La Isla
miércoles, 3 de noviembre de 2010
domingo, 26 de septiembre de 2010
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Rodrigo de Orellana y Toledo [ 3]
Por las declaraciones de un testigo que había llegado de Cáceres para ciertos negocios, llamado Juan Domínguez, conocemos algunos detalles de lo que pudo presenciar personalmente. Refirió éste en primer lugar que ese día oyó un gran alboroto procedente del castillo y, acercándose, vio a un hombre con una vara de justicia que luego se enteró era el nuevo alcalde mayor que don Rodrigo había puesto, y a un alguacil, con una vara alta de justicia también, ambos situados en la puerta del castillo para impedir el paso a cualquiera que se acercara, porque estaba dentro don Rodrigo. Fue testigo de cómo atropellaron al escribano Juan Cabezas, oyendo decir a sus agresores: "que mal hecho era aquel hazerse justicias donde no lo heran ni podian ser pues solo conocia por alcalde mayor a Antonio Sanchez Seuillano” que había sido puesto por doña Catalina, viendo cómo le maltrataban y daban empellones, rompiéndole y desgarrándole el sayo que tenia puesto y que por su intervención, y la de otras personas que allí se encontraban, “le dexaron y el dicho Juan Cabeças quedó de yr preso a la dicha fortaleza por euitar que no huuiesse alguno que echasse mano a la espada respeto de que las empuñauan ya para hazerlo y si lo hizieran segun eran los dichos agrauios viniera a resultar en alguna muerte...". Cuando fueron a prender al juez Antonio Sánchez, éste se levantó como pudo de la cama, porque estaba enfermo y trató de imponerse, advirtiendo a las fuerzas de don Rodrigo que estaban cometiendo un delito por el que serian castigados. Llegó luego don Rodrigo y asiéndole con fuerza del pecho le dijo que era un desvergonzado, quitándole bruscamente la vara de justicia que tenía en las manos y a empellones, sus hombres, le llevaron preso a la fortaleza. Estaba, según este testigo "muy enfermo y flaco y yua sin capa y sombrero" y que debido a su estado le llevaron más tarde preso a un domicilio particular, de donde luego se escapó. El propio Juan Domínguez fue expulsado de la villa, recibiendo la advertencia de que no volviera y que dijera a cuantos se encontrara por el camino que no dejaran entrar a ninguna persona en la villa ni en sus casas bajo pena de seis años de destierro y 50.000 maravedíes, para que nadie pudiese ver lo que hacían, pues estaban colocando toda clase de armas en la fortaleza. En Acedera oyó decir que muchos de los hombres que estaban con don Rodrigo los había reclutado en los pueblos vecinos de la comarca y que en todos los lugares de alrededor había mucho alboroto, especialmente en Acedera y Madrigalejo, por este motivo.
Estaban los vecinos de Orellana atemorizados y alborotados por la determinación de don Rodrigo en emplear la fuerza, por lo que decidieron huir de sus casas y abandonar las posesiones "al aluedrio de quien las quisiese tomar" poniéndose a salvo de la violencia que desplegaba el ocupante, que seguía haciendo acopio de cuantas armas encontraban dentro o fuera de la fortaleza para poder repeler cualquier intento de ataque desde fuera, por lo que "hizo grandes preuenciones de armas, arcabuzes, alauardas, dardos y otras ofensiuas dando muestras de guerra y mando pregonar que ninguna persona, so pena de la vida, recogiesse a forastero ninguno en su casa" ni admitiese tampoco a los criados de doña Catalina. Una vez que tuvo controlada la situación, echó fuera de la villa a cuantos "no le han acudido con armas para roforçarle en su violencia". Quitó luego don Rodrigo las llaves a todos los guardas de la Fortaleza y sacando los enseres de su interior a la calle, los fue vendiendo o regalando a quien mejor le parecía, despilfarrando el trigo y los víveres almacenados por sus anteriores inquilinas, poniendo guardias y centinelas repartidos por toda la villa de Orellana, "teniendola apretada a forma de guerra", diciendo que no le echarían de allí sino muerto.
