3. Asalto a la Casa Fuerte
Durante los años intermedios
se siguen noticias de unos y otros hasta que en 1593 sucede en el mayorazgo
Gabriel Alfonso de Orellana el Mozo, 13º titular, nieto de Gabriel el Viejo,
obteniendo el 20 de julio de ese año la notificación de una nueva sentencia en
su favor. Habiendo sucedido este último
aprovechó doña María para reclamar nuevamente la jurisdicción del señorío,
dando lugar al establecimiento de un nuevo juicio en Granada, acompañada esta
vez por su hijo García
de Orellana y Figueroa que, con renovado
empeño, se convierte a partir de entonces en el continuador del tenaz esfuerzo
y perseverancia que demostró su madre. Esta vez doña María, tal vez advertida ya
de las artimañas de su tío, estaba resuelta a combatir sus desmanes apoyando directamente
con fuerza su demanda en una acusación directa: su tío Gabriel había manipulado
y falseado las escrituras que había presentado en la Chancillería en 1549. De
este modo hizo saber a los jueces que las escrituras que manejaban carecían de
todo crédito y que sólo las originales debían ser tenidas en consideración,
introduciendo serias dudas por primera vez sobre la autenticidad de los documentos
con los que trabajaban.
Tras un laborioso proceso de
investigación que se llevó a cabo en Sevilla (ver artículo de este Blog: “Historia del fraude perpetrado en una
escritura del mayorazgo de Orellana la Vieja.” de 18/7/2019) pudo al
fin probarse que los documentos originales avalaban sin lugar a dudas las
razones de María de Orellana. Obtuvieron madre e hijo así, el 2 de septiembre
de 1594 en la Chancillería de Granada, una sentencia de revista favorable a sus
pretensiones. Era, al fin, un resultado triunfal para su nueva estrategia. Se
trataba de una sentencia definitiva y, que además, revocaba explícitamente todas
las anteriores, declarando a doña María de Orellana y por su fallecimiento a su
hijo García, sucesor al mayorazgo y señorío de Orellana la Vieja.
En la misma se condenaba a
los descendientes de Gabriel de Orellana a que devolvieran a María de Orellana
y en su nombre a su hijo, los frutos y rentas que el dicho mayorazgo hubiera
producido hasta el mismo día de su restitución. Lograba el hijo por fin los
anhelos mantenidos sin desmayo por su madre durante los últimos cuarenta años
de su vida: "por legitimo sucessor
he llamado al vinculo e mayorazgo que fundo Juan
Alfonso de Truxillo... e condenamos al dicho Luys de Chaues como curador del
dicho D. Gabriel Alfonso de Orellana y al dicho D. Iuan Alfonso de Orellana
difunto a que dentro de nueve dias como fuere requerido con la carta executoria
de su Magestad que de la nuestra sentencia se diere entregue y restituya al
dicho don Garcia de Figueroa los bienes del dicho vinculo y mayorazgo y
acrecentamientos del para que los tenga e possea con los vinculos y condiciones en el dicho mayorazgo
contenidos...". Parecía esto, al fin, la culminación de tan
prolongada etapa de frustración y
desaliento.
Gabriel Alfonso de Orellana
el Mozo, 13º señor de Orellana la Vieja, nieto de don Gabriel el Viejo, apeló
la sentencia, y obtuvo, contra todo pronóstico, nuevamente del Consejo un
dictamen favorable en el grado de Mil y Quinientas, revocando en consecuencia
la de revista de septiembre de 1594 y confirmando la resolución anterior de
1554. De poco valieron a don García de Orellana sus denuncias y protestas, porque
esta última sentencia revocaba la anterior que de manera tan fugaz se había
declarado a su favor, dándole ahora la razón de nuevo a la familia Mendoza.
Pero a su vez, la inesperada muerte de Gabriel el Mozo sin
descendencia en marzo de 1599 desencadenó otra serie de nuevos acontecimientos,
dando ocasión en este punto a que aparecieran nuevos aspirantes y con ellos
nuevos pleitos, promovidos por miembros de las diferentes ramas de una
familia ya muy disgregada, representadas por Rodrigo de Orellana y Toledo por
una parte y García de
Orellana y Figueroa por otra, enfrentados ambos a Catalina de
Mendoza Orellana (hija del 12º señor de Orellana), sin que importara ahora su
condición de mujer, que junto a su marido Juan de Chaves
Sotomayor, señor de los Tozos, ansiaban proseguir la sucesión lograda por sus
progenitores.
