La Isla
martes, 24 de abril de 2018
jueves, 12 de abril de 2018
Condena a muerte de Fernando de Orellana [2]
Pero Fernando de Orellana hacía caso omiso de la justicia y prosiguió sin
escrúpulo alguno perpetrando fechorías, “no
queriendo obedescer ni complir las cartas y mandamientos de la dicha señora
reyna nuestra señora ni de los deputados de la su Hermandad destos sus reynos
que sobrello dieron…”. En septiembre de 1479, por ejemplo, siendo alcaide
de la Fortaleza de Orellana ,
recibió un nuevo requerimiento real porque Juan Ruiz
y Elvira Alonso, vecinos de Aldehuela, le reclamaban el
ganado que les había robado en una de las dehesas arrendadas, y prosiguió en la
misma actitud, como veremos.
Así que el temor que infundió con sus
amenazas en Lucas Martín causaron en
éste el efecto deseado, impidiéndole mantener en adelante el arrendamiento de
los pastos que servían de alimento a su ganado, forzando de este modo a
Francisco de Meneses a reclamar de la justicia
que le exigieran reparación a Fernando de Orellana
por los daños que le causaba en sus intereses, ya entrados en el invierno.
Acudió incluso a la autoridad de su hermano, obispo de Zamora, quien intervino, en efecto,
ante los procuradores de la Santa Hermandad
para que atendieran su reclamación. Tal vez su mediación pudo acelerar
el proceso, porque tan sólo doce días más tarde, la Junta General de las
Hermandades (compuesta por el duque don Alfonso de Aragón,
conde de Rivagorza, presidente y capitán
General de las Hermandades y los diputados generales reunidos en Toledo, entre
los que se encontraban Lorenzo Suárez
y Luis de Angulo,
acompañados, entre otros, por Alonso de
Quintanilla, marques del Espinar) acordó
comunicar a Ferrando Ortiz, capitán de la Hermandad, la actitud díscola de Fernando
ante la justicia: “Por lo qual vos
requerimos y mandamos de parte de los dichos rey y reyna nuestros señores y de las dichas
Hermandades y por virtud de los poderes que de sus altezas y de la Junta
General tenemos, que aceptando el conocimiento de las dichas cabsas y negocios,
llamadas y oidas las partes a quien atañen o atañer puedan en qualquier manera
simplemente y de plano sin estrepitu ni figura de juicio, y sin dar luengas ni
dilaciones de malicia, salvo solamente la verdad sabida, libredes judguedes y
determinedes por un sentencia o sentencias asi interlocutorias como definitivas
que en la dicha razon dedes y pronunciedes lo que fallardes por el tenor y
forma de las leis y ordenanzas de las dichas Hermandades, llegando y faciendo
llegar a debida execucion con efecto la sentencia o sentencias que en las
dichas cabsas e negocios por vos fueren dadas y pronunciadas…”, citando para
ello a cuantas personas considerase necesario.
El 28 de noviembre se reunió nuevamente la
Junta General de las Hermandades en Toledo, redactándose en esa ocasión un nuevo escrito dirigido a
los alcaldes y diputados de las Hermandades de la ciudad de Trujillo y las
provincias de Extremadura ,
así como de las otras ciudades, villas y lugares del reino y señoríos, en el
que se explicaba cómo Francisco de Meneses, vecino y regidor de la villa de Talavera , había mostrado
una sentencia en la que se condenaba a Fernando de Orellana
a la pena de muerte, denunciando su actitud insidiosa frente a la justicia “contra todo derecho diz que face otros
feos y abominables delitos robando y
prendiendo y amenazando a los que entran en las dichas dehesas, siendo del
dicho Francisco de Meneses por justos y derechos titulos y que fasta oi la
dicha sentencia no ha sido ni es executada en el dicho Ferrando de Orellana”,
solicitando nuevamente que fuera
ejecutara, motivo por el que el Capitán General de las Hermandades les enviaba
la mencionada carta, “por el tenor de la qual vos requerimos e
mandamos de parte de los dichos rey
y reyna nuestros señores y de las dichas Hermandades y por
virtud de los poderes que de sus altezas y de la junta General tenemos que
veades la dicha sentencia dada y pronunciada en la dicha razon contra el dicho
Ferrando de Orellana
y la executedes y lleguedes a debida execucion …sin poner en ello escusa ni
tardanza ni otra dilacion alguna, de manera quel dicho Francisco de Meneses
brevemente aia y alcance complimiento de justicia”.
