La Isla
miércoles, 24 de septiembre de 2014
miércoles, 7 de mayo de 2014
Negociaciones entre María Mayoralgo y García de Orellana
Negociaciones entre María
Mayoralgo y García de
Orellana
María de Mayoralgo mientras tanto,
aunque ya cansada, no había parado de hacer gestiones por su cuenta, encargando
al licenciado Fuenllana, por ejemplo, que se
valiera de las amistades que ella tenía para
que tratara de llegar a un acuerdo con García de Orellana ,
incluso ofreciéndole contraer matrimonio con su nieta Catalina de Mendoza y en
cualquier caso, negociar una concordia para que cualquiera de los dos que
ganara el pleito le diera a la otra parte una cantidad de dinero estipulada de
antemano. Ya lo había intentado
en otras ocasiones. El 22 de
mayo de 1601 había testificado en Montilla Fray Andrés Núñez de Andrada,
prior del monasterio de San Agustín de esa villa, ante el escribano Luis Fernández. En su
testimonio dijo que en noviembre del año
anterior estuvo en el monasterio de San Felipe de Madrid ,
adonde María Mayoralgo le había enviado un recado por mediación de Fray J uan de Montalvo para que fuera a visitarla a su
casa y estando allí ésta le pidió ayuda para encontrar alguna forma de
concierto con García
de Orellana “sobre la
subçesion del dicho mayorazgo que estava cansada de pleitos y de las molestias
y pesadumbres que se le davan en ellos“,
y que para quitarse esas aflicciones quería negociar con él, por lo que
deseaba que mediase en el conflicto hablándole y diciéndole que podía enseñarle
escrituras relativas al mayorazgo para que las examinaran sus letrados. Visitó
más tarde Fray Andrés a
García de Figueroa y le comunicó la propuesta que le hacía
doña María y también habló con su hermana Mencía Manrique de Figueroa,
contestándole éste que dijera a doña María que primero le mostrase las
escrituras y, conforme a su contenido, hablarían de concierto, pues no podía
seguir adelante sin verlas. Volvió el fraile de nuevo a casa de doña María para darle la respuesta de don García,
contestando airada ésta “que no avia
de mostrar escripturas de ninguna manera hasta que el conçierto estuviese fecho
y escriptura dello”.
Temiendo que una vez en poder
de los documentos García accediera sin trabas a la posesión de todos los bienes
del mayorazgo, lo que tal vez tratara de negociar en último término doña María
acaso fuera algún tipo de compensación económica para su nieta Catalina. Anduvo
el fraile así de un lado para otro deseando que llegaran cuanto antes a una
concordia, hasta que, percibiendo que don García mantendría firme su posición,
le llegó la oportunidad de motivar un arreglo mostrándole a doña María un
escrito que le dirigía el maestro trinitario fray Diego de Ávila, en el que trataba
de persuadirla de que entregara las escrituras que tenía. Debió mover el fraile con talento en su
escrito alguna fibra sensible de su afligido espíritu porque su lectura puso
inesperado término a sus recelos, admitiendo entonces que, en efecto, tenía
escondidas ciertas escrituras pertenecientes al mayorazgo de Orellana y que si
llegaban a un arreglo las enseñaría. Se interesó seguidamente el fraile por el
testamento de Pedro Alfonso de Orellana, hijo de J uan
Alfonso de la Cámara, a lo que respondió que temía que ese documento hubiera
desaparecido la noche que había entregado las llaves para que entraran en el
archivo de la Casa Fuerte
y se llevaran los documentos a la villa de Aldea del Cano, pero añadiendo
conciliadora, buscando acaso aliviar la presión que había soportado durante
tanto tiempo, que habiendo sucedido varón desde Gabriel de Orellana el Viejo,
al morir su nieto Gabriel el Mozo sin sucesión, no pudo permitir que siguieran
en el archivo de Orellana los documentos, porque los necesitaba para hacer
valer la sucesión de su nieta Catalina de Mendoza, admitiendo de este modo que
el contenido de las escrituras originales no negaban la sucesión de mujer en el
mayorazgo, como lo expresaba el escribano transcribiendo su declaración: “la
causa que le avia movido a esconder mexor y alçar a desora de la noche los
papeles que tenia escondidos y ocultados tocantes a el dicho mayorazgo de
Orellana fue que avia muerto su nieto que por linea de varon avia subçedido en
el dicho mayorazgo y aviendo de suçeder varon en el lo avia de aver don Gabriel
(sic) de Orellana. Temiendose que el
susodicho no supiese de los dichos
papeles y los urtase y escondiese los avia hecho ella esconder y poner
en el lugar mas seguro dando a entender que en los dichos papeles avia alguna
escritura por donde la hembra es llamada a la subçesion del dicho mayorazgo
pues la dicha doña Maria lo pretende para una nieta suya”.