Regresaban a Orellana mientras tanto María de Mayoralgo y su nieta tras una breve estancia en Trujillo, acompañadas de sus criados, pero sin atreverse ahora a entrar en la población por las cosas que habían oído que allí pasaban: "no ossauan llegar a ella y andauan por los lugares comarcanos fuera de su casa, despojada la querellante de sus bienes y hazienda que causaua grande espanto y confusion a las personas que lo veian o oian lo que el acusado auia hecho y grauando su delito embiaua por los caminos de juridicion realengas criados suyos y personas de las que auia traydo armadas que saliessen a la dicha doña Maria y a los que con ella viniessen a les ocasionar para que se matassen con ellos" y para mejor conseguir su propósito había mandado decir al alcalde mayor de Trujillo que prendiera a cuantos apoyaran a Catalina de Mendoza y a su abuela.
En los interrogatorios que se hicieron más tarde figura otro testigo especial, Francisco Martínez, que se vio envuelto casualmente en los sucesos de ese mismo día, y que nos aporta con su testimonio también nueva información. Según su relato, cuando llegaron a Orellana las fuerzas de don Rodrigo, un hombre se acercó a la fortaleza a pedir agua; cuando bajó el portero para dársela, llegaron los demás con su jefe y empujando la puerta con fuerza entraron en su interior, cerrándola por dentro. Salieron del castillo al cabo de un buen rato dos hombres con varas de justicia y, poniéndose delante de la puerta dijeron que eran el nuevo alcalde mayor y el alguacil, nombrados por don Rodrigo. Desde allí bajaron al pueblo para prender a Antonio Sánchez y a Juan Cabezas, presenciando cómo injuriaron a este último hasta el punto de tener que intervenir él mismo y Juan Domínguez en su defensa al ver que "se yuan encendiendo vnos con otros", acordando con las fuerzas que iría preso con ellos. Sin embargo, cuando quiso auxiliar al alcalde no pudo hacerlo, porque llegó en ese momento don Rodrigo con más gente armada, abalanzándose directamente sobre Antonio Sánchez, cuando venía a medio vestir, sin capa ni sombrero y con zapatos enchancletados, llevándole preso a la fortaleza, viéndole más tarde en un mesón que había en Acedera porque se había escapado de la casa donde le dejaron enfermo. Todos los vecinos de Orellana estaban alarmados y atemorizados por estos hechos, huyendo de la villa a los campos y dehesas y que también a él le mandó marcharse don Rodrigo, dándole un plazo de cuatro horas, so pena de doscientos azotes. Supo después que doña María de Mayoralgo había llegado hasta Acedera, procedente de Madrigalejo, que avisada de las cosas que estaban ocurriendo allí no se atrevía a intentar acercarse a Orellana la Vieja.
Juan Alfonso, un vecino de Orellana, explicó a su vez que cuando él estaba ese día en el molino de la Soterrana llegó muy alterada la mujer de Raudona diciendo a su marido que don Rodrigo de Orellana había entrado en la fortaleza y se había apoderado de todo. Raudona dejó lo que estaba haciendo y se fue corriendo a la villa. Cuando llegó, confundiendo al que guardaba la puerta de la fortaleza pudo acceder al interior, pero nada más entrar en el recinto, al ver a don Rodrigo y a sus hombres armados trató de volverse por el temor a que le prendieran, pero viéndole éstos, corrieron a buscarle, porque era él alguacil de Orellana, y aunque le soltaron pronto, entendió que estaban resueltos a defenderse de cualquier ataque, porque como bien oyó decir a don Rodrigo, de allí no habrían de irse sino muertos. Con pregones comunicaron a todos los vecinos que no dejaran entrar a nadie en la villa ni en sus casas, bajo pena de recibir doscientos azotes y perder todos sus bienes, poniendo centinelas por todas partes, oyendo decir que de Navalvillar habían traído hachas y segurones por si no le hubieran abierto las puertas de la fortaleza, para derribarlas, por lo que "del dicho temor muchos vezinos de la dicha villa de Orellana se yuan huyendo y dexauan sus casas desamparadas y que quisieran mas perder sus haziendas que verse en aquellos rebates".