El regidor de Talavera se había
dirigido también al Consejo Real alegando el daño que se producía en sus
intereses, porque al no poder arrendar las dehesas de Villalba, Carrascosa,
Pizarroso y el Pizarralejo perdía 100.000 maravedíes anuales, mientras Fernando de Orellana
mantenía sus felonías, “despues de asi condegnado siempre ha
cometido e comete cosas feas y mui inormes, robando y matando…”
Mientras tanto, viéndose acosado, por los
agentes de la justicia real, Fernando había
tratado de refugiarse bajo la protección del obispo de Plasencia. Al corriente
de sus maniobras, el regidor de
Talavera pidió de
inmediato que se actuara severamente contra ese obispado para que no se
entrometieran sus prelados en el asunto y
no entorpecieran la justicia civil, consiguiendo por medio de sus influencias la
intervención de los Reyes Católicos por medio de una carta que le enviaron
desde Toledo el 30 de noviembre de 1479, ordenando que
sus vicarios se abstuvieran de intervenir judicialmente en las causas
pendientes que existían contra Fernando de Orellana. Como la causa no pertenecía,
en efecto, a la justicia eclesiástica, sino a la jurisdicción real, en la misma
se expresaba: porque "agora el dicho
Ferrando de Orellana
se ha presentado en la carcel del obispo del dicho obispado de Plasencia y diz
que vosotros o alguno de vos aveis dado vuestras cartas de inhibicion contra
las justicias de la dicha cibdad de Trugillo y contra otra qualesquier mis
justicias, para que non entiendan ni procedan contra el dicho Ferrando de
Orellana. Lo qual dio que si asi pasase y vuestras cartas obiesen de ser
complidas seria dar cabsa a que maiores daños el dicho Ferrando de Orellana ficiese y otros
deseosos de mal vivir tomarian osadia para cometer semejantes cosas", prosiguiendo la carta e en los términos
siguientes: "Porque vos mando a
todos y a cada uno de vos, que non vos entrometades de perturbar ni perturbedes
cerca de lo suso dicho la mi justicia y que cesedes de dar y non dedes vuestras
cartas contra las dichas mis justicias y vos desistades y apartades del
conoscimiento de todo ello
y lo remitades a la dicha mi juredicion real..." A pesar de todo lo
dicho, Pedro de Orellana no llegaría a ser ajusticiado. Aún prosigue el asunto
como veremos a continuación.
jueves, 5 de abril de 2018
Condena a muerte de Fernando de Orellana [1]
A partir de la muerte de García de Orellana como
hemos comentado, se hizo cargo del dominio señorial su tío Pedro de Orellana el
Viejo, hasta que la Reina Isabel mandó confiscar la Fortaleza de Orellana la
Sierra en el verano de 1477, a la espera de que se resolviera el pleito que
mantenía contra éste Francisco de Meneses por la sucesión al mayorazgo. A principios de 1478 se produjo, propiciado por la Reina, un acuerdo entre
ambos (Acuerdo de Guadalupe), a consecuencia del cual se dividió el patrimonio vinculado entre
los dos contendientes, quedando la
titularidad del dominio señorial en poder de Pedro de Orellana, correspondiéndole a Francisco de Meneses las
dehesas de Villalba, Carrascosa, Pizarroso y Fizarralejo, tal y como hemos
visto anteriormente.
Resuelto de este modo el
conflicto judicial, Pedro de Orellana fundó nuevo mayorazgo pocos años después en
su hijo Fernando el 11 de abril de 1480, en las insólitas circunstancias que
luego veremos, vinculando al mismo todos los bienes que le habían sido
asignados en Guadalupe, nombrándole al mismo tiempo sucesor del señorío de Orellana de la Sierra.