Este cúmulo de complicaciones sobrepasó
abruptamente el grado soportable de hastío que sufría Rodrigo desde la frustrada
reclamación de sus pretendidos derechos en 1577. Por lo que tan solo un mes
después de la muerte de Gabriel el Mozo se lanzó resueltamente a poner fin, por
vía de los hechos, a tales desmanes, disponiéndose a preparar desde entonces el
asalto a la fortaleza de Orellana.
Las cosas en este punto
habían creado ya una fuerte tensión, tanto en Trujillo como en la propia villa
de Orellana la Vieja, donde los vecinos de uno y otro lugar, al tanto de las
pretensiones violentas de Rodrigo de Orellana, protagonizaban ya los primeros altercados públicos. Desde el
principio, Juan Correa Hurtado, su procurador,
le mantuvo puntualmente informado de las reyertas que comenzaban a producirse
a causa de sus pretensiones: "otrosi
digo que sobre tomar la actual possession de la dicha villa y bienes del dicho
mayorazgo y acrecentados en el ha auido y ay en la ciudad de Truxillo y en la
dicha villa de Orellana y en otras partes donde esstan los dichos bienes mucho
escandalo y alteracion y juntas de gentes armadas y aun heridas y ay peligro de
suceder muchos alborotos y escandalos e inconuenientes a que no es justo se de
lugar...".
Horas antes, preocupado por
lo que se barruntaba en la ciudad como consecuencia de no saber sobre quien recaerían
finalmente los derechos de sucesión al mayorazgo, mientras agonizaba en
Trujillo Gabriel el Mozo, y sobre todo, por la amenaza de que se llevaran a
cabo los actos violentos advertidos en Orellana, el alcalde mayor de esta
ciudad emitió el 23 de marzo de 1599 un auto, a las cinco de la mañana, para contener
los disturbios que estaban a punto de producirse como consecuencia de las
fuertes discrepancias que manifestaban entretanto cada uno de los tres
candidatos, porque "entre los que
pretenden tener derecho a su sucession de su casa y mayorazgo ay grandes
diferencias y alborotos por ser todos los pretensores gente principal y auer
parcialidades en Truxillo sino se ocurriesse con remedio eficaz",
viéndose apremiado a ordenar con sigilo que ciertas personas fueran arrestadas
en sus domicilios, de los que no podrían salir bajo pena de 1.000 ducados, advirtiendo al tiempo "que ninguna persona de ningun estado calidad
que sea con poder o sin el del que pretendiere ser llamado al dicho mayorazgo
se atreua a tomar possession y autos della...".
Temeroso aún de no poder
contener de esta manera a quienes sabía que ansiaban poseer el señorío a cualquier
precio, mandó que se enviaran requisitorias también a los justicias de Orellana
la Vieja para que de ningún modo "consientan
que persona alguna tome la possession de los bienes del mayorazgo del dicho don
Gabriel y la denieguen a quien la pidiere", insertando el auto
anterior en la nueva orden para que lo cumplieran, avisándoles de cuanto debían
hacer al respecto. Ordenó asimismo a todos los escribanos de Trujillo que no
realizaran diligencia alguna si moría don Gabriel sin que él tuviera
conocimiento de ello, para que ninguno de los candidatos se atreviera a tomar
posesión de ese modo del señorío en Orellana.
El día 26 de marzo, a medio
día, certificaba un médico la muerte del hasta entonces señor de Orellana, en
presencia del alcalde mayor de Trujillo,
que ordenó de inmediato, como primera
medida cautelar, que se confiscaran todos los bienes del mayorazgo de Orellana
con el fin de evitar mayores males, porque "a la sucession de su casa y mayorazgo ay pretensores y gente poderosa
de quien se podia recelar como se recelaua que para aprehender y tomar la
possession de los bienes del dicho mayorazgo podia causar algun alboroto y
escandalo mandó poner en secresto y deposito todos los bienes del mayorazgo...".