jueves, 9 de septiembre de 2010
lunes, 30 de agosto de 2010
domingo, 22 de agosto de 2010
Rodrigo de Orellana y Toledo [ 2]
Al día siguiente muy temprano, seguramente conocedor de los movimientos que había iniciado ya Catalina de Mendoza, se dirigió a la casa en Trujillo de María de Mayoralgo, su abuela, donde permanecía retenida Catalina con su marido Luis de Chaves, en compañía del padre de éste, Cristóbal de Mayoralgo, quienes en respuesta a sus preguntas le confirmaron que todas las escrituras del mayorazgo estaban archivadas en la Casa Fuerte de Orellana la Vieja. En determinado momento y sin mediar palabra, el alcalde se abalanzó a un escritorio que había en la casa, del que extrajo, decidido, cierta cantidad de dinero que mandó devolver al rato a su dueña, pero haciéndole prometer antes que a cambio de que aceptara constituir con ese dinero una fianza, por lo que pudiera pasar, aludiendo veladamente a los movimientos de ocupación que sabía ésta proyectaba: "y abrio el dicho alcalde mayor vn escritorio y sacó ciertos dineros que mandó entregar a la dicha doña Maria, con fianças, la qual dixo que apelaua de lo hecho por el dicho alcalde mayor". Viéndose descubierta, María de Mayoralgo solicitó, como única respuesta, su ayuda, pidiéndole que "la amparasse en la possession que tenia tomada pacificamente de los bienes del dicho mayorazgo por doña Catalina de Orellana su nieta," respondiendo orgulloso el alcalde que pidiera auxilio a la justicia cuando quisiera, pero que él estaba decidido a seguir actuando tal y como lo venía haciendo, y para que no quedara duda de su determinación, ordenó que se notificara de inmediato a uno de los oficiales del concejo de Trujillo su designación como responsable y depositario del cobro de todos los arrendamientos y rentas a las que tuviera derecho el señor de Orellana la Vieja, empezando por las dehesas de Cogolludo y del Bodonal, disponiendo con firmeza que a partir de ese momento, todos los arrendatarios, mayorales, pastores y cualquier otro deudor, realizaran sus pagos al dicho depositario, "so pena de pagarlo otra vez", y que se mantuviera esta orden hasta que él mandara lo contrario.
Molino de Tamujoso, en la confluencia
del Arroyo de ese nombre con el Guadiana.
Como ya le confesó al alcalde María de Mayoralgo en su casa, su nieta Catalina de Mendoza se había adelantado en efecto el día anterior, viajando a la villa de Orellana con su procurador, para que tomara posesión del mayorazgo, quien en la misma fecha presentó sus títulos de poder al alcalde mayor de Orellana, diciéndole que don Gabriel había muerto y que por lo tanto, doña Catalina, su hermana, sucedía en el mayorazgo como legítima heredera desde ese momento. Tomó así Catalina posesión de la villa de Orellana la Vieja con sus vasallos, "jurisdiccion civil y criminal alto y baxo mero mixto imperio", su fortaleza, las dehesas de Cogolludo y Esparragosilla, la barca, molinos y las otras propiedades del mayorazgo, en virtud de cuyo auto, el alcalde mayor de Orellana les acompañó en su visita al interior de la fortaleza, en manifestación de acatamiento hacia Catalina de Mendoza, llevándose a cabo la toma de posesión “quieta y pacificamente sin contradicion de persona alguna.” La llegada de Catalina y su proclamación como titular del mayorazgo fue aceptada por los vecinos, dejando que tomara posesión del dominio de forma apacible, tal vez porque ésta advirtiera que mantendría en sus puestos al alcalde mayor, alguacil y escribano y a las otras personas que hubiera designado Gabriel el Mozo.
Asalto a la Casa Fuerte
Mientras tanto, conocedor de esas novedades, la reacción de Rodrigo de Orellana y Toledo no se hizo esperar, acudiendo el 1 de abril a la justicia para denunciar los hechos, explicando que se estaban produciendo por ese motivo algunos enfrentamientos entre bandos encontrados, solicitando asimismo a los jueces que le pidieran al corregidor de Trujillo que solicitara al Consejo Real el embargo de las rentas del mayorazgo.