Pero Fernando de Orellana nunca aceptó de
buen grado que parte de las tierras que hasta entonces habían pertenecido a su
familia estuvieran ahora en poder del regidor de Talavera, así que a la llegada
de los primeros rebaños mesteños, a cuyos dueños Francisco de Meneses arrendó
en el otoño de 1478 los pastos de Villalba, la Carrascosa, Pizarroso y Pizarralejo,
reaccionó con violencia contra los recién llegados. Uno de esos mesteños era Lucas
Martín, natural de Aldealengua de
Pedraza, que había arrendado, como todos los años, los pastos de esas dehesas. Ya
había mostrado antes Fernando su talante, cuando llevado por su ira, amenazó de
muerte al procurador de Francisco de Meneses durante el proceso judicial que
mantuvo contra su padre, así que a los pocos días de la llegada del mesteño con
sus rebaños, éste sufrió de improviso el asaltado de Fernando de Orellana, que le condujo a la
fuerza a su castillo de Orellana de la Sierra “contra
toda razón y justicia, no faciendo nin diciendo por qué mal, ni daño, ni prison
debiera recebir”.
Tras estos hechos, el hijo del mesteño
denunció de inmediato la agresión ante el alcalde mayor en la villa de Talavera , en la que por
entonces era corregidor Diego
López de Ayala, dándole a conocer los detalles del confinamiento
de su padre y el mal trato que había recibido por parte de Fernando de Orellana
y solicitando en consecuencia que
interpusiera demanda judicial en su nombre ante la justicia, reclamando la protección
del Concejo de la Mesta.
Lucas Martí sólo pudo salir al fin de su
reclusión después de nueve semanas y tras pagar los 45.000 maravedíes que le
exigió su captor. En las declaraciones que luego realizó el mesteño frente a
los jueces contó éste con detalles lo que le habían sucedido mientras cuidaba
su ganado en las proximidades de Zorita, donde irrumpió violentamente contra él Fernando de Orellana ,
alcaide de la casa fuerte de
Orellana de la
Sierra , acompañado de otros tres jinetes y,
“contra toda razon y justicia, le fizo cavalgar en un cavallo suio que
alli tenia y lo llevo preso al dicho castillo de Orellana ,
faciendo y cometiendo contra el carcel privada y caiendo en caso de Hermandad y
que lo tobo preso cierto tiempo en el dicho castillo, no lo dejando ver ni
fablar a persona alguna, de tal manera que no se sabia si era muerto ni vivo”
reteniéndole hasta que “como a mesmo
enemigo de la nuestra fe catholica” le pagaron 45.000 maravedíes por su
rescate, haciéndole jurar que en adelante no volvería a pastar en aquellas
dehesas amenazándole de muerte si lo
hacía, “e al tiempo que le obo de soltar
saco partido con el y le hizo jurar y prometer que dende en adelante no
comprase ni entrase a pacer con sus ganados las dichas mis dejesas, faciendole
sobrello grandes amenazas que si en ellas entrara o las comprara el o otras
qualesquier personas que los robaria y mataria y les tomaria todos los bienes y
ganados que en ellas metiesen”.
Sometido así Fernando al proceso judicial y
presentados los oportunos testimonios, el 14 de mayo de 1479 Gonzalo de Renes,
miembro del Consejo Real y diputado de las provincias de Extremadura por la
Junta General de las Hermandades pronunció finalmente sentencia contra Fernando de Orellana
en Cáceres, considerando probados los hechos que se le imputaban: "avido mi acuerdo y deliberacion fallo que
debo condegnar y condegno al dicho Fernando de Orellana
a muerte natural y que muera a saeta, segund manda la ley de la dicha
Hermandad. E mando de parte del rey
y reyna nuestros señores y de la Junta de la Hermandad destos
reynos y ruego y requiero de la mia a todos y qualesquier justicias, asi
alcaldes de la Hermandad como otras qualesquier, de qualesquier cibdades y
villas y logares destos regnos y señorios y a qualquier dellos ante quien esta
mi sentencia pareciere y della fuere pedido complimiento de justicia o su
traslado signado de escrivano publico que la cumplan en todo segund en ella se
contiene y la fagan levar a debido efecto por la qual les doi todo poder
complido segun que lo yo tengo de los dichos reyes nuestros señores y de la
Junta General” (Sentencia
de muerte contra Fernando de Orellana. Cáceres, 14 de mayo de 1479. RAH Colec.
