...Tal vez demasiado cerca. Receloso
Diego de Orellana de las intenciones de su hermano Pedro el Viejo, al que consideraba
su mayor adversario, consciente de la vulnerabilidad de su hijo primogénito, dispuso de forma categórica en su testamento
que bajo ninguna circunstancia sucediera éste a su hijo
García. Las atenciones que dedicó a su hijo antes de morir manifestaban en buena
medida ese temor, porque si García, cuando ya se hubiera convertido en el
cuarto señor de Orellana de la Sierra, desapareciera sin descendencia, los
derechos de sucesión recaerían, sin remedio, en la persona de su hermano, como
sin duda éste ambicionaba. Por ese motivo reiteró con insistencia en su
testamento que debían sucederle a García sus hijos varones y en su defecto,
sus hijas y en el caso de no dejar descendencia, como así ocurriría en efecto, “el pariente mas propincuo de parte del dicho
mi señor padre”, añadiendo como condición indispensable que “si no obiere
varon, que lo herede la parienta mas cercana mia de parte del dicho mi señor
padre Diego Garcia ,
tanto que no sea Pedro
de Orellana , mi hermano, ni decendiente que del venga, porque
siempre fue mi contrario y se juntó con mis enemigos contra mi”.
Se estaban generando de este modo las mismas
condiciones de lucha por la titularidad del mayorazgo que luego se
reproducirían entre los titulares del mayorazgo de Orellana la Vieja en 1549, siendo entonces
protagonista en la usurpación de
derechos de titularidad, durante tres generaciones, Gabriel de Orellana el
Viejo, a la muerte sin sucesión de Juan de Orellana el Bueno, contra los derechos
de su hermana María.
Lápida de Diego García de Orellana, fundador del mayorazgo de Orellana de la Sierra Interior de la Iglesia del Monasterio de Guadalupe |
Asesinato de padre e hijo
Diego de Orellana el Bueno
había sido señor de
Orellana de la
Sierra desde 1414 hasta fechas próximas a 1465. Acaso su posición de poder en Trujillo le acarreara envidias y
rencores entre bandos enemigos, o tal vez
fuera Diego objeto de represalia, lo cierto es que poco antes de 1471 fue
asesinado por un sobrino de
Luis de Chaves el Viejo, hijo de Catalina de Chaves y de Gonzalo de
Torres, llamado Francisco de Torres, en la puerta de Santiago de Trujillo,
cuando regresaba a casa del concejo, ya
viejo, a lomos de una
mula. Este mismo hecho es referido en un memorial del que es autor Lorenzo
Galíndez de Carvajal: “Este Diego de Orellana fue el mayorazgo y señor de Orellana matole a
traiçion a la puerta de Santiago Françisco de Torres su sovrino”.
Probablemente se tratara de una venganza por haber matado él
primero a un yerno suyo, hijo mayor de Hernando Alonso de
Orellana, llamado también García de Orellana, seguramente el sucesor del
comendador de Mérida en el mayorazgo.
Sorpresivamente, algún tiempo después fue
asesinado también su hijo García, cuando apenas superaba los 20
años de edad; es posible que las
luchas banderizas no fueran en esta ocasión la única explicación a considerar
para un suceso que convirtió a su tío Pedro de Orellana el
Viejo en el nuevo cabeza de linaje, titular del señorío por tanto y del
mayorazgo de Orellana de
la Sierra ,
sobre todo si tenemos en cuenta que la muerte del joven heredero tuvo lugar a
escasas fechas de la firma de su testamento. Por su
parte, cuando trata la genealogía del 4º
señor de Orellana de
la Sierra el doctor Galíndez de Carvajal, tras explicar cómo García heredó el
mayorazgo de su padre Diego
de Orellana el Bueno, pasa por el suceso de su muerte con un lacónico “y
mataronle moço de vna espingarda”, como si no deseara entrar en más detalles ni
consideraciones.
Casi todo lo que sabemos de García proviene de
su testamento, fechado en Guadalupe el 24 de febrero de 1471 y aunque del mismo
se desprenden rasgos que denotan la
energía y el dinamismo de un muchacho joven, su pensamiento está imbuido de una gran madurez, más propia
de quien ha vivido los acontecimientos que en el mismo se reflejan a una edad más avanzada que la suya. Ese prematuro
aplomo lo habría adquirido García por la reciedumbre que depara en un joven el
manejo de las armas, porque participó activamente, como lo habían
hecho su padre y su tío Pedro el
Viejo, en algunos de los numerosos
enfrentamientos armados que tuvieron lugar durante casi toda la segunda mitad
del siglo XV en Castilla, en la que Extremadura fue escenario habitual de
continuas luchas, desatadas con inusitada violencia en el seno de la nobleza
extremeña, dividida por cuestiones como la sucesión al maestrazgo de la Orden de Alcántara primero y la de Santiago después;
los reiterados intentos de señorialización de la ciudad de Trujillo y el asedio
a su fortaleza, todo ello enmarcado, a partir de 1465, por una profunda crisis política en Castilla que
desembocó, finalmente, en guerra civil a causa de la lucha de poder entre una
debilitada monarquía y la indómita actitud de la oligarquía nobiliaria en cuyo
origen se encontraba el consiguiente problema de sucesión a la Corona
castellana.