Sin duda, sus sospechas no carecían de fundamento, porque de todos eran
conocidas las verdaderas intenciones de Rodrigo. Conocedor a un tiempo de los
movimientos que pretendía doña Catalina de Mendoza, lo primero que hizo el
alcalde fue acercarse precisamente a la casa de doña María Mayoralgo, su
abuela, donde pudo encontrarla acompañada de su marido Luis de Chaves y de
Cristóbal de Mayoralgo, su padre, quienes
respondiendo a sus preguntas le dijeron que todos los papeles del
mayorazgo estaban en el archivo de la Casa Fuerte de Orellana la Vieja.
Aún en la casa, y sin que
mediara palabra alguna, se dirigió el alcalde a un escritorio que había en una
estancia, del que extrajo, sin recato, cierta cantidad de dinero que luego mandó
devolver a su dueña a cambio de constituir con aquella suma un fondo de fianza
por lo que pudiera pasar, sabiendo los movimientos de ocupación que ésta, como
Rodrigo, proyectaban: "y abrio el
dicho alcalde mayor vn escritorio y sacó ciertos dineros que mandó entregar a
la dicha doña Maria, con fianças, la qual dixo que apelaua de lo hecho por el
dicho alcalde mayor". Viéndose descubierta María, le solicitó, como
única respuesta, su ayuda, pidiéndole encarecidamente que "la amparasse en la possession que tenia
tomada pacificamente de los bienes del dicho mayorazgo por doña Catalina de
Orellana su nieta," contestando éste, inflexible, que solicitara a la
justicia cuanto quisiera con sus razones, pero que él estaba resuelto a seguir
actuando conforme a derecho, y para que no le quedara duda sobre su determinación,
ordenó el mismo día 27 de marzo que se notificara de inmediato, a uno de los
oficiales del concejo de Trujillo, su designación como depositario y
responsable directo del cobro de todos los arrendamientos y rentas a las que
tuviera derecho el señor de Orellana la Vieja, empezando por las dehesas de
Cogolludo, el Bodonal y las otras propiedades, disponiendo que a partir de ese
momento todos los arrendatarios, mayorales,
pastores y cualquier otro deudor, realizaran sus pagos a dicho oficial
"so pena de pagarlo otra vez",
y que mantuviera esta orden hasta que él mandara lo contrario.
No tuvo entonces más remedio María
de Mayoralgo que confesarle que su nieta Catalina de Mendoza ya se había
adelantado la tarde anterior, enviando a su procurador a la villa de
Orellana para tomar posesión del mayorazgo,
quien en la misma fecha presentó
sus títulos de poder al alcalde mayor de Orellana la Vieja, diciéndole
que don Gabriel había muerto y que por lo tanto, doña Catalina, su hermana,
sucedía en el mayorazgo como legítima heredera desde ese mismo momento.
Catalina tomó posesión, en efecto, el mismo día 26 de la villa de
Orellana la Vieja con sus vasallos, "jurisdiccion
civil y criminal alto y baxo mero mixto
imperio", la Casa
Fuerte, las dehesas de Cogolludo y Esparragosilla, barca, molinos y las otras
propiedades del mayorazgo, en virtud de cuyo auto el alcalde mayor le acompañó
en su visita al interior de la fortaleza, en manifestación de acatamiento hacia doña Catalina, llevándose a cabo la
toma de posesion “quieta y pacificamente
sin contradicion de persona alguna.” La
llegada a Orellana de Catalina de Mendoza parece que fue aceptada por los
vecinos de forma apacible, dejando que organizara la Casa Fuerte, tomando
posesión de todos sus bienes y conservando en sus cargos de alcalde mayor,
alguacil y escribano del señorío a las personas nombradas por Gabriel el Mozo.
Al conocer estos hechos, la
reacción de Rodrigo de Orellana y Toledo
no se demoró y puso de inmediato una demanda de tenuta sobre el
mayorazgo de Orellana el día 1 de abril de 1599 y que en consecuencia de tales
acontecimientos se habían producido serios enfrentamientos entre bandos
encontrados: "ha auido y ay en Truxillo,
Orellana y otras partes donde estauan los dichos bienes mucho escandalos y
alteracion y juntas de gente armada y aun heridas y auia peligro de suceder
muchos alborotos y escandalos e inconuenientes a que no era justo se diese
lugar", solicitando al mismo
tiempo que se diera autorización al corregidor de Trujillo para que confiscara todas
las rentas y frutos del mayorazgo y que sólo fueran estos entregados a la
persona que designara el Consejo Real, que de momento denegó decretar tal embargo.