Pero lo cierto es que Rodrigo, por su parte, tampoco faltó a su cita en Orellana en las fechas clave, encontrándose en el Molino Viejo -junto a la Bernagaleja- el día 27 de marzo, acompañado de un escribano que se llamaba Francisco de Campo, quien siguiendo sus instrucciones, iba dando fe de todos sus movimientos, recorriendo ese día el olivar del Coto y de las Dehesillas y la dehesa del Bodonal, hasta llegar a la dehesa de Cogolludo. Al intentar entrar en la villa de Orellana para continuar su toma de posesión, se encontró con la resistencia de sus concejales: "salio a la entrada Antonio Sanchez que haze el oficio de alcalde con vara de justicia y con vun escriuano y otros quatro hombres y les impidio la entrada y mando que no entrassen so pena de veinte mil maravedis y a Francisco de Campo so la misma pena y dozientos açotes y assi no pudo entrar a la continuacion de la dicha possession en la dicha villa". Al escribano le ordenaron que no diligenciara las posesiones que había hecho don Rodrigo, porque era ya doña Catalina señora de Orellana: "el qual dixo que el dia antes tenia dada la possession de la villa de Orellana y el mayorazgo della a doña Catalina y a su procurador quieta y pacificamente sin contradicion alguna constandole como le constaua ser vnica hermana legitima de don Gabriel difunto, vltimo posseedor...", a lo que el escribano contestó que lo era su señor, conforme a las disposiciones de la leyes de Toro.
Dehesa de Cogolludo
miércoles, 28 de julio de 2010
martes, 27 de julio de 2010
Rodrigo de Orellana y Toledo [ 1]
Rodrigo de Orellana y Toledo
Tras la muerte de Gabriel el Viejo le sucedió su hijo Juan Alfonso de Orellana y en 1593, muerto también éste, Gabriel Alfonso de Orellana el Mozo, su nieto. Aprovechando esta última sucesión volvió a reiterar doña María de Orellana sus pretensiones, reclamando nuevamente el señorío y mayorazgo, interponiendo un nuevo juicio en Granada, acompañada esta vez por su hijo García de Orellana y Figueroa que, con renovado empeño, se convierte en el continuador del meritorio esfuerzo, afán y perseverancia que demostró su madre, defendiendo que el mayorazgo en litigio no era de rigurosa agnación, puesto que a él podían acceder tanto hombres como mujeres, con primacía para los varones cuando concurrieran en igual grado, pero sin que la mujer pudiera ser excluida por un varón de otra línea, como era habitual en España. Apoyaron con firmeza su demanda en una grave acusación: don Gabriel de Mendoza el Viejo había manipulado las escrituras con las que ganó el juicio a la muerte de Juan el Bueno en 1549, introduciendo dudas, por primera vez ante la justicia, sobre la autenticidad del documento esgrimido entonces.
Tras el envite, obtuvieron éstos al fin el 2 de septiembre de 1594, en la Chancillería de Granada, una sentencia de revista favorable a sus pretensiones, resultado indudable de su nueva estrategia, aunque a todas luces adolecía ésta de una importante debilidad: la denuncia se había formulado sin documento alguno de respaldo que pudiera demostrar la acusación de falsedad. Pese a todo, la sentencia era definitiva y revocaba todas las anteriores, declarando a doña María de Orellana y por su reciente fallecimiento, a su hijo García, sucesor al mayorazgo y señorío de Orellana la Vieja. En la misma se condenaba a los descendientes de Gabriel de Mendoza a que devolvieran los frutos y rentas que el mayorazgo hubiera producido hasta el mismo día de su restitución. Lograba el hijo por fin los anhelos mantenidos sin desmayo por su madre durante los últimos cuarenta años de su vida: "por legitimo sucessor he llamado al vinculo e mayorazgo que fundo Juan Alfonso de Truxillo... e condenamos al dicho Luys de Chaues como curador del dicho D. Gabriel Alfonso de Orellana y al dicho D. Iuan Alfonso de Orellana difunto a que dentro de nueve dias como fuere requerido con la carta executoria de su Magestad que de la nuestra sentencia se diere entregue y restituya al dicho don Garcia de Figueroa los bienes del dicho vinculo y mayorazgo y acrecentamientos del para que los tenga e possea con los vinculos y condiciones en el dicho mayorazgo contenidos...". Parecía esto, al fin, la culminación de tan prolongada etapa de frustraciones y desalientos, pero se trataba, lamentablemente, del principio de otra nueva etapa, en la que todo habría de complicarse sobre manera.