Enrique IV había accedido
al trono en 1454 y durante los veinte
años que duró su reinado el poder real fue debilitándose progresivamente,
acosado por la desmedida ambición de la oligarquía nobiliaria castellana,
rehuyendo siempre actuar en la forma que le pedían sus escasos consejeros con
el fin de que impusiera su poder real y atajara con energía sus desmanes, en
cuya situación la denominada “farsa de Ávila” en la primavera de 1465 fue tan
sólo la triste y esperpéntica representación con la que acertaron a expresarse
los nobles rebeldes frente a la falta de autoridad real, abriéndose poco
después un periodo de guerra civil, agravada, tras la llegada al trono de Isabel I, con la invasión de
Extremadura por Alfonso V de Portugal en apoyo de la opción
que representaba para la Corona doña Juana la Beltraneja, con la que contrajo
matrimonio, cuya paz se acordó finalmente, con el tratado de Alcaçobas, en
1479. Aunque restablecida la autoridad
real por los Reyes Católicos, las luchas entre la nobleza local aún continuaron
en suelo extremeño. García de Orellana había participado activamente en las enconadas luchas de la época junto al
clavero de Alcántara
Alonso de Monroy, apoyando sus acciones desde Valencia de
Alcántara , cuando éste se encontraba en Alburquerque.
Francisco de Meneses el Santo
Aún no había contraído matrimonio García cuando otorgó testamento el
24 de febrero de 1471, lo que hasta cierto punto parecería normal, sobre todo
si tenemos en cuenta que el permanente riesgo en que se vivía lo hiciera
aconsejable, especialmente en un primogénito depositario de los derechos de
sucesión. Pero quizá no lo fuera tanto que su vida se viera truncada tan sólo
unos días más tarde, sin que hubiera tenido oportunidad de fundar una familia
sobre cuyos herederos transmitir esos derechos, figurando además en el
testamento su tío Pedro como sucesor. Fuera como fuere, tras su muerte,
ocurrida a finales del mismo mes de
febrero, se abrieron nuevas expectativas de sucesión al mayorazgo de Orellana , apareciendo en
escena, en primer lugar, su primo Francisco de Meneses el Santo, padre de Teresa de Meneses, la fundadora del
convento de San Benito de Orellana la Vieja y esposa de Rodrigo de Orellana,
sexto señor de Orellana.
La repentina muerte de su
primo García sin descendencia le
facultaba para reclamar la titularidad del señorío de Orellana de la Sierra , puesto que a su
madre, Marta Martínez
de Orellana, le correspondía el derecho de sucesión al estar
excluido del mismo su tío Pedro, conforme a lo que había dispuesto Diego el
Bueno en su testamento. Marta
Martínez de Orellana, hermana de Pedro de Orellana el
Viejo, había contraido matrimonio en 1430 con Fernán Álvarez de Meneses, señor
de la Fuente del Sapo, hijo de Juan Sánchez de Meneses, de la casa de Meneses,
de Talavera. Entre las posesiones del matrimonio hay que destacar las dehesas
de la Merchana y Fuente del Sapo, así como la mitad de Valtravieso, Valdelaspuercas, Zurrajasbotas,
Alixa y las Trashijadas, aunque Fuente
del Sapo la donó al monasterio de Guadalupe. Tuvo el
matrimonio al menos cinco hijos: Vasco, ya fallecido, Isabel, monja en el convento de Santo
Domingo el Real de Toledo ,
Teresa, esposa del regidor de
Talavera Pedro de Cerezuela, Juan de Meneses, clérigo, y
Francisco, el primogénito, aspirante a la sucesión. "Si no obiere varon,
que lo herede la parienta mas cercana mia de parte del dicho mi señor padre
Diego García...", había expresado Diego de Orellana. Según el aspirante, era su madre, por lo
tanto, la única sucesora legítima que quedaba al señorío de Orellana de la Sierra y en consecuencia a
él, como hijo varón, le correspondía la sucesión al mayorazgo, a cuyos bienes
podría unir ahora los que pertenecerían en un futuro cercano al mayorazgo que
su padre planeaba fundar a su nombre.
García de Orellana había nombrado
testamentarios a su madre Isabel García de Vargas, Sancho de Carvajal, arcediano de Plasencia, y
a su primo Luis de Carvajal, encomendándoles que llegado el caso, hicieran
efectiva la entrega a su primo Francisco de Meneses, regidor de Talavera , de todas aquella
propiedades no vinculadas al mayorazgo. Reunidos el 17 de
septiembre de 1472 en Guadalupe los dos primeros, firmaron ante el notario Pedro
González y
otros testigos, un documento por el que se le entregaban la dehesa de los Hitos
(en Madrigalejo, al sur de la actual presa de Sierra Brava), Entrambas Pelas, lindera con la dehesa de
Cogolludo y Los Alixares para que dispusiera de ellas libremente.
Pero Francisco de Meneses no era el único
candidato que pretendía suceder como titular del señorío de Orellana de la Sierra , porque Pedro de Orellana , al
acecho de las precarias condiciones que sostenían la vida sin protección de su
sobrino García, sin valedores de peso, ambicionaba lo mismo.
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