Salazar, Libro M-96, fol. 200v). Actuaron junto a Renes como testigos, Alfon de
Quintanilla y Gonzalo de Madrid ,
escribano y notario de la Cámara Real.
sábado, 17 de marzo de 2018
viernes, 9 de marzo de 2018
viernes, 9 de febrero de 2018
Adelardo Covarsí y Fernando Garrorena por tierras de Orellana. Año 1929.
En
mayo de 1929, Adelardo Covarsí, (destacado pintor extremeño, director de la
Escuela de Artes y Oficios de Badajoz y primer director del Museo Provincial), acompañado
por su amigo y fotógrafo Fernando Garrorena, emprendieron uno de sus habituales
viajes en ese tiempo por tierras de Badajoz, buscando identificar el patrimonio
artístico y cultural diseminado por la geografía extremeña. [“Impresiones de un
viaje por la Siberia Extremeña: Orellana la Vieja, Navalvillar y Casas de Don
Pedro”. REE, IV-1, 2, 1930].
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Villanueva de la Serena. Pastor de la Serena. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
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Villanueva de la Serena. Tipo de pastora de la Serena. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
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Castillo de Castilnovo o de la Encomienda. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
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Acedera. Iglesia parroquial. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
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Medellín. Una rogativa. Fotografía Garrorena. 1929 |
Procedentes de Mérida y Medellín, pasando por Villanueva de la Serena, llegaron hasta el castillo de la Encomienda y al final de la tarde, a Acedera. A la mañana siguiente, antes de iniciar camino a Orellana la Vieja, Covarsí se sintió inopinadamente atraído por el colorido del chaleco que portaba un labriego del lugar, que seguramente muy sorprendido, acertó raudo sin embargo a zafarse con buen tino del inesperado trance, tras lo cual emprendieron camino a Orellana, donde pasaron la tarde y pernoctaron en una posada del lugar.
Orellana la Vieja. Calle con iglesia al fondo.
Fotografía F. Garrorena. 1929
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Orellana la Vieja. Calle Iglesia. Fotografía F. Carrorena. 1929. |
A la mañana del día siguiente visitaron la Fortaleza de los Orellana, (la casa-fuerte de los duques de Bélgida, la llama), donde Garrorena (fotógrafo extremeño costumbrista y retratista, conocido por sus excelentes fotografías expuestas en el Pabellón de Extremadura en la Feria Internacional de Sevilla de 1929) da rienda suelta a su creatividad recorrieron el pueblo y logrando un testimonio gráfico magnífico, como ilustran las imágenes que aquí se incluyen y cuyos originales se custodian actualmente en la Diputación de Badajoz.
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Orellana la Vieja. Un aspecto de la Casa-Castillo. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
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Orellana la Vieja. Otro aspecto de la Casa-Castillo. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
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Orellana la Vieja. Visión del patio de la Casa-Castillo. Fotografóa F. Garrorena. 1929 |
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Orellana la Vieja. Vista parcial del patio de la Casa-Castillo. Fotografóa F. Garrorena. 1929 |
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Aspecto figurado de la Fortaleza de los Orellana. Fotografía de un cuadro sito en la vivienda de D. Víctor Sanz Gallardo, vecino de Orellana la Vieja |
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Orellana la Vieja. Iglesia parroquial. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
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Orellana la Vieja. Cruz astil de plata. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
Llegando a la plaza les impresionó sobremanera la estampa de un funeral que tenía lugar en ese momento, en el que las mujeres que asistían a la iglesia acudían desde sus casas portando enormes hachones de cera. En el interior de la iglesia Garrorena encontró abandonada, en la escalera que sube al coro, una imagen polvorienta de la virgen de la Candelaria, de unos 85 cts. de altura, que Covarsí dató del XVI. Advirtieron al nuevo párroco del valor de la obra escultórica y le aconsejaron que la restaurara en lo que pudiera y que la pusiera en algún lugar preferente, circunstancia que el párroco aprovechó para enseñarles una cruz astil de plata repujada, plateresca y finamente labrada, que se custodiaba en la casa del curato, obra de arte merecedora sin duda de los cuidados que le daban.