El nieto de Gabriel de Mendoza, Gabriel Alfonso de Orellana el Mozo, seguramente bien asesorado, apeló la sentencia, y obtuvo nuevamente del Consejo una sentencia favorable en el grado de Mil y Quinientas, revocando en consecuencia la de revista de 1594 y confirmando la resolución anterior de 1554, convirtiéndose en el 13º señor de Orellana la Vieja. De poco le valió a García de Orellana su denuncia contra los Mendoza, porque nada había demostrado en su acusación. Pese a todo, la inesperada muerte de Gabriel el Mozo sin descendencia en marzo de 1599, vino a desencadenar una serie de nuevos acontecimientos, en los que la ruptura de la línea sucesoria por vía de varonía de los Mendoza introducía, sin solución de continuidad, un mayor grado de complicación, porque Catalina de Mendoza y Orellana –hermana del recientemente fallecido señor de Orellana-, junto con su marido, Juan de Chaves Sotomayor, reclamaban ahora el mayorazgo, sin que importara en esta ocasión que fuera el aspirante mujer. En abril de 1599 lo revindicó asimismo Rodrigo de Orellana y Toledo, como hijo y sucesor de Pedro Suárez de Toledo y nieto de Rodrigo de Orellana y Teresa de Meneses, que desde 1577 reclamaba para sí la titularidad: ahora se presentaba para él la ocasión, porque era el siguiente descendiente en la misma línea de varonía que había convertido en señor de Orellana la Vieja a su tío Gabriel el Viejo. Y, por supuesto, García de Orellana y Figueroa, el tercero en litigio, lo reclamaba también para sí, asistido por sus nuevos documentos.
Palacio de Piedras Albas. Trujillo
Construido por Pedro Suárez de Toledo, padre de Rodrigo de Orellana y Toledo
Así las cosas, en cuestión de pocos días se fue creando un fuerte nudo que terminó por bloquear la salida a cada una de las partes y que los partidarios de unos y otros aspirantes al mayorazgo tensionaba cada vez más, generando intranquilidad y desconcierto en los vecinos de Trujillo y de Orellana. Según Juan Correa Hurtado, procurador de Rodrigo de Orellana, en Trujillo se habían producido ya algunos altercados con gente armada: "otrosi digo que sobre tomar la actual possession de la dicha villa y bienes del dicho mayorazgo y acrecentados en el ha auido y ay en la ciudad de Truxillo y en la dicha villa de Orellana y en otras partes donde estan los dichos bienes mucho escandalo y alteracion y juntas de gentes armadas y aun heridas y ay peligro de suceder muchos alborotos y escandalos e inconuenientes a que no es justo se de lugar...", por eso, el alcalde mayor de Trujillo, preocupado por el clima de tensión que se gestaba rápidamente en la ciudad y porque tenía sospechas de que algunos de los aspirantes estaban moviendo ya sus fichas, decidió intervenir, porque "entre los que pretenden tener derecho a su sucession de su casa y mayorazgo ay grandes diferencias y alborotos por ser todos los pretensores gente principal y auer parcialidades en Truxillo sino se ocurriesse con remedio eficaz". Temiendo los disturbios que estaban a punto de estallar por esa causa, el 23 de marzo, a las cinco de la mañana, mientras agonizaba en la casa de la Alberca Gabriel el Mozo, ordenó el arresto domiciliario de ciertas personas de las que sospechaba sus movimientos, bajo pena de 1.000 ducados de sanción, advirtiendo al mismo tiempo "que ninguna persona de ningun estado calidad que sea con poder o sin el del que pretendiere ser llamado al dicho mayorazgo se atreua a tomar possession y autos della...". Mandó al mismo tiempo instrucciones muy precisas a los justicias de Orellana la Vieja para que de ningún modo "consientan que persona alguna tome la possession de los bienes del mayorazgo del dicho don Gabriel y la denieguen a quien la pidiere", avisándoles de lo que debían de hacer para cumplir sus órdenes. Del mismo modo actuó dirigiéndose a todos los escribanos de Trujillo, ordenándoles que si moría Gabriel el Mozo, no llevaran a cabo ninguna diligencia que les mandaran sin que él lo supiera, para que ninguno de los candidatos se atreviera a tomar la posesión del señorío por asalto en Orellana.
Palacio de Piedras Albas. Trujillo. Detalle de la fachada principal
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