A la vista de los papeles que
finalmente entregó doña María, pudo al fin justificar don García tras su minucioso estudio que los presentados por la
parte contraria habían sido falsificados: “y porque en el estado que oy el pleito tiene es tan claro que no puede
dudarse que el traslado de la escritura que llaman de mayorazgo en contrario
presentada es falso y falsamente fabricado como por el mismo pareçe y por la
escritura de testamento original de J uan Alonso de
la Camara exibida por doña Maria Mayoralgo curadora de la dicha doña Catalina y
las sentençias que se dieron en favor de don Gabriel su nieto en que agora se
quiere fundar el dicho don Rodrigo de Orellana y su hijo son nulas…”, de
forma que las sentencias anteriores debían ser anuladas, por estar basadas en
copias falsificadas de las escrituras originales y las reglas de sucesión al
mayorazgo restablecidas en adelante, siguiendo las normas del mayorazgo regular
ordinario “en que las hijas y hermanas de los posehedores suçeden y an de suçeder
y no los varones transversales remotos”.
Quedaba claro que Gabriel de Orellana el Viejo, J uan
Alonso de Orellana y su nieto Gabriel de Orellana el Mozo,
nunca debieron acceder a la titularidad del señorío de Orellana la Vieja,
haciendo valer fraudulentamente su candidatura sobre la línea de sucesión a la
que pertenecía María de Orellana.
lunes, 31 de marzo de 2014
miércoles, 1 de enero de 2014
María Enríquez de Mayoralgo [y 7]
Las indagaciones que siguieron en Madrid ( y 3)
Cansado de dar tantas
vueltas, García de
Orellana presentó al Consejo el 16 de noviembre de 1600 una
petición de querella criminal contra María de Mayoralgo acusándola directamente
de tener en su poder escrituras con las que podría demostrar que le pertenecía
la sucesión de la casa de Orellana. "Para comprovacion de lo qual es de
gran consideración que al tiempo que murio don Gabriel su nieto hermano de la
dicha doña Catalina, que tenia entrada la possesion de la dicha casa e
mayorazgo la dicha doña Maria puso gran diligencia en que luego se sacassen de
la fortaleza de la villa de Orellana un gran numero de escrituras y las hizo
llevar cubiertas entre unas cestas de esparragos... entre las quales es sin
duda que yuan las escrituras contenidas en la dicha paulina porque de otra
manera era impenitente la dicha diligencia y la aceleracion y recato con que se
hizo". Presentó García más tarde una declaración que había hecho en Madrid
Alonso Pérez
de Alarcón ante el notario J uan
Gutiérrez cuando se encontraba en casa de Pedro Ruiz Bejarano ,
abogado en la Corte, camino de Sevilla con intención de partir luego hacia las
Indias. Mayordomo de la
viuda María Enríquez Mayoralgo durante cinco meses, servicio
que había dejado hacía poco más de veinte días, explicó que en una ocasión
llevó en compañía de esta señora cierta cantidad de papeles a casa del
licenciado Fuenllana, encerrándose ambos en el estudio que éste tenía en el
Humilladero de San Francisco, diciéndole a él que se mantuviera fuera y que no
dejara pasar a nadie, repitiendo las visitas, que duraban dos horas, varios días seguidos, quedándose los papeles al final en poder de
Fuenllana más de un mes, hasta que doña María
se los llevó de allí en compañía de este mayordomo y de un paje, pero
sin permitirles durante todo el trayecto cargar el talego donde los llevaba,
guardándolos al llegar a casa en un
cofrecillo de tamaño mediano que más tarde envió a un fraile benito del
monasterio de San Martín de Madrid para que se lo guardase. Continuó el
mayordomo su declaración diciendo que estando un día doña María confesándose en
la iglesia de San Martín observó que durante la mañana se confesó con tres
frailes benitos diferentes y que “con cada vno dellos vio que estuvo hincada de
rodillas vn grandisimo rato y quando salio de la dicha iglesia para venir a su
casa y este que declara acompañandola vio que salio tan penada llorando y dando
suspiros que le hizo lastima” por lo que
le dijo que seria mejor que diera lo suyo a sus dueños y ella, con coraje
respondió “o mal hombre, mis armas auia yo de dar a mis enemigos”, añadiendo
incisivo: “y en las vezes que la vio
confessar en la dicha iglesia de San Martin y otras en la compañía y en el
monasterio de la Trinidad y aunque la vio confessar muchas veces nunca la vio
comulgar”. Preguntada doña María sobre
las declaraciones del mayordomo contestó que tiempo atrás había sido su criado,
pero que era éste un hombre mentiroso, que todos se reían de él porque decía
que en su tierra, Lucena, cinco bellotas hacían una libra y que cuando fue rico
tuvo un caballo al que le daba de comer gallinas y que se quedaba con dinero de
la casa y que por ser ruin, tuvo que despedirlo. En cuanto a la escritura de
Pedro Alfonso, hijo del fundador del mayorazgo, dijo que en uno de los
traslados debieron de quitársela, porque no la tenía.
