- Preliminares sobre las circunstancias
familiares
Como es sabido, tras la
conquista de Trujillo en 1232, el paulatino asentamiento de los Altamirano en
las tierras situadas más al sur de su alfoz, junto al Guadiana, culminó con la
formación del señorío de Orellana la Vieja tras concederle su dominio Alfonso
XI en 1335 a
J uan Alfonso de la Cámara. Sus herederos, emplazados en un lugar
conocido como “Orellana”, se sucedieron sin interrupción en la titularidad del
señorío conforme a lo que se estableció en la escritura de Fundación del
Mayorazgo de Orellana el 3 de enero de 1341, hasta 1549, año en el que se
produjo la muerte en Trujillo, sin sucesión, de J uan
de Orellana el Bueno, su noveno titular, hecho que constituye
fuente de un conflicto que se prolongaría hasta 1614 en el seno de la familia.
Sabemos que Juan el Bueno padecía alguna enfermedad que desconocemos,
pero el riesgo en que vivía por esta causa ya había puesto sobre aviso a diferentes
candidatos a la sucesión del linaje, recelosos de que conforme a lo establecido
fuera a suceder una mujer, lo que pronto desató toda clase de intrigas y
pasiones, especialmente por parte de su tío Gabriel el Viejo, porque la
sucesión de María, hermana de Juan, desviaría, de forma irreversible al
contraer matrimonio, a otra familia el patrimonio legado a los Orellana. Ya al poco tiempo de fallecer su hermano Rodrigo de
Orellana, octavo titular, Gabriel de Mendoza el Viejo (luego adoptaría el
apellido Orellana) advertido de que su
sobrino Juan no viviría muchos
años y aún sabiendo que por legítimo derecho le correspondería suceder a María si Juan moría siendo titular, hizo lo
imposible por convertirse en sucesor. En su entorno familiar más cercano era
bien conocido que ansiaba desmedidamente el mayorazgo, insistiendo una y otra
vez en forzar su matrimonio con su
sobrina María, a la que en un principio reconoció sus derechos de sucesión,
tratando de erigirse de este modo en el nuevo jefe del linaje. Como no pudo
conseguirlo por este camino (primero la llevó secuestrada a Portugal para
presionar a su madre, Isabel de Aguilar, para persuadirla de su matrimonio)
resolvió obtenerlo fraudulentamente, manipulando la escritura de Fundación del
Mayorazgo de Orellana. Todas las maniobras que Gabriel el
Viejo puso en marcha a partir de entonces para evitar aquella adversidad,
abrieron una profunda escisión en el seno del linaje que mantuvo a la familia
en pleitos durante más de sesenta años.
Ésta es la causa última del talante belicoso que
mantuvo Gabriel frente a su sobrina en los tribunales. Las circunstancias de aquel tiempo quisieron que Gabriel lograra su
propósito, convirtiéndose en el 11º titular y luego le sucediera su hijo y más tarde, su
nieto, dando así lugar a que los jueces, pasado ese tiempo, devolvieran
calmosamente a María sus derechos legítimos de sucesión, ya fallecida, para
hacerse finalmente cargo del mayorazgo su hijo García de Orellana, 14º señor de
Orellana la vieja en 1604.
Durante todo este tiempo, considerándose
cada uno beneficiario cierto del derecho de sucesión al señorío, con el
evidente propósito de adquirir el dominio sobre los bienes del mayorazgo, disfrutar de sus rentas y privilegios y
elevar por ende su posición social, esas pretensiones hicieron
que la documentación de la que disponía cada rama familiar a lo largo de los
años se pusiera, de una u otra forma, sobre la mesa de la Chancillería de Granada , consolidando así
un extraordinario aporte documental que, pese a la escasa novedad en su
contenido, su contexto resultó para mí de gran provecho, permitiéndome crear una detallada genealogía
de las diferentes ramas familiares en litigio, vinculadas, durante
generaciones, al mayorazgo, imprescindible para identificar con nitidez la
posición familiar de cada personaje, cumpliendo con suma eficacia la función de
guía con la que podernos mover hoy con desenvoltura
por entre la maraña de nombres reiterados y circunstancias cruzadas en el
transcurso de los acontecimientos.
Abrió así la muerte de Juan
el Bueno en la casa solariega de la Alberca, en Trujillo, una larga serie de
litigios en el seno de la familia, comenzando a partir de entonces una intensa
porfía por la sucesión al mayorazgo que se prolongaría hasta 1614, reflejo de
la lucha por retener en el seno de la estirpe de los Orellana el patrimonio y
sus privilegios sociales, encarnándose
durante años en dos mujeres esa pugna: doña María de Mayoralgo (otra sobrina de
Gabriel el Viejo), portadora y representante de la sangre vieja, que peleó sin
tregua por desviar los derechos a la titularidad para su linaje, y doña María de Orellana ,
que hizo lo propio por recuperar sus derechos hereditarios al mayorazgo, pese a
su condición de mujer, porque con su matrimonio (todos lo temían), trasladaba, aparentemente,
fuera del linaje todos los bienes vinculados al mayorazgo a la familia del
marido, don Gómez Suárez de Figueroa, nieto del conde de Feria. Sin embargo,
como luego acaeció, las cosas no acabaron siendo según lo previsto, como tantas
veces ocurre, porque cuando la justicia le devolvió los derechos de sucesión a
María, ya fallecida, resultó García de Orellana, su hijo, el sucesor.
Así las cosas, María de
Mayoralgo afrontó el dilema erigiéndose en valedora de los intereses de los
Orellana, en representante de la sangre vieja del linaje que ya no aportaba
ningún otro descendiente directo varón,
y lo hizo con tanta contundencia y decisión que pareció encarnar en su
persona todo el valor de la tradición de la estirpe, comparable sólo a la
persistencia en la lucha de María de Orellana , la hermana de Juan, su contrincante.
Quedaba de este modo polarizada, en la fuerte personalidad de dos mujeres, dos
mundos en pugna: la defensa a ultranza de los privilegios de la vieja nobleza,
sus derechos adquiridos por sangre, representados por la primera y la
reivindicación de los derechos emanados de la legitimidad legal, que trataban
de abrirse paso lentamente en Castilla, por encima de los privilegios de casta,
por la segunda. Veamos con algún detalle cómo se desarrollaron los
acontecimientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario