Desde principios de 2010 he ido escribiendo en este blog, bajo el epígrafe de “Galería de personajes históricos”, sobre algunos de los personajes más relevantes vinculados al señorío de Orellana la Vieja, con mención especial de aquellos que asumieron mayor protagonismo en el pleito de sucesión a la titularidad del mayorazgo que enfrentó a la familia de los Orellana durante la segunda mita del siglo XVI. Comienzo a partir de ahora, insertando en la misma “Galería de personajes históricos” un recorrido similar con titulares y miembros del señorío de Orellana de la Sierra, vinculados al linaje trujillano de los Bejarano, iniciándolo con su primer titular.
1. Alvar García Bejarano, primer señor de Orellana de la Sierra
Aunque la creación del señorío de Orellana de la Sierra no tuvo lugar hasta principios del último cuarto del siglo XIV, es muy probable que los Bejarano descendientes de los que participaron en la conquista de Trujillo en 1232, hubieran ocupado ya a finales del segundo tercio del XIII las tierras que repoblaron junto a los Altamirano a orillas del Guadiana. Procedían los Bejarano de la ciudad de Beja, capital del Bajo Alentejo portugués, fruto de la conquista efectuada a los musulmanes en tiempos del primer rey de Portugal Alonso Enríquez. El señorío pleno lo concedió Enrique II a don Alvar García Bejarano el 18 de octubre de 1375, recompensándole de ese modo la participación en sus filas durante la contienda que mantuvo contra su hermanastro el rey Pedro I.
Detalle del Arco del Triunfo en Trujillo. Imagen de la Virgen de la Victoria flanqueada por los escudos de los Bejarano, Altamirano y Añasco |
Era Alvar García hijo de Diego García Bejarano y de Leonor Muriel de Vargas, descendiente de los Añasco de Trujillo. Casado con doña Leonor Moñino, su descendencia constituyó la sucesión al señorío de Orellana de la Sierra. Merece la pena sin embargo en este punto, hacer un ligero desvío para resaltar la rica estirpe de extremeños ilustres que nacieron de su segundo matrimonio con doña Mencía González de Carvajal, que destacaron en el ámbito de las leyes, la política y su papel en la Iglesia durante todo el siglo XV y principios del XVI, distinguiéndose, entre otros, don Garci López de Carvajal, miembro del Consejo de Juan II; el doctor Lorenzo Galíndez de Carvajal y don Bernardino López de Carvajal, Cardenal de Santa Cruz.
Nació el segundo en Plasencia en 1472, de donde era natural su madre, Juana Galíndez; su padre, Diego de Carvajal, fue canónigo en Plasencia y Sevilla, arcipreste de Trujillo y arcediano de Coria. Estudió derecho en Salamanca, donde contrajo matrimonio con Beatriz Dávila. A los 27 años de edad accedió al cargo de oidor en la Chancillería de Valladolid, desde donde los Reyes Católicos, atraídos por el profundo conocimiento que mostró de las leyes del reino, le llevaron a su Consejo, cuando apenas contaba 30 años de edad, figurando ya su firma a partir de 1502 de forma habitual en documentos expedidos por el Consejo Real. Seguramente la reina Isabel le escogió desde un principio entre sus más directos colaboradores para que contribuyera activamente a resolver la confusión y desorden que existía por entonces en las leyes castellanas, pese al esfuerzo legislador y recopilador de reinados anteriores, para que fueran simplificadas y unificadas. La influencia del placentino en el lecho de muerte del Rey Católico fue asimismo, junto con los licenciados Zapata y Vargas, decisiva para la elección de Carlos V, frente a su hermano D. Fernando, como sucesor del Rey Católico a la Corona española.
Nació Bernardino López de Carvajal en Plasencia en el año 1456, de Francisco López de Carvajal y de Aldonza de Sese Sande; siguiendo su temprana inclinación hacia el conocimiento de las letras sagradas, aconsejado por don Juan de Carvajal, Cardenal de Sant´Angelo, estudió teología y leyes en Salamanca, accediendo a los 24 años de edad a la cátedra de Prima. Fue maestro del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos; obispo de Zamora, Salamanca, Jaén y Plasencia; Arzobispo de Toledo y Sevilla; Inquisidor General y Rector de la Universidad de Salamanca. Los Reyes Católicos le enviaron a Roma como su embajador, donde pronto destacó por su habilidad en los asuntos diplomáticos. Fue secretario personal de Sixto IV y nuncio con Inocencio VIII en 1486. En 1493 por mediación de la reina Isabel fue nombrado cardenal por Alejandro VI, distinguiéndole más tarde con el cargo de Cardenal de la Santa Cruz. Tanto la curia romana como los monarcas españoles se beneficiaron de su agudeza política y habilidad diplomática que demostró en los muchos asuntos en que intervino. A la muerte de Alejandro VI en 1503 estuvo a punto de ser elegido Papa. En 1511 presidió un concilio cismático en Pisa contra Julio II, lo que le valió la pérdida de su dignidad cardenalicia y la enemistad del rey Católico. Conseguida su abjuración, León X le nombró decano del Sacro Colegio de Cardenales, aunque ya no volvió a disfrutar del prestigio personal que había tenido hasta entonces.
2. Diego García de Orellana el Rico, fundador del mayorazgo de Orellana de la Sierra
Segundo señor de Orellana de la Sierra, fue Diego García de Orellana el primero de los hijos de Alvar García Bejarano y Leonor Moñino. El 6 de febrero de 1412 fundó, conjuntamente con su esposa doña Teresa Gil, (hija de Pedro Alfonso de Orellana, 2º señor de Orellana la Vieja) el mayorazgo de Orellana de la Sierra, vinculando al mismo un tercio de sus bienes, integrados por el Alcázar de los Bejarano en Trujillo y las heredades de Magasca –la que dicen del Moro-, Serrezuela, Villalba, Pizarroso, Pizarralejo, Montejo y aproximadamente el 5 por ciento de la dehesa de Cogolludo, además del ejido de la villa y otras tierras de menor extensión dentro de su término, recibiendo confirmación de Juan II un año más tarde por medio de una cédula emitida en la ciudad de Toro.
Alcázar de los Bejarano. Trujillo |
Responde su fundación, como era habitual entonces, a la necesidad de que todos los bienes de una determinada familia permanecieran indivisibles bajo el dominio de uno sólo de los descendientes, para ser transmitidos, vinculados a un mayorazgo, de generación en generación por vía de varonía, guardando así perpetua memoria del linaje de los Bejarano. Quedaba en el mismo establecido un orden regular de sucesión, según el cual, al titular debía sucederle el hijo varón mayor, continuando por esta vía la sucesión entre las siguientes generaciones. Si falleciera el primogénito antes de suceder en el mayorazgo, los derechos debían pasan forzosamente a su hijo varón siguiente en edad. Si el titular falleciera sin hijos varones, debían sucederle entonces sus hermanos, empezando por el de mayor edad, continuando los hijos varones de éste y los nietos, constituyendo, en este punto particular, una importante diferencia con el mayorazgo de Orellana la Vieja, en el que antes de contemplar, en ausencia de hijos varones del titular, a los hermanos de éste, se permitía la sucesión de las hijas, dando así lugar a un cambiando de rama sucesoria, lo que dio origen, en el caso de la sucesión al mayorazgo de Orellana la vieja, al duro y prolongado conflicto en la familia de los Orellana.
Escudo de los Bejarano. Alcázar de los Bejarano. Trujillo |
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