Fueron por orden del Consejo
mientras tanto el relator Morquecho y el secretario Mármol a casa de doña María
con la llave que ésta les dio de un cofre grande diciendo que en su interior se
guardaban los papeles que ella tenia.
Preguntó el secretario al ama Ana de Mazuelos que si encontrarían allí papeles
que pudieran comprometer a su señora y ésta les contestó: “todo es ayre lo que
pueden hallar, que lo que importa, mi señora lo tiene”. Volvieron el relator y el secretario a cerrar
con llave el corre que dejaron en la casa para volver a buscarlo pasado unos
días y llevarlo a casa del secretario, pero sin que terminaran de encontrar los
papeles que buscaban, porque al poco llegó de noche un paje de doña María
llamado Diego Casco cargado con un cofre que contenía los papeles que había
mandado al fraile de San Martín, papeles que inmediatamente mandó a casa de un
tal Hernando de Orellana, de donde fueron sacados nuevamente y llevados a casa
de don Gómez de Sotomayor y su mujer María de Velasco en un cofre forrado de
cuero negro para que se los guardasen.
Informado el secretario Mármol de estos movimientos preguntó nuevamente
al ama Ana Mazuelos por lo que llevaba el esclavo de doña María de Velasco en
el arca y esta le respondió: “Estos negros papeles. Harto le estuuiera a mi
señora quitarse destas pesadumbres y si no es suyo darlo a cuyo es que quiere
retener cosas que no son suyas ha sido causa deque vengan tantos trabajos por ella y por su casa que tantas muertes ha
visto en ella”.
María Enríquez de Mayoralgo [6]
Las indagaciones que siguieron en Madrid (2)
García de Figueroa, mientras tanto, había tenido conocimiento que fray Diego de Ávila, de la orden de la Santísima Trinidad, tenía cierta información sobre los documentos que se buscaban y solicitó que se endurecieran contra él las amonestaciones eclesiásticas, porque hasta ese momento se había negado a testificar. Terminó haciéndolo finalmente en Madrid, cuando se dirigía a Sevilla a primeros del mes de septiembre, expresando el fraile en primer lugar durante su testimonio que tenía grandes escrúpulos, no sabiendo cómo actuar frente a una situación que le perturbaba, porque a pesar de lo que decía Santo Tomás, que qualquier secreto que causara un grave daño a terceras personas debía declararse, otros teólogos, a quienes había consultado, le hacían dudar de esa posición. Cuando al fin se decidió a declarar dijo que hacía unos cuatro meses que le había visitado una viuda llamada María Enríquez de Mayoralgo en la iglesia de la Trinidad “y le dixo que le avia oydo algunos sermones apretados y rigurosos” en relación con una paulina que se había leído en dicho templo y que ella tenía ocultos muchos papeles, escrituras y privilegios relacionados con el mayorazgo de Orellana la Vieja, preguntándole que si estaba excomulgada por ello y que si lo estarían las personas que guardaban con ella el secreto. Fray Diego le hizo cristianas amonestaciones, advirtiéndole piadosamente de la gravedad de la excomunión y del peligro en que vivía, especialmente dada su edad, invitándole a que devolviera lo ajeno y reflexionara sobre los daños que se estaban ocasionando por su causa a otras personas, a lo que ella tercamente se negaba, dilatando su decisión con la promesa de que pensaba dirigirse a García de Orellana para negociar con él. Abrumado por la frustración que le producía su propio relato y porque debía tomar una determinación esa misma tarde antes de proseguir al día siguiente, muy de mañana, su viaje a Sevilla, el fraile interrumpió su testimonio para enviar un comunicado a doña María de Mayoralgo que sabía estaba entonces en Madrid, avisándole que tenía que marcharse del lugar donde estaba al amanecer, y que debía hablar con ella lo antes posible, “diçiendole como se yva mañana y que le dava de plaço hasta las seis de la tarde para que cumpliese lo que mandava la paulina dende no que sin duda declararia porque se yva en amaneçiendo Dios y por nada del mundo avia de yr descolmulgado y visto que nada a hecho por descargo de su conçiençia a las ocho de la noche a hecho la dicha declaraçion…”. Todos los esfuerzos del fraile resultaron en vano, porque doña María no se dignó siguiera contestar, y a las ocho de la noche, el fraile, pesaroso, terminó la declaración precedente.
