de
la casa y que por ser ruin, tuvo que despedirlo. En cuanto a la escritura de
Pedro Alfonso, hijo del fundador del mayorazgo, dijo que en uno de los
traslados debieron de quitársela, porque no la tenía.
Fueron por orden del Consejo
mientras tanto el relator Morquecho y el secretario Mármol a casa de doña María
con la llave que ésta les dio de un cofre grande diciendo que en su interior se
guardaban los papeles que ella tenia.
Preguntó el secretario al ama Ana de Mazuelos que si encontrarían allí papeles
que pudieran comprometer a su señora y ésta les contestó: “todo es ayre lo que
pueden hallar, que lo que importa, mi señora lo tiene”. Volvieron el relator y el secretario a cerrar
con llave el corre que dejaron en la casa para volver a buscarlo pasado unos
días y llevarlo a casa del secretario, pero sin que terminaran de encontrar los
papeles que buscaban, porque al poco llegó de noche un paje de doña María
llamado Diego Casco cargado con un cofre que contenía los papeles que había
mandado al fraile de San Martín, papeles que inmediatamente mandó a casa de un
tal Hernando de Orellana, de donde fueron sacados nuevamente y llevados a casa
de don Gómez de Sotomayor y su mujer María de Velasco en un cofre forrado de
cuero negro para que se los guardasen.
Informado el secretario Mármol de estos movimientos preguntó nuevamente
al ama Ana Mazuelos por lo que llevaba el esclavo de doña María de Velasco en
el arca y esta le respondió: “Estos negros papeles. Harto le estuuiera a mi
señora quitarse destas pesadumbres y si no es suyo darlo a cuyo es que quiere
retener cosas que no son suyas ha sido causa deque vengan tantos trabajos por ella y por su casa que tantas muertes ha
visto en ella”.
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