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Orellana la Vieja. Un telar de Orellana. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
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Orellana la Vieja. Mujer trabajando en un telar. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
Desde la iglesia les llevaron a visitar algunos telares, quedando ambos encantados con las mantas que allí se tejían, especialmente las llamadas “colchas de cama”. Compraron algunas de las prendas que les ofrecieron, atiborrando así el viejo chévrolet, con el ánimo de que luego fueran expuestas en la Feria Ibero-Americana de Sevilla que se celebraría en octubre de ese mismo año. Se despidieron encantados de la acogida que habían tenido en el pueblo, especialmente de la familia Sanz y de D. Antolín Ruiz, por la generosa hospitalidad que les mostró al ofrecerles su casa para que pernoctaran esa noche.
A
la mañana siguiente, pintor y fotógrafo, quisieron saborear despacio el
esplendor que aún les mostraba la primavera de esas tierras, emprendiendo así viaje
a Navalvillar de Pela, sin renunciar Covarsí esta vez, en el camino, a
comprarle a un leñador que encontraron en la sierra una cartera de piel de
borrego que se había hecho él mismo y que portaba al hombro en forma de morral.
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Navalvillar de Pela. Calle típica. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
En Pela les llamó mucho la atención los vistosos arreos que tejían en sus telares para las caballerías: jáquimas, albardas y alforjas de vistosos colores, con madroñeras de lana. Observaron distraídos que su gente, a la vista de los aparatos de fotografía que ellos portaban, mostraban “cierto desdén u orgullo que les hace parecer indiferentes” y que sin duda, “era su especial manera de mostrar dignidad”.
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Navalvillar de Pela. Calle típica. Fotografía F. Garrorena. 1929 |
A
pesar del mal estado del camino, embarrado, optaron por proseguir ese día hasta
Casas de Don Pedro, adonde llegaron a la puesta del sol. Tras mandar recado al
cura, aún tuvieron tiempo de visitar el templo, que desde el primer momento les
había impresionado.
Les
conmovió sobremanera su retablo, del que luego expresó en un nuevo artículo
[“Extremadura artística. El gran retablo de Casas de Don Pedro” REE, IV-1, 3, 1930] que “Cuanto se pueda
decir en su elogio será pálido ante la realidad de su considerable valor. Es
obra más bien de catedral, sorprendiendo encontrarla en la humildad de una
iglesia lugareña”. “Obra de primer orden” lo consideró asimismo D. José Ramón
Mélida, en su “Catálogo monumental”. Fernando Garrorena volvió a concentrarse
con fervor a lo suyo, tomando fotografías del retablo y de los muchos cuadros y
esculturas que allí encontró.
Aún
estaban en el interior de la iglesia cuando les avisaron que fuera, en la plaza, las
gentes se habían arremolinado en actitud levantisca, recelando que en su
interior pudieran estar tramando algún negocio con el retablo. Tuvo que interceder la autoridad municipal
para explicar a los vecinos que los visitantes solo querían hacer fotos del
retablo de la iglesia y de sus obras de arte. A la mañana siguiente, Garrorena
aprovechó para hacer una de las fotografías más bellas de toda la expedición:
“cocina con mujeres hilando”.