Testificó por aquellas fechas García de Silva y Figueroa, que tenía su residencia en la calle Leganitos de Madrid, diciendo que en cierta ocasión había hablado con Francisco Arias Maldonado, alcalde de casa y corte de su majestad, porque deseaba que éste expulsara de la finca donde ambos eran vecinos “a una muxer que vivia libremente”; hablando de todo un poco le vino éste a decir que estaba bien informado del pleito que mantenía García de Orellana, y que él pensaba que tenía derecho al mayorazgo. Juan de Chaves Sotomayor, caballero de Truxillo del que ya hemos hablado y que tenía por entonces concertado su matrimonio con Catalina de Mendoza, nieta de María Mayoralgo, le había dicho que tenía derecho al mayorazgo de Orellana la Vieja. Había mantenido contacto también con Juan de Escobar, pariente del anterior, quien le dijo en contestación a sus pesquisas que “no podia dexar de servir a la dicha doña Catalina de Mendoça como parienta suya”, pero que cuando murió Gabriel de Orellana vino Juan de Chaves a Trujillo y le dijo a él y a Francisco Arias Maldonado, aunque de muy mala gana, que había muchas escrituras que podían beneficiar a la justicia de don García Figueroa en el pleito que mantenía en el Consejo.
Mientras tanto, con las diferentes declaraciones que se obtenían por medio de la paulina y otras noticias que llegaban por otros caminos, García de Figueroa cerraba en torno a María de Mayoralgo un círculo cada vez más estrecho. El 25 de octubre dispuso ya el Consejo que se enviara un letrado a Trujillo para que diligenciara su traslado a Madrid, "y parece que la dicha doña Maria fue trayda presa a esta Corte y por los señores del Consejo se le mando tomar su confession" y que al mismo tiempo se tomaran declaraciones al licenciado Cambero y a doña Ana Mazuelos. Declaró doña María al poco ante Pedro de Tapia, diciendo que no tenía más escrituras que las que había enseñado y que no guardaba otras. En cuanto a la pregunta de si había mandado trasladar los documentos a Aldea del Cano respondió, sin negarlo, "que auiendo tomado la possession de la villa y mayorazgo de Orellana en nombre de su nieta y posseyendola pacificamente como su curadora por guardar las escrituras y tenerlas a buen recaudo...", las había recogido, pero sin admitir que las hubiera mandado llevar de noche y cubiertas con espárragos para ocultarlas. Le interrogaron después sobre lo que había declarado Juan de Solís, respondiendo que era cierto que ella le hubiera dicho que su nieto estaba enfermo "y que estando en la iglesia de la dicha villa delante de vna imagen que estaua en la sacristia auia escrito vna carta en que le dezia el estado en que estaua su nieto y que si Dios le lleuaua fuesse a la dicha villa para que ella y el diessen orden en lo que conuiniesse ", pero negando que en la carta le comunicara a don García que le fuera a dar la posesión del mayorazgo si muriese su nieto, porque lo que había escrito era para ponerlo contento y valerse de él "en ocasiones que se ofreciessen de casamientos y otras cosas", tal vez pensando en un posible acuerdo matrimonial con su nieta. En cierta ocasión había ido a la casa de Mencía Manrique de Figueroa, hermana de don García, para que ésta le dijera a su hermano que deseaba mucho darle satisfacción a lo que requería y que enviase a su letrado a donde ella vivía para mostrarle las escrituras que deseara, a lo que le contestó, agradecida, que su hermano estaba en Aranjuez con el rey y que le mandaría una carta explicándoselo, aunque sabía que estaba muy enojado con ella. Sobre lo declarado por Diego de Ávila, mantuvo que nunca le había dicho que tuviera documentos ocultos, sino que tenia las escrituras guardadas.
miércoles, 11 de diciembre de 2013
miércoles, 27 de noviembre de 2013
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