Aunque la requisitoria del
juez de Trujillo había llegado a manos del alcalde mayor de Orellana la Vieja
al día siguiente de firmarla, "el
qual dixo que el dia antes tenia dada la possession de la villa de Orellana y
el mayorazgo della a doña Catalina y a su procurador quieta y pacificamente sin
contradicion alguna constandole como le constaua ser vnica hermana legitima de
don Gabriel difunto, vltimo posseedor...", nada pudo finalmente
evitarse.
Rodrigo se había presentado
el mismo día 27 en el molino Viejo, frente a la Bernagaleja, acompañado de un
escribano que se llamaba Francisco de Campo, que dio fe "de cómo se passeio por el" lo mismo
de todo lo que iban señalándole, hasta llegar a la dehesa de Cogolludo. Al
intentar entrar en la villa de Orellana para continuar la toma de posesión,
siempre acompañado de su escribano, "salio
a la entrada
Antonio Sanchez que haze el oficio de alcalde con vara de
justicia y con vun escriuano y otros quatro hombres y les impidio la entrada y
mando que no entrassen so pena de veinte mil maravedis y a Francisco de Campo
so la misma pena y dozientos açotes y assi no pudo entrar a la continuacion de
la dicha possession en la dicha villa". En algún momento, el
procurador de doña Catalina le dijo a Francisco de Campo que no podía tramitar
el escrito de diligencias que estaba haciendo sobre las propiedades que le
ordenaba don Rodrigo, porque era ya doña Catalina señora de Orellana a lo que
el escribano contestó sin titubeos que lo era su señor, conforme a las
disposiciones de la leyes de Toro, continuando su recorrido por el olivar de
las Dehesillas y por la dehesa del Bodonal.
Transcurridos cinco meses,
viendo Rodrigo que la Justicia no
daba una pronta solución a sus demandas, furioso, se lanzó a la aventura de
tomar Orellana por la fuerza, con la pretensión de erigirse en legítimo señor,
despojando a Catalina de Mendoza de los supuestos derechos que se había
arrogado por cuenta propia.
Durante ese verano se dedicó
a organizar su expedición de asalto desde Trujillo, reclutando gente armada en Villanueva
de la Serena, Campanario y Esparragosa de Lares, con el decidido propósito de
apoderarse de la Casa Fuerte. Cuando estuvo listo se puso en marcha hacia Orellana
la Vieja, adonde llegó el 14 de
septiembre de 1599, dirigiéndose a la fortaleza resuelto a tomarla por la
fuerza, aunque encontrara resistencia, porque venía preparado para ponerle
cerco si fuera necesario: "hasta que
se le dieran por fuerça o de hambre", así que "entro con fuerça y violencia en la dicha
villa y contra la voluntad de las querellantes y los ministros de justicia que
en ellas tenia forçando y rompiendo el castillo y casa de las dichas doña
Maria y doña Catalina expelio por fuerça sus vassallos y criados que en ella
estauan y por malos tratamientos que les hizo y por fuerça de armas con que les
compelio se apodero de la dicha casa y castillo y alçandose con todos los
bienes que enella tenian...".
Tras irrumpir en el recinto
amurallado nombró nuevo alcalde mayor, escribano y los demás oficiales de
justicia, y haciéndose acompañar por ellos y por los hombres armados que iban
con él bajó a la plaza del pueblo, donde mandó prender a Antonio
Sánchez y
Juan Cabezas, el escribano,
que Catalina de Mendoza y su abuela habían confirmado en sus cargos, maltratándolos "y lleuandollos presos los hizo muchos malos tratamientos dandoles
golpes y empellones hasta los encarcelar..." especialmente al alcalde,
que habían sacado enfermo de la cama y sin dejarle apenas tiempo para que se
vistiera, "lo asio y lleuo preso y quito la vara de justicia y lo maltrato y llamo
de desuergonzado y otras afrentas"
y aunque éste, por defender su jurisdicción llamó a sus oficiales para
que le dieran auxilio "nayde se lo
osso dar vista la determinacion del susodicho y de los que con el yuan respeto
de que si lo hizieran tenian por sin duda los mataran".
En el próximo capítulo se
detallan algunos pormenores del asalto narrados
por unos cuantos testigos de los hechos, que en nada sustancial cambia lo
descrito, pero que introducen nuevos
matices.