Ese
estado de ánimo en la gente reflejaba, sin duda, la desconfianza que se iba
gestando en todos los pueblos de España,
no solo de Extremadura, por el saqueo y expolio de sus riquezas artísticas y
monumentales que empezaba a extenderse por entonces. En pocos años se había generalizando
ya, por todas partes, la presencia de chamarileros y comerciantes de arte que buscaban
quedarse por cuatro cuartos los tesoros arquitectónicos y artísticos que pudieran
escamotear. El mismo Adelardo Covarsí empezó a publicar un inventario de
riquezas artísticas desaparecidas, entre ellas la portada de piedra de la Casa de los Grageras, en Rivera del
Fresno, desmontada pieza a pieza y seguramente exportada, así como la venta de
todas las riquezas y tesoros del Palacio
de Monsadud en Almendralejo, en torno al año 1931, a un anticuario de
Sevilla, incluida la singular portada plateresca y los magníficos artesanados,
estatuas romanas de la época de Augusto, piedras visigóticas, cuadros, joyas, etc.
Balcón desaparecido de la Casa Fuerte de los Orellana. Fotografía de autor desconocido. Hacia 1930 |
Era
habitual en ese tiempo que los propios Ayuntamientos arrancaran puertas de
madera y ventanas de piedra, hierros de rejas y balcones de edificios, como
sucedió con la Casa fuerte de los Orellana
en Orellana la Vieja. El 11 de junio de 1931 publicó Covarsí en el diario La Voz de Extremadura un artículo
denunciando los hechos de expolio y saqueo que se estaban produciendo por esas
fechas y manifestaba que “En Orellana, me notificó una distinguida dama
extremeña, que el Ayuntamiento, como nos temíamos por denuncias anteriores,
había ordenado el derribo del Balcón
monumental del Palacio castillo del Bélgida (...) y que era de temer fuera
a las manos de los chamarileros, que yo sabía ambicionaban el edificio”
[“Extremadura artística. Seis años de despojo y destrucción del tesoro
artístico nacional” REE, XI-1,1, 1937].
No
mucho tiempo después de que viajara Covarsí a Casas de Don Pedro, según su
relato, un cierto día se presentó en su casa de Badajoz una persona para “proponerle
comprar el Retablo mayor de la iglesia
parroquial de Casas de Don Pedro, vecino el tal de aquel pueblo, que sin
duda porque habiendo yo estado poco tiempo antes en dicha localidad
fotografiando las excelentes pinturas del Retablo, me tomaría por un traficante
de antigüedades. El hecho aumentó mi alarma, porque era sintomático de la idea
de rapiña que imperaba en la provincia con motivo del advenimiento del nuevo
régimen (...)”, lo que puso en conocimiento del Alcalde del lugar y del
Gobernador Civil, lo que en absoluto evitó que años después, el Retablo de Casas de Don Pedro fuera destruido
en su totalidad a fuego en la propia plaza del pueblo.
Orellana
la Vieja participó en la Feria Ibero Americana de Sevilla de 1929 con las
fotografías que hizo Garrorena en mayo de ese año del lugar, además de un traje
de fiesta de pastora de la Serena, con refajo de lino, pañuelo de hierbas para
el talle y jubón de merino negro con toques de azabache en las mangas,
faltriquera de piel blanca con adornos, pendientes de coral formados por
racimos de uvas, collar de cuentas azules y delantal de lino, todas las prendas
tejidas en Orellana.
miércoles, 24 de enero de 2018
martes, 9 de enero de 2018
Genealogía de los Bejarano
Las historias que poco a poco aquí voy narrando, siguiendo a
menudo el hilo de los acontecimientos protagonizados por determinados personajes
históricos vinculados a los señoríos de Orellana la Vieja y Orellana de la
Sierra, comprendo que son a veces fatigosas de seguir. Por una parte, el espacio temporal que se contempla -entre los
siglos XIV y XVIII-, es demasiado amplio
y por otra, la reiteración de nombres y sobre todo, la proliferación de enlaces
matrimoniales, descendencias y sucesiones que se van produciendo en la nobleza
local de Trujillo durante este tiempo, me hacen percibir la necesidad de
incluir algunos cuadros genealógicos que procuren hacer de guía, un suelo sobre
el que pisar cuando nos movemos entre los acontecimientos narrados. Incluyo ahora aquí la genealogía perteneciente a los Bejarano.
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